La vida de Rita Levi-Montalcini se puede resumir en una frase: más de un siglo de lucha. Levi-Montalcini murió centenaria y a lo largo de toda su vida tuvo que vencer, uno a uno, los numerosos obstáculos que le impedían realizar plenamente su proyecto personal. Quizá muchos habrían desfallecido por el camino, pero a la neuróloga italiana los obstáculos la hacían reaccionar con el empuje de quien se rebela. Nacida en Turín, era la hija menor de una familia numerosa de origen sefardí. Su padre era ingeniero y su madre, pintora. Levi-Montalcini tuvo que trabajar de hornera para pagarse los estudios de medicina, que cursó entre 1930 y 1936, una etapa difícil para una familia judía de clase media en la Italia fascista. Sin oponerse frontalmente, sus padres consideraban poco apropiada la profesión médica para una mujer. ¿Qué habrían pensado si les hubiera planteado una carrera científica como investigadora?
«Rita Levi-Montalcini murió centenaria y a lo largo de toda su vida tuvo que vencer, uno a uno, los numerosos obstáculos que le impedían realizar plenamente su proyecto personal»
Atraída por la histología, nada más acabar la carrera Levi-Montalcini se incorporó como ayudante al laboratorio de Giuseppe Levi en la Università degli Studi di Torino, hasta que Il Manifesto per la difesa della razza, dictado por Mussolini en 1938, prohibió a los judíos seguir una carrera académica y profesional. Levi-Montalcini diría, años más tarde, que había sido un estímulo, que le tenía que agradecer a Mussolini haberla declarado de una raza inferior, porque la extrema dificultad y el sufrimiento la habían hecho crecer, esforzarse y superar con más voluntad los obstáculos que había encontrado en la carrera científica. Excluida de las instituciones, Levi-Montalcini trabajaba en su laboratorio en casa durante la Segunda Guerra Mundial, haciendo experimentos sobre el crecimiento de las fibras nerviosas en embriones de ave. Nada más acabar la guerra, en 1946 fue invitada por Viktor Hamburger a la Universidad de Washington en San Luis. Una invitación que cambió su vida durante las siguientes tres décadas y que le permitió desarrollar plenamente una actividad científica como investigadora en los Estados Unidos. Fue en Washington donde identificó el factor de crecimiento nervioso, una contribución científica que, de hecho, le valdría la concesión del Premio Nobel de Medicina, junto a Stanley Cohen, en 1986.
Siempre vinculada a su Italia natal, desde los años sesenta Levi-Montalcini compatibilizaba la investigación en los Estados Unidos con la dirección del Centro de Investigación Neurobiológica de Roma que ella transformó en el European Brain Research Institute, de gran prestigio mundial. En la última etapa de su vida fue senadora vitalicia en el Senado italiano y siempre se definió como una persona de izquierdas, que creía en el progreso y la paridad. Miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, fue también embajadora de buena voluntad de la FAO, además de crear una fundación dedicada a ayudar a mujeres y niñas africanas a estudiar.
Rita Levi-Montalcini celebró su centenario con un congreso en Roma y en declaraciones públicas reivindicaba la actividad intelectual y el compromiso social como principales agentes de su actividad y larga vida. El 30 de diciembre de 2012 cesó su incansable tarea de lucha por la vida, la justicia social y la ciencia.