La barbacoa mágica (segunda parte)

Vamos a tomar otra ración de poesía científica, esta vez en forma de chuletón. Las brasas incandescentes iluminaron el artículo anterior de esta sección: luz solar atrapada por algún árbol y encapsulada en forma de glucosa por la fotosíntesis. La madera, que contiene esa glucosa, se transforma primero en carbón y más tarde origina brasas, pirotecnia vegetal de un proceso de combustión que es una reversión al estadio primigenio, una fotosíntesis al revés.

Ahora posemos la mirada en el chuletón de vaca que comienza a dorarse un poco más arriba, en la parrilla de nuestra barbacoa. Por muy extraño que parezca, lo que le pasará a ese pedazo de carne una vez que te lo comas está íntimamente relacionado con el proceso de combustión que sucede debajo de él. Es prácticamente el mismo proceso, pero orquestado en sitios distintos: igual que en las brasas se produce la combustión de glucosa carbonizada, en tu organismo hay centrales térmicas que producen la combustión de la glucosa del chuletón. De hecho, se trata exactamente de la misma glucosa; es decir, son copias distintas de moléculas que se originaron de la misma forma y que luego han tomado caminos distintos. Podemos imaginar dos moléculas de glucosa, hermanas gemelas recién fotosintetizadas, que forman parte de sendas ramitas. Una de esas tiernas ramas es comida y rumiada por una ternera, mientras que la otra permanece en la planta, que crece y crece hasta que se transforma en una gruesa rama, que es cortada, convertida en carbón y puesta a la venta en el supermercado más cercano. Ya conocemos su brillante y poético final (véase «La barbacoa mágica [primera parte]» en el número 114 de Mètode).

La otra glucosa, la que pasó a las tripas de la ternera, tendrá una vida un poco más atribulada, podrá contarles más historias a sus nietas pero, y aquí está lo fascinante del asunto, su final será casi idéntico, igual de brillante y poético. Una vez en el cuerpo bovino, nuestra protagonista se acumulará junto a otras colegas en un músculo, formando parte de una macromolécula llamada glucógeno. Ahí permanecerá agazapada, calentita, pero no a salvo de los carnívoros, que nos aprovechamos del trabajo fotosintético de las plantas a través de herbívoros que hacen de intermediarios. No tenemos más remedio, ya que nuestra fisiología –y también la de las vacas– es del todo incapaz de sintetizar ese tipo de azúcares.

La planta se come la luz del sol, la vaca se come la planta y los que nos comemos la vaca terminamos con un trozo de luz solar en la barriga. Así es como llegamos a ese chuletón que, a estas alturas, ya debe estar listo para pasar a nuestro sistema digestivo. Además de las proteínas, nuestras células están profundamente interesadas en esa glucosa que ahora corre por nuestra sangre, ya que es una magnífica fuente de energía: con ella fabricamos el trifosfato de adenosina (ATP), la molécula energética por excelencia a este lado del sistema solar. Pero… ¿cómo se obtiene el ATP a partir de sustancias como la glucosa? Muy sencillo: metiéndole fuego, quemando la glucosa en un proceso de combustión que, como he indicado, es en todo análogo a la combustión del carbón.

Las centrales térmicas que se encargan de esa combustión se llaman mitocondrias y están, en la inmensa mayoría de tus células, funcionando sin parar ni un segundo, combinando el combustible –nuestra protagonista– con oxígeno y liberando CO2, agua y radiación electromagnética en forma de calor; la fotosíntesis del revés que antes comentaba. Parte de esa energía se dirige a ensamblar el ATP; esta es otra historia para contar en otro momento. Ahora céntrate en la energía que se libera: eres un ser luminoso; ese calor, esos 36-37 grados centígrados de tu cuerpo se consiguen gracias a la liberación de la radiación solar que permanecía atrapada en los enlaces químicos de la glucosa. No solo somos polvo de estrellas, sino que cada uno de nosotros lleva dentro de sí la luz del sol. 

© Mètode 2022 - 115. Belleza y naturaleza - Volumen 4 (2022)
Neurofisiólogo y comunicador científico. Departamento de Medicina de la Universidad de la Coruña.