Placer infinito

A mediados del siglo pasado los científicos cre­yeron dar con el circuito encefálico del pla­cer: grupos de neuronas que se activan ante ciertos estímulos y que inducen un estado emocional que puede generar adicción y –al menos en los seres humanos– una sensación subjetiva de bienestar.

Así que, en un principio, se llamó circuito del placer o de recompensa (incluye dos regiones que parecen tener un papel crítico en poner en marcha la fiesta: el área tegmental ventral y el núcleo accum­bens) y en él participan muchos tipos de neuronas que, para comunicarse entre sí, liberan sustancias –neurotransmisores– como glutamato, GABA o dopa­mina. Las drogas de abuso, los juegos de azar, algu­nos fármacos y otras circunstancias de la vida pueden dar lugar a una sobreactivación de esta red nerviosa y producir desajustes importantes que terminan modificando tanto los propios circuitos –las sinapsis entre las neuronas– como la cantidad de neurotrans­misores que se liberan en esas sinapsis. Surgen así las adicciones y las dependencias a algunas sustancias o comportamientos.

En la ciencia popular muchos investigadores y divulgadores simplifican el asunto asociando dopa­mina con placer, ya que la dopamina tiene un papel esencial en el núcleo accumbens; pero la cosa no fun­ciona así. Es un gran –y muy común– error relacionar una región encefálica y un neurotransmisor con una función compleja, ya que el sistema nervioso no fun­ciona con módulos aislados, ni tampoco hay ningún núcleo nervioso que se gestione con una sola sustan­cia transmisora. Lo que tenemos ahí dentro son redes articuladas por la liberación de un complejo caldo químico. Los datos que ahora manejamos indican que la génesis de los estados emocionales y su papel en la modulación de nuestros sentimientos –las percepcio­nes subjetivas– requieren explicaciones más elabo­radas. Por ejemplo: el sistema formado por el área tegmental ventral y el núcleo accumbens no parece estar relacionado de forma directa con la sensación de placer, sino que en realidad se activa de forma más intensa con la anticipación de esa posible cosa o situación placentera. Debido a ello, algunos investiga­dores han cambiado el término de circuito del placer o de recompensa por el de circuito de búsqueda o de anticipación. En las adicciones la motivación orbita alrededor del deseo y la anticipación; el placer final –que puede llegar o no– es cosa de otros circuitos neuronales. Una persona adicta a ir de compras siente más atracción por la colorida y estimulante búsqueda que por los propios objetos que adquiere.

En la vida cotidiana el circuito de búsqueda se activa continuamente: sentimos una motivación que nos resulta atractiva ante la próxima visita de una per­sona querida, el aviso de que tenemos un paquete en correos, el olor de una cocina que anticipa una comida suculenta, la preparación de una excursión al campo o a la playa… Después, todo eso sucede y la visita, el paquete, la comida o la excursión pueden resultar más o menos placenteros. Al menos, tenemos asegurada la emoción inicial.

«En la ciencia popular muchos investigadores y divulgadores simplifican el asunto asociando dopamina con placer, pero la cosa no funciona así»

Y es reflexionando sobre la búsqueda permanente del placer, la generación continua de expectativas, sorpresa y deseo, cuando aparecen los libros, que es a donde quería llegar con toda la introducción de arriba: un libro parece el objeto perfecto para activar el cir­cuito de búsqueda o de anticipación de forma conti­nuada y sin dolor, aunque, eso sí, con la posibilidad de una sólida adicción. Cada página de un buen libro –de esos que atrapan y secuestran la mente, de esos que dan más sed a medida que son bebidos– genera expectativas e incertidumbre, y activa el deseo de descubrir qué sorpresa nos depara la siguiente página que, a su vez, alimenta de nuevo nuestras ansias de búsqueda. Es la expectativa, sazonada con sorpresas, que no tiene fin; la adicción perfecta, que alimenta.

© Mètode 2022 - 113. Vida social - Volumen 2
Neurofisiólogo y comunicador científico. Departamento de Medicina de la Universidad de la Coruña.