Maurice R. Hilleman (1919-2005), científico de la industria farmacéutica, dormía una noche de marzo de 1963 cuando su hija Jeryl Lynn, de cinco años, con dolor de garganta, lo despertó. Hilleman le palpó el cuello bajo la oreja y encontró la inflamación de la parótida típica de las paperas. La volvió a acostar; poco más podía hacer un padre por ella. Pero el virólogo vio la oportunidad. Se vistió y condujo hasta llegar a su laboratorio para recoger unos viales de preservación de muestras biológicas. Al volver a casa, despertó a la hija para tomarle saliva de la parótida y después volvió al laboratorio para congelar los virus.
A buen seguro que el nombre de Maurice Hilleman no os suena. Si a caso el nombre de Jeryl Lynn es un poco más conocido entre profesionales de las vacunas. Actualmente, en el mundo, millones de niños y niñas están vacunados contra el sarampión, la parotiditis y la rubeola con la vacuna triple vírica, que inventó Hilleman. Se trata de la primera vacuna combinada que contiene la vacuna contra la parotiditis, elaborada a partir de los virus que Hilleman recogió aquella noche de su hija.
La vacuna contra la parotiditis elaborada a partir de la cepa Jeryl Lynn fue autorizada en 1967. Una fotografía memorable del año 1966 muestra el momento de la vacunación de la niña Kirsten junto con su hermana, Jeryl Lynn, con una vacuna todavía experimental. Tan seguro estaba Hilleman de su seguridad y eficacia. No nos tiene que sorprender. No hace tanto, los primeros receptores de las vacunas experimentales a menudo podían ser familiares o personal del laboratorio.
«La contribución de Hilleman en el campo de las vacunas es impresionante. Él y su equipo obtuvieron o mejoraron más de
25 vacunas contra virus y bacterias»
La contribución de Hilleman en el campo de las vacunas es impresionante. Él y su equipo obtuvieron o mejoraron más de 25 vacunas contra virus y bacterias. Entre las más relevantes, nueve de las catorce vacunas de un calendario infantil estándar: hepatitis A, hepatitis B, neumococo, meningococo, Haemophilus influenzae tipo B, varicela y la triple vírica mencionada, sarampión, parotiditis y rubeola. También Hilleman fue el primero en purificar con éxito el interferón, una proteína endógena de los vertebrados inhibidora de la proliferación viral, y en describir sus propiedades. Probablemente Maurice Hilleman es el científico que más muertes y dolencias por infección ha evitado jamás en la historia de la medicina.
«Malnacido por fuera, malnacido por dentro» era una definición que no evitaba Hilleman. Una niñez dura formó a un hombre de carácter arisco, a menudo intratable. Su hermana gemela murió en el parto y su madre pocos días después. Criado en la pobreza y en un luteranismo estricto por sus tíos en una granja de Montana (EE UU), recuerda que leyó y releyó El origen de las especies, un libro prohibido en su iglesia, por la curiosidad que le generaba el consenso universal en contra de Darwin. Inspirado por su héroe local, Howard Ricketts, descubridor de la bacteria rickettsia que causa fiebres letales, Hilleman se graduó en química y microbiología gracias a becas obtenidas por su rendimiento.
Según Hilleman, «no molestéis hasta que hagáis algún descubrimiento» definía el nivel de implicación de los profesores en la Universidad de Chicago con los doctorandos. Su descubrimiento fue determinar que la clamidiosis, una dolencia de transmisión sexual, no era causada por un virus sino por una bacteria parásita. Haciendo caso omiso de sus mentores, abandonó la academia para dedicarse a la industria farmacéutica, donde sabía que la aplicación de sus investigaciones podía tener un mayor impacto social.
El 2019 finalizó y nadie se interesó en celebrar el centenario de su nacimiento. La prevención, al contrario que la curación, es ciertamente una materia intelectualmente desagradecida.