Primera línea de defensa

Póster de 1963 protagonizado por el personaje Wellbee (“la abeja del bienestar”), el símbolo nacional para la salud pública de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. La Wellbee anima a la población a inocularse con la vacuna oral contra la poliomielitis: «Está buena, funciona rápido y previene la polio»./ CDC/ Mary Hilpertshauser

La OMS informó este verano de 2021 de que la erradicación del virus que causa la poliomielitis ha dado, otra vez, un pequeño paso atrás. Eliminar este enterovirus es un objetivo técnicamente alcanzable, pero se resiste año tras año. En 2018 se documentaron solo 138 casos en todo el mundo, muchos de ellos en Afganistán y Pakistán, mientras que en 2020 se registraron 1.226.

Durante 2020, la pandemia de la COVID-19 obligó a suspender las campañas locales de vacunación contra la polio durante unos meses para proteger a las comunidades vulnerables de la nueva amenaza viral. Pero después de la pausa se han retomado con fuerza en unos cincuenta países y la Iniciativa Mundial por la Erradicación de la Poliomielitis ha elaborado una nueva estrategia para el periodo 2022-2026, aunque ya ha quedado desfasada con la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán.

Las dos vacunas existentes contra la polio se inventaron en los años cincuenta. Las dos presentan diferencias sobre todo en la forma de administración y el tipo de inmunidad que proporcionan. Jonas Salk inventó la vacuna contra la poliomielitis inactivada (VPI) en 1952. Es una vacuna de virus no infectivos, es decir, se obtiene a partir de viriones cultivados pero que han pasado por un proceso con formalina que los inactiva. La vacuna Salk se administra por inyección parenteral y proporciona inmunidad mediante anticuerpos plasmáticos. Es una vacuna segura que no protege contra la infección, pero evita que, en caso de producirse, esta progrese hacia una viremia alta, y evita así el riesgo de desarrollar la enfermedad.

La segunda es la vacuna contra la poliomielitis oral (VPO). La inventó Albert Sabin hacia 1957. Es una vacuna de virus atenuados, es decir, virus vivos pero debilitados y con dificultades importantes de replicación que causan un tipo de enfermedad muy benigna. También se obtienen por cultivo, pero, a diferencia de la vacuna VPI, no pierden del todo la capacidad infectiva, aunque es muy reducida. Su administración es oral. Recordemos que el virus de la poliomielitis es un virus de transmisión orofecal que penetra en el cuerpo por el sistema digestivo y encuentra los receptores de entrada en las células de la mucosa intestinal.

La vacuna oral contra la poliomielitis es más fácil de administrar y actúa en la primera línea de defensa, las células intestinales, donde genera una inmunidad humoral y celular de alta eficacia que puede durar toda la vida. La vacuna oral atenuada se considera más eficaz que la vacuna inactivada, aunque las primeras versiones generaron ocasionalmente un tipo de poliomielitis derivada de la vacunación. Las versiones actuales han resuelto este problema de seguridad. De hecho, si la humanidad acaricia el sueño de la erradicación de este virus intestinal, es gracias a esta vacuna oral.

«Eliminar el virus que causa la poliomielitis es un objetivo técnicamente alcanzable, pero se resiste año tras año»

Hasta el momento de escribir esta sección, todas las vacunas probadas por las agencias mundiales de medicamentos contra el coronavirus pandémico son de inyección parenteral. No evitan por completo la infección del SARS-CoV-2, pero sí que están mostrando una protección eficaz contra las formas más graves de la enfermedad. Comparten algunas características con la vacuna atenuada contra la polio, guardando las distancias, porque son vacunas tecnológicamente muy diferentes, y los dos virus también lo son.

En España, un equipo de científicos del CSIC está en proceso de desarrollar una vacuna de administración intranasal. Es decir, una vacuna que actuaría en la primera línea de defensa. El objetivo de esta vacuna es generar anticuerpos neutralizantes en las células respiratorias para dificultar que el virus penetre en el organismo; se detendría el contagio en la entrada a este y se evitaría la enfermedad.

La idea de una vacuna de primera línea contra el SARS-CoV-2 está fundamentada y promete. Os deseamos suerte e inversión.

© Mètode 2021 - 111. Transhumanismo - Volumen 4 (2021)
Profesora del Departamento de Genética de la Universitat de València.