La evolución de los contadores de historias

Durante más de 30.000 años los seres humanos hemos contado historias. Consciente o inconscientemente, transitamos nuestro día a día envueltos en ellas. Contamos historias personales y cotilleamos sobre las de los demás con colegas, amigos y familiares. Acompañamos nuestros quehaceres cotidianos con historias de la radio o de la televisión, salpicadas a su vez por narrativas manipulativas de políticos y publicistas. Cuando llegamos a casa después de un largo día, nada mejor que una historia, en forma de libro, serie o película, antes de ir a dormir y tejer nuestros sueños con más y más historias. Las historias son, valga la redundancia, un hilo conductor de nuestra historia como seres humanos. ¿Por qué?

Investigaciones recientes sugieren que las historias estimulan de forma extraordinariamente eficaz nuestro cerebro. Cuando oímos a alguien enumerar datos, nuestro cerebro responde activando las áreas propias del lenguaje (es decir, las áreas de Broca y Wernicke) y poco más. Sin embargo…

«Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…» y nuestro cerebro estalla de actividad. «Frente al pelotón de fusilamiento» disparará nuestra amígdala, donde residen las emociones. «Aquella tarde remota» nuestro hipocampo, donde reside la memoria. Y la cosa continúa: «Macondo era entonces una aldea […] a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos» esculpirá una escena prístina y delicada en nuestro lóbulo occipital, donde se conjuran las imágenes. Diversos estudios de resonancia magnética muestran cómo una buena historia nos sitúa en el epicentro de la acción de sus personajes y activa las áreas del cerebro que acompasan dichas acciones y hechos. Hasta tal punto que una buena narración llega a sincronizar la actividad del cerebro de un orador y su público, en una suerte de vals electromagnético.

Pero, ¿qué función cumplen estas respuestas neurológicas? Parece que las historias, al simular acciones, personas y escenarios reales, podrían explotar la obsesión de nuestro cerebro por vincular causas con efectos. La capacidad de extrapolar causas a partir de sus efectos, y por consiguiente de poder predecir, replicar o evitar efectos similares en el futuro, es un ingrediente elemental de nuestra cognición y, posiblemente, uno de los secretos de nuestro éxito evolutivo. Al actuar como lazo entre causa y efecto, las historias son especialmente efectivas a la hora de trasmitir conceptos, ideas y valores.

De hecho, estudios recientes sugieren que las narraciones orales pueden haber tenido beneficios evolutivos tanto a nivel individual como de grupo. Las historias de los agta, una población filipina de cazadores-recolectores, incluyen mensajes relevantes para la coordinación del comportamiento en una sociedad que depende del forrajeo colectivo. De hecho, los poblados con buenos narradores son más cooperativos que los que no los tienen, y los buenos contadores de historias tienen mayor éxito reproductivo de lo esperado. Parece, pues, que esta avidez por los relatos podría habernos conferido ciertas ventajas evolutivas. Narrar es, en definitiva, una de las formas más efectivas de sembrar ideas, pensamientos y emociones en nuestro cerebro. De los cuentos sobre expediciones de caza al albor de la lumbre en una cueva del pleistoceno a las novelas de García Márquez o el último éxito de Netflix, las narrativas son un pilar central de nuestra sociedad y, posiblemente, un elemento esencial de nuestra evolución como seres humanos

© Mètode 2021 - 109. El secuestro de la voluntad - Volumen 2 (2021)

Profesor de Zoología de la Universitat de València e investigador del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universitat de València (España). Doctor en Etología, ha trabajado fundamentalmente en el estudio de la evolución del comportamiento animal. Actualmente, sus investigaciones se centran en estudiar la evolución del envejecimiento y la comunicación animal, y en entender el papel que juega la ecología en la evolución de la selección y el conflicto sexual.