Señales extraterrestres

El nefasto año 2020 se despedía con una noticia sorprendente: la posible detección por el proyecto Breakthrough Listen de una señal artificial procedente de Proxima Centauri, ni más ni menos que la estrella más cercana al Sistema Solar.

Más allá del titular, mediante el radiotelescopio Parkes en Australia, el proyecto detectó una señal de banda estrecha centrada en la frecuencia de 982 MHz que provenía de un entorno de 16 minutos de arco alrededor de Proxima Centauri, lo cual incluye… varias decenas de estrellas más. Con todo, la señal en sí (bautizada BLC1–Breakthrough Listen Candidate 1) fue sumamente interesante por ser estrecha de banda y por su frecuencia.

Las señales de radio naturales son en su inmensa mayoría de banda ancha, esto quiere decir que las encontramos en cualquier posición del dial de nuestra radio. Por ejemplo, si durante una tormenta está escuchando la radio (sobre todo en AM) verá como cada relámpago produce en el altavoz un típico sonido ¡¡KRRRR!! independientemente de qué emisora esté oyendo: la señal de radio del relámpago permea a lo ancho de todo el dial. Y lo mismo ocurre con las señales producidas por auroras boreales, púlsares, tormentas solares, etc. En cambio, las señales artificiales usadas para comunicaciones son de banda estrecha, porque esto permite situar diferentes canales de comunicación en una misma zona del espectro electromagnético sin que se mezclen, así como minimizar el consumo de energía necesario para generarlas. De esta manera, RNE la puede escuchar (en Valencia) en la frecuencia de 774 kHz, pero no en los 769 o 779 kHz (el ancho de banda es de unos ±5 kHz). Eso no quiere decir que no haya en la naturaleza señales de radio de banda estrecha. Al contrario, una molécula o un átomo excitados pueden emitir una señal de este tipo al desexcitarse, y lo harán en una frecuencia correspondiente a la energía de excitación. Así, en los cometas podemos medir la emisión de banda estrecha de 1.420 MHz debida a la desexcitación de los átomos de hidrógeno de su cola. Pero la frecuencia de la señal BLC1 no coincide con la emisión natural de ningún átomo o molécula que abunde en el espacio, ni tampoco con la banda de emisión de nuestros satélites artificiales o naves espaciales, lo que la hace muy prometedora. Además, la señal muestra un corrimiento de su frecuencia similar al esperable por efecto Doppler de un emisor en rotación (por ejemplo, de un satélite artificial orbitando un planeta de Proxima Centauri).

Lamentablemente no había indicios de estructura o modulación en la señal, ni de que portara información, ni se la ha podido encontrar de nuevo en posteriores observaciones. Si realmente fuera un satélite emisor en algún planeta de Proxima Centauri, tendría poco sentido que lo hubieran apagado tras la detección. Recuerda así a la famosa señal Wow!, una potente señal de banda estrecha detectada en 1977 durante varios minutos por el radiotelescopio Big Ear que nunca volvió a ser detectada. Su corrimiento de frecuencias es similar al de otra famosa señal, la SHGb02+14a de 2003, encontrada en tres ocasiones desde el recientemente desaparecido Observatorio de Arecibo, pero tan débil que tal vez fuera una fluctuación del ruido de fondo. Junto con estas dos señales, BLC1 parece destinada a engrosar el listado de candidatos SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre, en sus siglas en inglés) prometedores pero misteriosos y sin confirmar.

Uno de los problemas que tienen muchos proyectos SETI es que idealmente deben realizarse a la vez desde dos radiotelescopios lejanos entre sí, a fin de poder descartar que una señal sea una contaminación debida a una fuente local, como tal vez ocurrió en este caso. Pero si ya cuesta pedir tiempo de observación para trabajar en SETI en un radiotelescopio, imagínese pedir para dos radiotelescopios a la vez.

© Mètode 2021 - 109. El secuestro de la voluntad - Volumen 2 (2021)
Investigador del Observatorio Astronómico de la Universitat de València.