Dentro de los insectos hay dos grandes grupos que se establecen en función de si tienen alas o no, es decir, están los insectos apterigotas (sin alas) y los pterigotas (alados). Hay un matiz muy interesante en esta división y es que la ausencia de alas (apterigotas) no es debida a una pérdida, sino a que esos insectos están a un nivel evolutivo en el que todavía no se ha producido la aparición de las alas. Es un grupo relativamente pequeño pero muy común. Son, por ejemplo, los colémbolos, muy abundantes entre la fauna de suelo, o los tisanuros, entre los que se encuentran los denominados «pececillos de plata» entre otros apterigotas. Los pterigotas, por el contrario, son el grupo más abundante y diversificado de entre los insectos y todos ellos se caracterizan por la presencia de alas. Estas alas, a lo largo de la evolución sufren modificaciones muy interesantes, basta ver la diferencia entre las alas de una mariposa, de un saltamontes o de una mosca. Entre esas modificaciones orientadas a una mayor eficiencia de las alas como estructuras para favorecer el vuelo, para captar energía o para ahorrar energía, es relativamente frecuente que estas alas desaparezcan, dando lugar a las especies ápteras, que se diferencian de los apterigotas en que en los apterigotas las alas no aparecieron y en las ápteras las alas han desaparecido.
Una vez sabido esto, las hormigas son insectos pterigotas (alados), incluidos dentro de la familia de los Himenópteros. Presentan la característica de ser sociales, con una fuerte división del trabajo, lo que ha propiciado que la casta obrera haya perdido las alas, es decir, sea áptera. Su actividad marcadamente realizada sobre el suelo hace que las alas pierdan funcionalidad y evolutivamente se haya facilitado su desaparición. Pero en los insectos sociales tiene que existir también una casta reproductora: las hembras y machos que se entrecruzarán para reproducirse y formar nuevos hormigueros. Estas castas retienen buena parte de las características de los insectos alados. En estas castas reproductoras, las alas son muy útiles para asegurar el entrecruzamiento entre machos y hembras procedentes de diferentes hormigueros y para asegurar la máxima dispersión o la colonización de nuevos territorios. Por esa razón, en los denominados «sexuados» o casta reproductora los cambios evolutivos no han llevado a la desaparición de las alas, sino que estas permanecen como himenópteros que son. Estos individuos reproductores aparecen solo en determinadas épocas del año, dependiendo de las especies.
En el caso de las hormigas, podríamos decir que hay producción de sexuados prácticamente todo el año o, mejor dicho, desde marzo-abril hasta octubre, es decir, todo el período en el que las hormigas y muchos otros insectos están activos. Lo que ocurre es que en la mayoría de los casos este fenómeno pasa desapercibido porque el tamaño o el número no es lo suficientemente grande como para que nos demos cuenta, de forma que las podemos confundir con cualquier otro insecto volador. Pero en nuestras latitudes quizás podía destacar una primera eclosión en mayo-junio para el género Lasius. Hormigas de color negro en general de unos 4 mm de longitud que podemos encontrar en nuestros jardines y de las que suelen producirse eclosiones masivas al caer la tarde que, a veces, resultan muy escandalosas. Pero quizás las más conocidas y llamativas sean las del género Messor, hormigas cuya longitud puede llegar a ser superior a un centímetro, con sexuados que superan el centímetro y medio de longitud y presentan abultados abdómenes. Aparecen de forma masiva incluso en las ciudades en el otoño y, habitualmente, después de las lluvias. Estos sexuados son buenos voladores y podemos encontrarlos en nuestras ventanas o en los coches y suelen ser noticia habitual en la prensa local.
Responde ALBERTO TINAUT RANERA, biólogo y catedrático de la Universidad de Granada especializado en taxonomía, ecología, fauna de montaña y biología de los formícidos.
Pregunta enviada por Alberto Sanjuán Sánchez.
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