Bacterias que comen tóxicos

Unos microorganismos pueden ser la clave para eliminar elementos tóxicos de suelos contaminados

Al igual que las bacterias de las de las depuradoras limpian el agua antes de ser devuelta al ambiente, existen algunos microorganismos que se utilizan para la eliminación de ciertos productos tóxicos en un ambiente contaminado. A este procedimiento se le denomina biorremediación y, aunque parezca un tema de ciencia ficción, ya se usan diversos seres vivos que nos permiten realizar esta tarea con gran eficacia. Científicos como Fernando Cobo, investigador de Hidrobiología Encoro do Con de la Universidad Santiago de Compostela, estudian este tema. En concreto, él trabaja sobre las floraciones de cianobacterias que pueden ser perjudiciales para el ambiente por los productos tóxicos que liberan al medio.

Un caso más cercano lo sacó a relucir un grupo de investigadores del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universitat de València. En su trabajo se analizaron las bacterias que se encuentran en el intestino de las larvas de dos especies de mariposa (Hyles euphorbiae y Britys crini). Entre la microfauna resultante encontraron algunas bacterias que eran capaces de degradar el látex y los alcaloides y se podrían utilizar en la biorremediación.

Iker Iranzo

El grupo de investigación valenciano publicó el pasado 28 de junio en Frontiers in microbiology su trabajo, en el cual analizaron la microbiota intestinal (conjunto de microorganismos que viven en un entorno específico denominado microbioma, en este caso el intestino) para investigar cómo era posible que ciertas especies de mariposas que habitaban en la Albufera pudiesen alimentarse en sus estadios iniciales de plantas herbáceas que a priori son tóxicas. «Son plantas como el lirio de mar (Pancratium maritimum) que tienen un contenido muy alto en alcaloides», recuerda Manuel Porcar, uno de los investigadores. Esta elevada concentración de químicos es el que utiliza la planta para evitar que se la coman.

Con el análisis sobre las bacterias que habitan en el intestino de estas larvas (análisis metagenómico basado en secuenciación de alto rendimiento del gen 16S rRNA), llegaron a la conclusión de que habita más de un género de microorganismos que puede descomponer los alcaloides (como el género Sphingomonas), el látex y el caucho (el caso del género Streptomyces) o ambos a la vez (como por ejemplo el género Pseudomonas). Sin embargo, lo que más destaca en el análisis es la elevada proporción del género Enteroccocus, y específicamente de la especie E. casseliflavus, que se observó que era capaz de formar un biofilm (asociación de bacterias de una misma especie sobre una superficie) que le permite estar en simbiosis con el insecto. Gracias a la similitud en la estructura química entre los carotenos y el látex, y a casos en los que esta especie cristaliza carotenos, permite hipotetizar a los investigadores sobre una posible vía de cristalización del látex, aunque «no se ha podido demostrar que haga lo mismo, sólo que puede vivir en grandes concentraciones de ese compuesto», puntualiza Manuel Porcar.

Iker Iranzo

A pesar de esto, las aplicaciones en el campo de la biotecnología podrían ser variadas, ya que se podría usar al organismo «al natural» o aplicar sus genes en otros seres vivos gracias a la ingeniería genética. Cabe recordar que también existen otras formas de aplicar la biorremediación, «podemos poner algún nutriente o compuesto en el ambiente que favorezca a las bacterias que nos interesa» recuerda Cristina Vilanova, otra de las investigadoras de este proyecto. Asimismo es cierto que el proceso de biorremediación puede afectar a algunos organismos del ambiente, por lo que siempre, antes de aplicar un procedimiento u otro, debemos preguntarnos «¿Va a beneficiarse el ambiente que vayamos a tratar o, por el contrario, saldrán más especies perjudicadas que beneficiadas?» plantean ambos investigadores y es que, antes de aplicar las diferentes técnicas debemos realizar un estudio sobre qué técnica sería la mejor y cuál proporcionaría un beneficio neto o cuál nos proporciona uno mayor teniendo en cuenta qué especies saldrían perjudicadas y cuáles beneficiadas. «También debemos tener en cuenta la cepa (conjunto de organismos de la misma especie, colonia o cultivo, que tienen las mismas propiedades) que aplicamos en el medio, ya que algunas son patógenas y, evidentemente, no se deben aplicar», destaca Manuel Porcar.

© Mètode 2016

Estudiante de biología de la Universitat de València.