Entrevista a Josep Bernabeu Mestre
«Hemos pasado página demasiado rápido»
Doctor en Medicina y Catedrático de Historia de la Ciencia
Josep Bernabeu Mestre es Doctor en Medicina y Catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad de Alicante. Su labor investigadora se centra en la historia de la salud pública, especialmente en el área de la epidemiología, así como en las dimensiones sociosanitarias de las situaciones de pobreza y miseria. Ha publicado un total de 29 libros como autor, editor o coordinador. Josep Bernabeu presenta este miércoles su último trabajo Pandèmia. Quan el passat és el pròleg del futur (Edicions del Bullent, 2022) en el Octubre Centre de Cultura Contemporània de València, dentro del ciclo de actividades «Espai Ciència». Conversamos con él sobre algunos aspectos claves de la pandemia de Covid-19 que trata en su libro.
¿Cómo surge la idea del libro?
Cuando en marzo de 2020 comenzó la pandemia me llamaron de distintos medios de comunicación, precisamente uno de los primeros artículos que me hicieron reflexionar lo publiqué en Mètode, «Las claves de una pandemia evitable». Participé en otras publicaciones colectivas y empecé a hacer una actividad que hasta ese momento no había hecho: reflexionar en redes sociales, especialmente Facebook, sobre lo que estaba pasando. En muchos casos, lo hacía mirando hacia atrás, para intentar explicar los motivos. Este proceso me sirvió para empezar a establecer una especie de diálogo con gente que se interesaba por lo que yo podía pensar como historiador de la salud pública. Como resultado de todo esto, en verano de 2021 decidí ponerme a escribir un ensayo de divulgación, en un lenguaje lo más entendible posible. Fue todo un reto, y por fin tenemos el resultado aquí.
¿Por qué mirar al pasado nos puede ayudar en una situación de crisis sanitaria como la actual?
Creo que esta es una cuestión muy importante. El libro empieza con una idea que no es mía, sino de un inmunólogo francés, «un microbio no explica una epidemia». En este caso, un virus es necesario, pero no suficiente para iniciar una pandemia. Ser consciente de lo que ha pasado puede ayudar a tomar consciencia de la complejidad de los factores que hay detrás de una pandemia. Una pandemia es una crisis que suele sumarse a muchas otras crisis, de carácter medioambiental, político e incluso cultural. A medida que la especie humana ha ido avanzando se ha hecho más compleja su relación con el medio ambiente, y esto ha supuesto que los factores que ocasionan una pandemia dependen cada vez más del ser humano. Por ello, adquieren la condición de evitables. Creo que la historia nos puede enseñar mucho sobre la evitabilidad y la falta de predicción de las pandemias.
Las epidemias no afectan igual a los países ricos y a los países en vías de desarrollo. ¿La pandemia de Covid-19 ha evidenciado las desigualdades ya existentes entre países?
Completamente. Desde el inicio mismo del fenómeno pandémico, durante la primera revolución agraria, las desigualdades siempre han estado presentes. Se estableció una relación entre malnutrición y enfermedad; la malnutrición es un elemento clave para entender estas desigualdades, que no solo se han mantenido a lo largo del tiempo, sino que además se han incrementado. Y la pandemia no solo ha afectado de manera desigual a los países más y menos desarrollados, sino que dentro de nuestro propio país y del primer mundo las desigualdades han sido brutales. Lo que pasa es que nos faltan datos para poder objetivar esto, porque desde el primer momento ha habido una gestión defectuosa de los datos que nos deberían permitir conocer exactamente cuál ha sido el impacto de esas desigualdades.
¿Los organismos internacionales han sabido dar una respuesta coordinada y global?
No. Categóricamente no. De hecho, uno de los ejercicios que hago en el ensayo es un repaso por los informes que año tras año hacían los directores generales de la OMS en las asambleas anuales. En ellos se ponía de manifiesto cómo se nos avisaba de que no estábamos actuando adecuadamente a nivel internacional para hacer frente a problemas que son globales. La Covid-19 es el epílogo incierto de un periodo epidemiológico que empieza en los años setenta del siglo pasado, periodo en el que apareció la crisis económica de 1973, la crisis brutal de las políticas neoliberales, la expansión de la globalización y su correspondiente impacto medioambiental, el inicio de las consecuencias más manifiestas del cambio climático, la cronificación de la pobreza, el desplazamiento de la población rural a los núcleos urbanos… . Todas estas circunstancias crearon el caldo de cultivo para que se produjeran las llamadas enfermedades emergentes, que empezaron en la primera ola de ébola. Estas enfermedades nos dieron un primer aviso muy importante con el SIDA, que además afectó directamente al centro geoestratégico del primer mundo. Recuerdo el informe que presentó el director general de la OMS en 1996, que dice de forma categórica: «ningún país está libre de una amenaza epidémica». Con el ébola de 2014 y 2016 se empezó a mostrar la gravedad de lo que podía pasar. Si no hubiera quedado reducida a un espacio geográfico concreto, podría haber sido una catástrofe mundial. En este momento se acelera el discurso de las autoridades sanitarias que avisaba de que no estábamos preparados para una pandemia.
Hay factores incontrolables, pero ¿hay otros que se podrían haber controlado mejor?
Creo que podríamos haberlo controlado absolutamente todo. Estábamos avisados de que podía ocurrir una pandemia de estas características. En el ensayo menciono un informe del Banco Mundial y de la OMS de septiembre de 2019 donde se hablaba explícitamente de que había una amenaza real de que comenzara una pandemia provocada por un virus respiratorio que se extendería muy rápidamente. El informe avisaba también de que no estábamos preparados. No se hizo nada, y a los pocos meses estalló la pandemia. También se debe pensar en qué hizo que se produjera esta zoonosis, es decir, el salto de un virus de una especie animal al ser humano. De nuevo, son esos contextos de miseria, pobreza, malnutrición y hacinamiento de personas en condiciones infrahumanas junto a muchos animales, los llamados mercados unidos. Es la misma situación que se produjo en 2003 con la neumonía asiática. Cuando pasó eso, las autoridades asiáticas dijeron que cerrarían los mercados unidos, pero no lo hicieron. Con esto quiero decir que el origen está en las zonas de pobreza y miseria, por lo tanto, depende de nosotros y es controlable. Además, la movilidad es un elemento muy importante, aunque reconozco que es más difícil de controlar. Pero, aun así, el reglamento sanitario internacional de 2005 ya explicaba cuáles eran los mecanismos que los países debían tener en cuenta para hacer un seguimiento eficaz de las enfermedades, y no se aplicó.
«Los factores que ocasionan una pandemia dependen cada vez más del ser humano»
¿Tenemos un buen sistema de alerta epidemiológica?
Desgraciadamente, no. Si coges el reglamento sanitario internacional y compruebas si se hace todo lo que se recomienda, verás que, incluso países con buena sanidad como el nuestro, no cumple con las recomendaciones. En España es cierto que tenemos un buen sistema de salud universal, y probablemente en ese sentido somos líderes, pero tenemos un sistema de vigilancia epidemiológica muy débil, porque arrastramos unas deficiencias estructurales por las que el sistema de salud ha dejado de lado la salud pública. En el libro destaco la necesidad de recuperar la cultura de la salud y la prevención. La historia nos muestra que ha habido momentos donde lo hemos hecho bien. Cuando estalló el cólera se tomó consciencia de que la mayoría de factores que estaban detrás eran evitables, y en este sentido era muy importante controlar las condiciones higiénicas, la cadena de transmisión… Se consiguió crear un consenso social sobre la importancia de la salud pública para salir de situaciones así.
El último número de Mètode incide en el concepto de una sola salud, es decir, la idea de que la salud de las personas, la de los animales y los ecosistemas están relacionadas. ¿Esta visión puede ayudarnos a mejorar las estrategias de prevención de los riesgos?
Totalmente. Creo que este concepto es fundamental, es algo que se debería recuperar, ya que al fin y al cabo todas las enfermedades emergentes de los últimos años tienen claramente un origen medioambiental. Debemos recuperar también la idea de trabajar para el bienestar de toda la humanidad. De hecho, existe una idea que afirma que actualmente la vulnerabilidad es universal, y esto nos debe llevar a buscar una acción global solidaria, porque si no, no seguiremos hacia delante. Lo que pasa es que hay una falta de independencia en los organismos sanitarios internacionales, que habrían de responder de manera efectiva a los intereses de todos, y no solamente a los de los países que más colaboran en estos organismos. El discurso de despedida del primer director de la OMS, en 1953, ya denunciaba que los países estaban empezando a dejar de enviar a la OMS expertos independientes y enviaban en su lugar a personas que respondían más a los intereses del país o región de origen.
Dígame una cosa que hemos hecho bien y otra que hemos hecho mal en esta pandemia.
La respuesta de los sanitarios es una de las cosas que se ha hecho bien. Si tengo que destacar algo, es esta respuesta de los profesionales de la salud y otros profesionales de servicios básicos. Se ha demostrado una capacidad de reacción, un sacrificio y una solidaridad importantes. Afortunadamente, el sistema sanitario ha respondido, pese a todas las carencias que teníamos y continuamos teniendo. Estas carencias son uno de los aspectos negativos: el sistema sanitario colapsó, hubo un retraso en el diagnóstico de personas con patologías crónicas, por ejemplo. La atención primaria se encuentra en una situación de agotamiento, tanto de la institución en sí como de muchos profesionales. Por otro lado, lo que se ha hecho mal es la gestión. En un primer momento, todos podemos entender el desbordamiento, podemos entenderlo en la primera y en la segunda ola, pero en la tercera ola repetir los errores no tiene ningún sentido. En el libro hablo mucho de la tensión entre economía y salud, que es una constante. Por otro lado, algo que denuncio es cómo se puede explicar que aun no tengamos un informe de un comité de expertos que evalúe qué hemos hecho bien y qué no.
¿Cómo ha afectado a las personas la llamada «infodemia»?
Recuerdo que en un informe de 2006 o 2007 sobre la gestión de las enfermedades ya se insistía precisamente en la necesidad de dar una información veraz, contrastada y coherente. Si recordamos los mensajes contradictorios que recibimos por parte de las autoridades sanitarias, vemos que esto no se cumplió. Durante los primeros meses de la pandemia insistí mucho por redes sociales en preguntarme por qué no se utilizaron los medios de comunicación para hacer pedagogía, por ejemplo, de las medidas sanitarias recomendadas. Además, se deben explicar las cosas muy bien, porque si no aparecen las voces negacionistas.
¿Cómo vivió usted la pandemia?
La viví mal, la verdad. Al estar metido en este mundo de las pandemias y epidemias me dio mucha rabia ver lo que estaba pasando. Fue en una entrevista en À Punt donde me di cuenta de que todo esto podría haberse evitado o, al menos, reducido su impacto. Me ayudó mucho este ejercicio de compartir por redes sociales y medios de comunicación.
Todas las voces expertas dicen que esta no será la última pandemia que nos afecte. Puede que no podamos evitar la aparición de un nuevo virus, pero ¿no podríamos evitar su propagación con lo que hemos aprendido a lo largo de la pandemia de Covid-19?
Me gustaría decir que sí, pero creo que no hemos aprendido nada. Se han sumado muchas crisis, muchas pandemias. Y además ahora debemos enfrentarnos a otras enfermedades que no son infecciosas y también tienen la condición de pandemia: la obesidad, el hambre, las enfermedades crónicas y degenerativas derivada en muchos casos de hábitos poco saludables… Hemos pasado página demasiado rápido.