Entrevista a Juli Peretó

«El error es el motor de la evolución»

Autor de Un planeta creativo: Cómo empezó la vida en la Tierra y cómo la fabricaremos en el laboratorio 

Juli Peretó

Una mirada rápida al despacho de Juli Peretó permite averiguar que la figura de Darwin y la teoría de la evolución tienen un papel clave en la biblioteca y en el día a día de este catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Valencia. Allí, rodeados de libros, artículos y documentos, y con el ambiente de trabajo de los laboratorios del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de fondo, conversamos con él sobre el libro que acaba de publicar en la editorial Alfons el Magnànim, Un planeta creativo: Cómo empezó la vida en la Tierra y cómo la fabricaremos en el laboratorio. Un libro donde trata de reflejar la trayectoria histórica de una serie de ideas relacionadas con el origen de la vida en el planeta Tierra, así como la posibilidad de que la ciencia pueda, en un momento determinado, construir seres vivos artificiales en el laboratorio. Un libro que nos descubre una historia apasionante de investigación científica y evolución del pensamiento, pero que también nos revela mucho sobre la visión personal de su autor y las experiencias vividas a lo largo de su trayectoria científica.

Este es un libro sobre el origen de la vida, pero ya en la introducción nos deja claro que no sabemos exactamente cómo pasó este proceso en el planeta primitivo, ni lo sabremos nunca.

Quería empezar de una manera un poco contundente para que nadie piense que la ciencia tiene respuestas definitivas a nada. Y en particular, una ciencia histórica como la biología aún menos. Cuando tratas de reconstruir un fenómeno que ha pasado hace miles de millones de años, en unas condiciones medio desconocidas, es difícil decir exactamente qué pasó. Pero eso no representa ningún problema. En biología nos ocurre como a los historiadores, trabajamos con restos materiales, pero no podemos aspirar a tener una seguridad de que las cosas fueron de una determinada manera, sino que aspiramos a hacer creíble una narración de cómo podría haber aparecido la vida en la Tierra.

Del mismo modo que nos sirve para reconstruir el pasado, conocer este proceso del origen de la vida, ¿nos puede ayudar a conocer más sobre el presente y sobre el futuro?

Sobre el presente sin lugar a dudas. Los seres vivos somos un producto histórico, somos un producto de la evolución. Conocer el proceso, los mecanismos y todas las vicisitudes que nos han llevado hasta aquí nos permite interpretar la biodiversidad contemporánea en términos de origen y de evolución. El futuro, en cambio… Creo que tenemos que ser también honestos en eso. No se puede predecir la evolución, los historiadores tampoco hacen predicciones porque no es posible. Esta imposibilidad de prever el futuro no viene solo por la complejidad del propio proceso, sino por aquellas contingencias absolutamente imposibles de predecir que pueden cambiar el curso de la evolución de manera radical.

Foto: Anna Mateu

En el prólogo, asegura que este libro es fruto de cosas que le han interesado y a veces obsesionado. ¿Cuáles son sus obsesiones sobre el origen de la vida y de la biología?

Básicamente, tratar de entender cómo ocurrió un fenómeno tan extraordinario como la aparición de la vida en el planeta. Y ahí hay otra obsesión paralela y es que siempre he estado convencido de que para entender cómo son las cosas, debes conocer el proceso evolutivo de las ideas, es decir, el origen de los conceptos. Me ha gustado leer a los autores originales y tratar de entender por qué en un momento determinado las cosas se podían explicar de una manera y luego han ido cambiando. Para mí también es importante que estos ingredientes de pensamiento y de ciencia no estén desligados de otras expresiones culturales y por eso invité a Manuel Boix para hacer las ilustraciones y tuve la suerte de que Carlos Briones me regalara un poema inédito.

Pero, ¿qué es la vida? Porque dedica dos capítulos a responder a esta pregunta desde diferentes perspectivas. ¿Es una cuestión más compleja de lo que parece?

Es una pregunta bastante más compleja. Incluso hay filósofos que dicen que no es posible definir la vida. Pero yo creo que es interesante hacerse esta pregunta, porque el proceso de discusión, de debate y de tratar de definir la vida nos enseña mucho. No tanto el tener una definición acabada, sino coger los elementos que creamos que son esenciales para una vida mínima y discutir sobre ellos. Pero también hay un aspecto puramente práctico, y es que ahora mismo se habla de la posibilidad de detectar formas de vida fuera del planeta Tierra. Hay una posibilidad real de que esto pueda pasar. Necesitamos una serie de criterios para saberlo, al igual que si yo practico la biología sintética y estoy en un laboratorio, ¿cómo sabremos si he creado un objeto vivo? ¿Cuáles son los criterios que demarcarán si efectivamente hemos fabricado vida o no? A mí me ha fascinado el anhelo de muchos científicos de hace un siglo de simular o fabricar en el laboratorio formas vivas, un anhelo que continúa hoy en día con la biología sintética. Algún día alguien proclamará que efectivamente ha fabricado una célula artificial.

En el libro cita a Esther Cross, autora de La mujer que escribió Frankenstein, que dice: «Frankenstein era un científico equivocado porque dimitió de la responsabilidad hacia su experimento». ¿Hasta qué punto son importante las cuestiones éticas en biología sintética?

La discusión ética es importantísima. Y la cita de Esther Cross es que me hizo gracia cuando leí su libro, porque es lo que yo pensaba. Efectivamente, Frankenstein es un científico muy competente. Es capaz de devolverle la vida a un ser inanimado. En este sentido, tiene éxito. El fracaso no es haber construido el monstruo, el fracaso es no asumir la responsabilidad de este resultado. Por lo tanto, yo creo que aquí es importante como metáfora de la relevancia que tiene el análisis de las consecuencias de hacer determinadas cosas y cómo gestionar estas consecuencias a escala social.

Cuando hablamos de creación de vida en un laboratorio muy a menudo tenemos en mente este referente de Frankenstein, pero ¿de qué tipo de vida nos referimos si hablamos de biología sintética?

Nos referimos a un tipo de vida mínima, como podría ser el caso extremo de una bacteria muy elemental. Esto representa un reto fabuloso, porque las bacterias más simples son muy complejas. Al igual que el proceso de intentar definir la vida, el proceso de fabricarla también nos puede ayudar a entenderla. Yo soy un convencido de que el principal beneficio de esto será saber mejor cómo funciona la vida, cuáles son los elementos mínimos necesarios para que algo esté vivo y, por lo tanto, estamos hablando de formas de vida muy simples, mínimas, muy elementales.

Del mismo modo que cuando hablamos de creación de vida en el laboratorio pensamos en el personaje de Mary Shelley, si hablamos de vida extraterrestre quizás nos vienen a la cabeza automáticamente hombrecillos verdes. Pero ¿es muy posible que la vida que encontramos más allá de la Tierra sea también microscópica?

Encontrar vida microscópica en otro lugar del sistema solar sería uno de los hitos intelectuales y científicos más grandes de la historia. En Marte, las misiones actuales están orientadas a encontrar vestigios de vida del pasado. Por una sencilla razón, al principio de todo hace unos 4.000 millones de años, la Tierra y Marte eran muy parecidos. Por lo tanto, no es extraño suponer que si en la Tierra apareció la vida, dadas estas condiciones similares, en Marte también hubiera podido darse. La cuestión es que la vida sí ha tenido opciones de continuidad aquí y en Marte no. La vida apareció en la Tierra y encontró las condiciones de continuidad, pero podrían haber fallado las cosas de múltiples maneras y no estar nosotros hablando ahora de esto. Como dice el poema de Carlos Briones que hace de prólogo de mi libro, «pude no ser».

En el libro hace referencia a un episodio que fue muy mediático en 2010, el anuncio de la NASA del hallazgo de una bacteria capaz de sustituir el fósforo por el arsénico y se presentó como un hallazgo astrobiológico que cambiaría nuestra forma de buscar vida extraterrestre. Un hallazgo que además se demostró falso.

No es la primera vez ni la última que la NASA hace un show para atraer la atención y los fondos económicos. Lo de la vida arsénica realmente fue un ridículo espantoso. Que un artículo se publique en la revista Science, que es una de las más respetadas, simultáneamente con una docena de refutaciones. Eso no había pasado nunca. Y el artículo sigue publicado. No se ha retirado nunca. Aquí la revista Science también tiene una responsabilidad. Yo lo considero escandaloso, porque puede haber motivos más o menos espurios, políticos o económicos, pero que daña la imagen de la ciencia.

Fernando Ballesteros, en relación a estos anuncios mediáticos de la NASA, habla de «marketing de la vida».

Evidentemente, y en especial en el contexto cultural de los Estados Unidos, que tienen esta gran afición, por decir lo de alguna manera, a la ciencia ficción y a la existencia de extraterrestres.

Foto: Anna Mateu

En el libro habla de muchos científicos. Algunos claves en la historia de la ciencia, otros que has podido conocer personalmente como Lynn Margulis. ¿Por qué es importante esta bióloga en la historia del origen de la vida?

El libro quiere ser también un homenaje a los autores que me han influido tanto a través de la lectura como del conocimiento directo. Lynn Margulis fue una persona que me influyó, me impresionó y me fascinó también por su forma de ser y por la ciencia que hizo. Su principal aportación fue ampliar a Darwin. Darwin nos enseña que los seres vivos están en la punta de unas ramas que han ido bifurcándose a lo largo de la historia evolutiva. Lo que no pensó Darwin es que también podría pasar que, en vez de bifurcarse, las ramas se fusionaran y crearan algo nuevo. Y esa es la aportación de Lynn Margulis.

Hace unos meses, publicamos una entrevista a Andreas Wagner, a quien también cita en el libro, y nos decía que «la biología nos enseña que a veces puede ser importante tolerar los errores». ¿Está de acuerdo?

Es que el error es el motor de la evolución. La realidad está llena de imperfecciones y a través de estas, la evolución crea. De ahí el título del libro, Un planeta creativo. Las cosas no son perfectas. Los sistemas generan su propio ruido y sus propios defectos, pero siempre dentro de unos límites. Evidentemente, cuando estos defectos o estos ruidos traspasan determinadas fronteras, el sistema entra en crisis o colapsa. Pero, mientras se mantiene dentro de estos límites, esto es lo que hace posible que el sistema encuentre una solución ante una situación cambiante.

Estos errores tienen dos caras también. Nos permiten evolucionar y adaptarnos, pero también son el origen de enfermedades.

Las cosas pueden fallar por muchos lados. Es un precio que hay que pagar.

© Mètode 2023

Graduada en Ciencias del Mar y estudiante del Máster en Biodiversidad y Conservación de Ecosistemas (Universitat de València).