Buscando vida más allá de Neptuno

Astrofísicos dirigidos por Michaël Gilon descubren exoplanetas con condiciones para la habitabilidad

exoplanetas de Trappist-1

Antes de hablar en condicionales y sobre especulaciones, hay que asentar las bases. Entonces, lo más básico: ¿qué es un exoplaneta? En términos generales, se trata de cualquier planeta que orbite una estrella diferente al Sol, es decir, que no pertenezca a nuestro sistema solar. El motivo que nos lleva a estar, aquí y ahora, hablando de planetas a miles de años luz de nosotros es el descubrimiento del equipo de la Universidad de Lieja dirigido por el astrónomo Michaël Gilon: condiciones de habitabilidad en el sistema Trappist-1. En este sistema, los exoplanetas orbitan Trappist-1, una estrella enana y ultra fría, a una distancia cercana a los 39 años luz de nosotros. De los siete planetas que orbitan a su alrededor, todo indica que hay tres que están dentro de la considerada zona de habitabilidad, esto es, la ubicación idónea para que pueda haber agua en estado líquido en la superficie.

Los exoplanetas

La primera detección de un exoplaneta, Dimidio, se hizo en 1992 pero no se confirmó hasta 1995 por Michel Mayor y Didier Queloz. Después de este hecho, el número de planetas extrasolares no ha hecho más que aumentar a un ritmo vertiginoso. Ahora bien, con más de 3.500 exoplanetas descubiertos, ¿el término planeta sigue siendo adecuado para referirnos a lo que está más allá de Neptuno? Los expertos no lo creen. Fernando Ballesteros, jefe de instrumentación del Observatorio Astronómico de la Universitat de València, considera que la definición de planeta debería basrse únicamente en de qué están hechos y no en alrededor de qué orbitan. En cambio, David Barrado, investigador del Centro de Astrobiología del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), cree que, por el momento, «la definición funciona bastante bien para trabajar».

Planeta del sistema Trappist-1

Recreación de la superficie de un planeta del Sistema Trappist-1. / Imagen: NASA – JPL-Caltech

Zona de habitabilidad

Desde hace unos años la vida extraterrestre es una especulación que va mucho más allá de las películas de ciencia ficción. Los expertos afirman que para que tal hecho se pueda dar, son necesarias una serie de condiciones: el agua líquida es la constante que se repite. El sistema Trappist-1 tiene tres de los siete planetas en la llamada zona de habitabilidad, cosa que permitiría, en un principio, albergar agua en estado líquido. Es decir, estos tres exoplanetas –Trappist-1E, Trappist-1F y Trappist-1G– están lo suficientemente cerca de la estrella como para que se dé la posibilidad de tener océanos en estado líquido, siempre y cuanto cuenten con atmósfera.

«Esta región de habitabilidad depende esencialmente de la masa y la edad de la estrella. Hay unos factores que podrían ampliar la zona, pero la actividad geológica es esencial para el desarrollo de la vida», comenta David Barrado.

A pesar de esta esperanza, los expertos ven improbable comenzar una carrera espacial en busca de vida. Fernando Ballesteros opina que «los sistemas que están alrededor de una enana roja tienen que estar muy cerca para que haya agua, lo que provocaría un anclaje gravitatorio, es decir, siempre mostrarían la misma cara a la estrella y sería complicado tener una temperatura normal, ya que no habría un repartimiento equitativo».

Comunicación astrofísica: el poder de la NASA

Detrás de todas las personas con perfiles muy variados que trabajan en la NASA, hay un equipo de comunicación que ha conseguido hacer suyo un descubrimiento en el que solo eran partícipes. El grupo de investigadores que ha llevado a cabo el descubrimiento está bajo la batuta de Michaël Gillon, del Instituto de Astrofísica y Geofísica de la Universidad de Lieja en Bélgica. Los medios de comunicación no fueron más allá de los datos proporcionados en la rueda de prensa de la agencia espacial norteamericana y los títulos como «La NASA descubre…» fueron los más habituales que se leyeron el día después de la publicación del descubrimiento de la zona de habitabilidad en Trappist-1.

David Barrado reflexiona sobre el prestigio internacional de la NASA y las campañas de comunicación en las que se invierten millones de dólares. El astrónomo asegura que en el caso de Europa no pasa lo mismo. La Universidad de Lieja apenas hizo una rueda de prensa sobre este descubrimiento, aunque bastante antes, en mayo de 2016, ya hablaban en su página web de Trappist-1, pero ningún medio generalista se hizo eco de la noticia.

«La NASA crea, en muchos casos, una expectación irreal. Es por eso que nos cansamos de este modelo de comunicación y al final no hacemos nada»

Fernando Ballesteros cree que tiene que ver con la política de comunicación y los problemas legales del Observatorio Europeo Austral (ESO, en sus siglas en inglés) y, en general, con los problemas de comunicación científica de los europeos. «La NASA crea, en muchos casos, una expectación irreal, como en la noticia del arsénico, que después no tenía nada que ver. Es por eso que nos cansamos de este modelo de comunicación y al final no hacemos nada». Barrado es de la misma opinión, pero añade que «los periodistas también tienen que ver aquí». Según el astrónomo: «Los medios solo se quedan con una fuente, la NASA, y olvidan el resto. Despersonalizar al equipo de Gillon y englobarlo en investigadores, solo hace que cojan distancia de la sociedad y no nos vean como parte de ella».

© Mètode 2017

Graduada en Periodismo y estudiante del Máster en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica de la Universitat de València.