La devastación de los vergeles sumergidos del Mediterráneo
El impacto del fondeo sobre la posidonia en las Islas Baleares
El níxol perfecte per a la planta de posidó
Las islas Baleares (Mallorca, Menorca y el archipiélago de Cabrera) y las Pitiúsas (Ibiza, Formentera y los islotes de Tagomago, Conillera, Es Vedrà, S’Espardell y S’Espalmador) son el archipiélago que emerge de la continuación en el mar de las cordilleras Béticas. Se sitúan a 170 km de distancia de la costa valenciana, separadas de esta por un canal que supera los 1.000 metros de profundidad (Álvarez, Grau, Marbà y Carreras, 2015). Su climatología mediterránea de carácter subhúmedo, la lejanía a las zonas de enfriamiento de masas de agua (el estrecho de Gibraltar y el golfo de León), así como la escasa cantidad de ríos debido a la alta permeabilidad de los materiales rocosos que las forman son las causantes de la excepcional transparencia y oligotrofia de sus costas. Allí donde coinciden aguas transparentes, salinidad estable y fondos poco profundos de arena y roca encontraremos el ecosistema estrella del Mediterráneo: las praderas de posidonia (Posidonia oceanica).
Esta fanerógama marina endémica del Mare Nostrum es la más extensa y estudiada de toda esta región gracias a su gran valor como especie estructural generadora de hábitat y su incalculable valor ecosistémico. Como planta superior, tiene una estructura compleja formada, por una parte, por la mata, que es toda la parte que queda enterrada de la pradera, compuesta por los rizomas (ortótropos y plagiótropos), las raíces y el sedimento intersticial. En su máximo desarrollo, genera estructuras escollo-barrera que pueden alcanzar los 100.000 años de antigüedad (Arnaud-Haond et al., 2012). Por otro lado, está el estrato foliar, que es parte del organismo que queda por encima del fondo; lo forman las hojas que crecen desde los ápices de los rizomas, agrupadas en haces de entre cuatro y ocho hojas. Estas miden alrededor de un centímetro de anchura y pueden alcanzar hasta un metro de longitud en el mejor de los casos.
«Allà on coincideixen aigües transparents, salinitat estable i fons poc profunds d’arena i roca trobem les praderies de Posidonia oceanica»
principalmente de manera asexual mediante estolones, aunque también es capaz de producir inflorescencias hermafroditas que desarrollan unas semillas muy características llamadas comúnmente «aceitunas» u «olivas de mar». Los rasgos que la hacen tan importante son muchos y variados: oxigena las aguas, contribuye a hacerlas transparentes, amortigua el oleaje y las corrientes, retiene el sedimento allá donde se establece, y además es generadora de multitud de microhábitats que son aprovechados por numerosas comunidades de organismos (invertebrados sésiles y epífitos, numerosas especies ícticas –incluyendo algunas de interés pesquero–, aves marinas, reptiles y especies amenazadas). Incluso cuando muere, la posidonia continúa proporcionando beneficios ecosistémicos, ya que proporciona carbono orgánico a la cadena trófica, y cuando se acumula en las playas genera biodiversidad intersticial y contribuye al buen funcionamiento de las dinámicas sedimentarias litorales, lo que ayuda a mantener la configuración del perfil costero.
Por otro lado, el ser humano ha utilizado la posidonia de forma tradicional para abonar los campos, para envolver objetos frágiles que debían ser transportados, e incluso como planta medicinal, macerada con alcohol para facilitar la cicatrización de las heridas. Sin embargo, en la actualidad se utiliza como centinela de la calidad de las aguas así como para monitorear los cambios que ocurren en el ecosistema en conjunto. Además, la biodiversidad que se genera a su alrededor permite la proliferación y exportación de reservas pesqueras.
En el litoral balear, la extensión y distribución de las praderas es imprecisa, ya que hasta hoy en día no se ha elaborado una cartografía completa. La versión más actualizada puede consultarse en el visor de la Infraestructura de Datos Espaciales de las Islas Baleares1 y es el resultado de las ecocartografías elaboradas durante el proyecto LIFE-Posidonia y del plan cartográfico del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Si nos basamos en la información disponible, pueden existir por lo menos 633,16 km² de praderas distribuidas de forma desigual, la mayoría de ellas concentradas en Mallorca y las Pitiúsas (Álvarez et al., 2015).
La comunidad científica, a través de la Red de Monitorización de las Praderias de Posidonia de las Baleares, coordinada por el Instituto Mediterráneo d’Estudios Avanzados (IMEDEA), ha monitoreado anualmente un total de 71 praderas para conocer sus tendencias naturales así como sus condicionantes ambientales, su respuesta al impacto de las actividades humanas y su estado de conservación. La evaluación del estado de las praderas se calcula principalmente a través de la tasa de cambio de su cobertura o densidad (medida con fotografías aéreas o por satélite, o bien haciendo un seguimiento directo de parcelas permanentes) o mediante estimaciones demográficas basadas en las series temporales. Estos parámetros permiten clasificar las praderas en tres estados de conservación: estable, en expansión o en regresión. Los resultados de los estudios de la red de vigilancia muestran que el 70 % de las praderas que se estudian siguen una tendencia estable o están bien conservadas. Tres de ellas se encuentran claramente en regresión a causa de la actividad humana, dada su proximidad a puertos o zonas litorales en construcción. Por otro lado, el balance demográfico basado en datos de los últimos veinte años muestra una tendencia general al declive, ya que registran un descenso anual de –6,9 % (Marbà, Díaz-Almela y Duarte, 2014). Las praderas también las han estudiado las administraciones, con el fin de implantar la Directiva Marco del Agua, que mide la calidad de las masas de agua a partir de índices que utilizan Posidonia oceanica como bioindicador (Posidonia Oceanica Multivariate Index o POMI). Sus resultados revelaron una disminución en la calidad de las aguas entre el año 2005 y el 2009, ya que muchas cambiaron su clasificación de estado de «muy bueno» a «bueno», tal como muestra el informe técnico emitido por el Gobierno de las Islas Baleares el año 2011.
El impacto del ser humano en las praderas baleares
Son muchas las actividades humanas que tienen efectos negativos sobre las praderas de posidonia: principalmente, los vertidos de aguas residuales y de salmuera, la modificación y urbanización de la línea de costa, la acuicultura, la pesca ilegal de arrastre y el fondeo de embarcaciones. Hay que tener en cuenta que todas estas actividades se ven agravadas en el escenario de cambio climático y acidificación que vivimos. En el caso de las islas Baleares, desde los años cincuenta, su economía está fuertemente ligada a la actividad turística y, como consecuencia, los tipos de impacto más importantes que afectan a la posidonia están condicionados por este hecho, así como por la escasa capacidad de almacenamiento de agua en superficie citada en el apartado anterior y la mala gestión de las desaladoras y depuradoras.
En primer lugar, como hemos visto, las praderas que rodean el archipiélago balear son extensísimas y ocupan gran parte de sus costas, de forma que la mayoría de las infraestructuras que se han construido en el litoral así como los puertos –especialmente durante los últimos setenta años– han tenido un impacto directo en las praderas. Muchas de las infraestructuras portuarias se erigieron directamente sobre praderas, de forma que estas quedaron automáticamente sepultadas por el sedimento o fueron destruidas durante los dragados. Las urbanizaciones construidas en primera línea de costa, así como la regeneración de playas –práctica desgraciadamente común que consiste en rellenarlas con arena externa, a gusto del turista de sol y playa– modifican las dinámicas sedimentarias, lo que aumenta la erosión en las costas, enturbia el agua y en muchos casos, hace retroceder las praderas próximas.
«En la actualidad, la posidonia se usa como centinela de la calidad de las aguas y para monitorizar los cambios en el ecosistema»
Por otro lado, como la permeabilidad geológica de las islas es tan alta, la gestión y almacenamiento del agua es complicada y se han construido muchas desaladoras. Este proceso de depuración del agua genera masas de salmuera caracterizadas por altos valores de salinidad, que en muchas ocasiones se vierten al mar sin ser tratadas. A menudo, estos vertidos, así como los de emisarios de aguas residuales, se hacen a poca profundidad sobre las praderas muy próximas a ellas, lo que afecta negativamente al desarrollo de la fanerógama marina. Otro gran causante del deterioro de las praderas son los emisarios de aguas urbanas y fecales. Estos introducen masivamente materia orgánica que puede desencadenar procesos de eutrofización en el medio marino. Este fenómeno consiste en el aumento súbito de nutrientes en la columna de agua, de los cuales se alimenta el plancton. Al consumir más de lo que es habitual, el plancton acaba con el oxígeno del ecosistema y produce la muerte por asfixia del resto de los organismos. Además, la proliferación del plancton enturbia el agua y dificulta el paso de la luz hasta el fondo, donde se encuentran las praderas.
El fondeo de embarcaciones
No obstante, el tema que ha estado en boca de todo el mundo en los últimos veranos ha sido el efecto del fondeo de embarcaciones sobre las praderas de Posidonia oceanica. Ni que decir tiene que la masificación turística es una realidad en las islas así como en otras regiones costeras del Mediterráneo. De hecho, este crecimiento drástico del sector turístico produce inevitablemente una intensificación del impacto que el ser humano ejerce en el medio ambiente, bien por el aumento de las actividades deportivas en la costa, bien por el desbordamiento de las infraestructuras de gestión de residuos por culpa del drástico crecimiento demográfico estacional.
Según los datos que publica el Gobierno de las Islas Baleares en el anuario sobre turismo en las islas, un total de 16.339.756 turistas visitaron el archipiélago en 2017 (Gobierno de las Islas Baleares [GOIB], 2018). De esta enorme cifra, gran cantidad de individuos probablemente se desplazaron hasta las islas para realizar turismo náutico motivados por el buen clima y la alta calidad de sus calas. Este tipo de turismo, tal como describe el monográfico publicado en la Col·lecció d’Estudis Turístics (GOIB, 2008), lo ejercen en un 91 % no residentes con una característica común: mayoritariamente desarrollan profesiones liberales y son propietarios de empresas o altos cargos ejecutivos. De este turismo se deriva el impacto ambiental debido al fondeo de embarcaciones.
Durante los meses de verano, los puertos y las playas baleares están saturados por cientos de barcos: tal como muestran los informes del GEN-GOB (Grup d’Estudis de la Natura – Grup Balear d’Ornitologia), durante el año 2016 se registró una media de 140 yates fondeados por día en calas altamente frecuentadas como la de Talamanca en Ibiza (GEN-GOB, 2018). La problemática llega cuando este fondeo, en lugar de efectuarse de forma adecuada sobre fondo de arena, se hace sobre pradera. En estos casos, la cadena, el ancla o ambas se dejan caer sobre la Posidonia oceanica y rompen los rizomas que encuentran, e incluso arrancan de raíz la pradera. Así se generan las cicatrices características en forma de calvas o carriles que es frecuente encontrar en las praderas impactadas. Por otro lado, mientras el barco está fondeado, el borneo de la embarcación producido por el oleaje, que hace oscilar la cadena, puede llegar a causar destrozos de grandes superficies.
La gravedad del impacto sobre el ecosistema variará en función de varios factores: la eslora del yate, la tipología del ancla, la frecuencia y densidad de los fondeos y la profundidad a la que se llevan a cabo. Cuanto más grandes sean los yates, más tiempo permanezcan fondeados y mayor sea la densidad y frecuencia de fondeo en la zona, más devastador será el impacto producido. Desgraciadamente, varios estudios han revelado que el impacto no acaba cuando se leva el ancla y se detiene la destrucción mecánica, sino que, cuando esta agresión es muy grave o continuada en el tiempo, puede desencadenarse una serie de procesos en cascada que pueden degradar el ecosistema y hacer que la pradera retroceda. Los rodales generados después del fondeo fragmentan el hábitat, que difícilmente volverá a su configuración inicial a causa de los bajos índices de crecimiento de Posidonia oceanica, que oscilan entre 1 y 6 cm al año (Marbà et al., 1996). En cambio, estas cicatrices son un nicho que rápidamente pueden ocupar especies oportunistas o invasoras como Caulerpa racemosa var. cylindracea, que ha producido y continúa produciendo muchos problemas desde que se diseminó por el Mediterráneo alrededor de 1926.
A este cambio en la estructura ecosistémica de las praderas, se añaden los cambios en el sustrato del lugar donde se ha arrancado pradera. El sedimento cubierto de pradera se alimenta de las hojas más viejas que se desprenden de la fanerógama marina con el paso del tiempo, así como de los epífitos y los organismos que viven asociados. Además, este se oxigena gracias a la gran capacidad fotosintética del estrato foliar. Pues bien, el anclaje sobre las praderas induce un cambio en el sustrato: favorece la continua resuspensión del sedimento y hace que este sea progresivamente sustituido por partículas finas. Además, la mata muerta que queda sobre el bentos genera una gran aportación de materia orgánica que sirve de alimento para la comunidad microbiana del sedimento, el estrato trófico encargado de la descomposición de la materia orgánica. Una alta proliferación de descomposición representa un gran consumo de oxígeno, de forma que el sedimento se convierte en anóxico y se favorece el aumento de hidrogensulfuro (H2S), sustancia liberada durante el metabolismo microbiano. Según algunos estudios, cuando la concentración en agua de hidrogensulfuro llega a 10μm, es tóxica para Posidonia oceanica y limita su crecimiento, lo que dificulta la recolonización de la posidonia y facilita la expansión de las calvas (Calleja, Marbà y Duarte, 2007).
Proyectos y herramientas para la vigilancia y conservación de las praderas
El IMEDEA y el GEN-GOB hace años que caracterizan esta y otras amenazas que afectan a los ecosistemas marinos de muchas formas. En 2018, ambos han ganado la primera edición del premio del Save Posidonia Project. Estos premios forman parte de la iniciativa, impulsada por el Consejo Insular de la isla de Formentera, que tiene como finalidad concienciar sobre la importancia de las praderas y recaudar fondos exclusivamente para conservarlas. El IMEDEA ha ganado con su proyecto «Antroposi», cuyo objetivo es averiguar cómo afectan las actividades humanas sobre las praderas. Este proyecto evaluará el efecto de la eutrofización proveniente de los emisarios submarinos, el tránsito marítimo y el impacto de los residuos que vierten los yates. Además, están desarrollando hasta el 2021 el proyecto «El bosque marino», que pretende regenerar zonas degradadas mediante la plantación de estolones de Posidonia oceanica en Santa Ponsa (Mallorca) y Talamanca (Ibiza). El GEN-GOB, por su parte, presentó un estudio de diagnóstico de las zonas de fondeo en el litoral de Formentera que se desarrollará durante los próximos dos años y en el que se ha enmarcado la campaña de verano de fondeos de este año. En 2013, el GEN-GOB creó el proyecto «El mar, una responsabilitat compartida», destinado a promover la gobernanza del medio marino, la cooperación y el trabajo en red para conseguir el uso sostenible de los recursos marinos. Este proyecto también tiene por objetivo contribuir a sensibilizar a la sociedad sobre las problemáticas ambientales del medio marino y elaborar estudios e informes sobre el impacto ambiental y el estado de conservación de las praderas de Posidonia oceanica. Cada año realizan en verano una campaña para evaluar el impacto de los fondeos utilizando herramientas AIS (sistema de identificación automática, en las siglas en inglés), fotografía, buceos y caracterización cualitativa de las praderas. Además, han fomentado los procesos participativos en zonas de la Red Natura 2000 organizando talleres y jornadas, y haciendo alegaciones tanto a los planes de gestión de los espacios protegidos como al Decreto sobre la conservación de Posidonia oceanica, que comentaremos más adelante.
Por otro lado, otras asociaciones civiles e instituciones públicas han desarrollado varias aplicaciones móviles para facilitar el acceso a la información sobre las praderas y facilitar las buenas prácticas en el fondeo. Estas son, por ejemplo, el portal de fondeos y el visor de ayuda a fondear del Gobierno de las Islas Baleares y la aplicación Posidonia Maps de la Asociación Vellmarí. Esta última ha sido impulsada por Manu San Félix, biólogo marino con una larga trayectoria en la conservación de esta fanerógama marina en Formentera y director de fotografía submarina de la revista National Geographic.
De la caracterización del impacto a la protección
Si bien la tendencia progresiva del impacto del ser humano sobre el litoral balear durante el último medio siglo es claramente creciente, también ha aumentado la conciencia social hacia los problemas medioambientales. El aumento de la preocupación tanto de la sociedad como de la comunidad científica sobre la temática aquí tratada se ha traducido en gran cantidad de normativa y fondos de financiación para la conservación de los ecosistemas en general, y de las praderas de fanerógamas marinas en particular.
«Las cicatrices causadas por el fondeo en la pradera son un nicho que rápidamente pueden ocupar especies oportunistas o invasoras»
La primera vez que Posidonia oceanica aparece en un convenio medioambiental como especie que hay que proteger fue a raíz de la modificación de los convenios de Berna y Barcelona en los años 1996 y 1999, respectivamente. Pero los pioneros en protección fueron los franceses, que ya en 1986 decretaron la Loi littorale a través de la cual se protegían las praderas marinas con interés ecológico. También fue muy importante el nacimiento de los proyectos LIFE en 1992, un instrumento de financiación de la Unión Europea. Décadas después de su punto de partida, se ha traducido en mejoras sustanciales en el conocimiento y protección de las praderas por todas las islas Baleares. En 2004 empieza a ser operativa la Red Natura 2000, que ofrece herramientas para protejer espacios naturales con especiales características en términos de biodiversidad y funcionalidad ecológica. Esta red nace amparada en la Directiva Marco del Agua del Parlamento Europeo creada el año 2000 y actualmente la encontramos extendida por todo el archipiélago balear. En las islas Baleares y las Pitiúsas, la normativa de protección de la posidonia empieza en los años ochenta, con la instalación de arrecifes de protección para evitar la pesca de arrastre en las praderas, especialmente vulnerables a esta actividad. En 1993 se regula la pesca y el marisqueo sobre estas y durante el resto de la década empiezan a declararse los primeros espacios protegidos en las islas. Pero no es hasta finales de los noventa y principios de los 2000 cuando, gracias a la creación de la Red Natura 2000, se toma más en serio la protección de los ecosistemas marinos. En la actualidad, nos encontramos con un total de siete reservas marinas y un parque nacional: Reserva Marina del Norte de Menorca (creada en 1999); Reserva Marina de la Bahía de Palma (1999); Reserva de los Freus de Ibiza y Formentera (1999); Reserva del Migjorn de Mallorca (2002), Reserva de Calvià, que incluye la isla de Toro y las islas Malgrats (2004), Reserva del Levante de Mallorca (2007), Reserva del Freu de Sa Dragonera (2016), y el Parque Nacional de Cabrera (1991).
Además, se han declarado un total de 138 lugares de importancia comunitaria (de los cuales 38 son marinos), así que, a efectos de la ley, estarían protegidos, de forma directa o indirecta, unos 1.362,67 km² de superficie marina en el archipiélago (Álvarez et al., 2015). Además, el arrecife de la zona de Es Freus, situado en el canal que separa Ibiza de Formentera, fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1999. A este arrecife se le ha atribuido una edad de, por lo menos, 100.000 años, según estudios del CSIC.
marcha también el servicio de vigilancia de las praderas, que opera durante los meses de verano y consiste en un total de quince barcos repartidos por todo el archipiélago que comprueban el correcto fondeo de las embarcaciones. Se trata de una red de coordinación entre Puertos IB, Capitanía Marítima, el Servicio Marítimo de la Guardia Civil, Emergencias, el Instituto Balear de la Naturaleza, la Dirección General de Espacios Naturales y otros, aunque su servicio es puramente informativo. Por tanto, solo la Guardia Civil y los agentes medioambientales tienen capacidad punitiva, lo que dificulta mucho la aplicación de las sanciones. Pero lo que ha tenido particularmente eco este verano ha sido el tan esperado Decreto sobre la conservación de la posidonia en las Baleares, que, tras meses de atraso, fue finalmente publicado el 27 de julio de 2018 en plena temporada turística. Se trata de un decreto pionero, ya que, aunque existe gran cantidad de normativa autonómica semejante por toda Europa, no hay ninguna elaborada con Posidonia oceanica como objetivo único y principal de protección.
El Decreto se estructura en trece artículos y tres anexos que básicamente se centran en las siguientes cuestiones: completar la cartografía de las praderas; catalogación de las praderas que hay que proteger en dos tipos, de alto valor y a regular (impactadas); gestión de las restos foliares en las playas y de los emisarios y las instalaciones de proyectos no estatales sobre praderas; regulación del fondeo de embarcaciones y gestión de los campos de boyas, y creación del Comité Posidonia, así como de fondos de inversión para la conservación de las praderas (Decreto 25/2018, de 27 de julio, sobre la conservación de la Posidonia oceanica en las Islas Baleares, 2018).
Además, el Decreto establece responsabilidades en la vigilancia de las praderas y marca también como objetivo la realización de actividades de divulgación y sensibilización ambiental, como la elaboración de folletos de buenas prácticas de fondeo. Entró en vigor el día siguiente al de su publicación y, aunque se ha recibido generalmente con esperanza, la comunidad científica y las organizaciones ecologistas inciden en la necesidad de esperar a ver implantadas las directrices recogidas en esta normativa. Sin herramientas eficaces para desarrollar todas estas medidas de primera urgencia para proteger el vergel sumergido de las Baleares, el Decreto podría quedar en papel mojado.
1 https://ideib.caib.es/visor/
REFERENCIAS
Álvarez, E., Grau, A. M., Marbà, N., & Carreras, D. (2015). Praderas de angiospermas marinas de Baleares. En J. M. Ruiz, J. E. Guillén, A. Ramos Segura, & M. M. Otero (Eds.), Atlas de las praderas marinas de España (pp. 179–219). Múrcia/Alacant/Màlaga: IEO/IEL/ UICN.
Arnaud-Haond S., Duarte, C. M., Díaz-Almela, E., Marbà, N., Sintes, T., & Serrão, E. A. (2012). Implications of extreme life span in clonal organisms: Millenary clones in meadows of the threatened seagrass Posidonia oceanica. PLoS ONE, 7(2), e30454. doi: 10.1371/journal.pone.0030454
Calleja, M. L., Marbà, N., & Duarte, C. M. (2007). The relationship between seagrass (Posidonia oceanica) decline and sulfide porewater concentration in carbonate sediments. Estuarine, Coastal and Shelf Science, 73(3–4), 583–588. doi: 10.1016/j.ecss.2007.02.016
Decret 25/2018, de 27 de juliol, sobre la conservació de la Posidonia oceanica a les Illes Balears. (2018). Consultado en http://www.caib.es/eboibfront/pdf/ca/2018/93/1014007
GEN-GOB. (2018). La Posidonia, una responsabilidad compartida. Eivissa: GEN-GOB. Consultado en http://lamar.gengob.org/es/project/ informe_posidonia/
Govern de les Illes Balears. (2008). El turisme nàutic a Balears 2007. Palma: CAIB. Consultado en http://www.caib.es/sites/estadistiquesdelturisme/ ca/colleccio_estudis_turistics-23253/
Govern de les Illes Balears. (2018). El turisme a les Illes Balears. Anuari 2017. Palma: Agència d’estratègia turística Illes de les Balears. Consultado en http://www.caib.es/sites/estadistiquesdelturisme/es/anuarios_de_ turismo-22816/
Marbà, N., Díaz-Almela, E., & Duarte, C. M. (2014). Mediterranean seagrass (Posidonia oceanica) loss between 1842 and 2009. Biological Conservation, 176, 183–190. doi: 10.1016/j.biocon.2014.05.024
Marbà, N., Duarte, C. M., Cebrián, J., Gallegos, M. E., Olesen, B., & Sand-Jensen, K. (1996). Growth and population dynamics of Posidonia oceanica on the Spanish Mediterranean coast: Elucidating seagrass decline. Marine Ecology Progress Series, 137, 203–213.