Los retos de los museos de ciencia

En busca de los públicos de la ciencia

CosmoCaixa Barcelona

El modelo interactivo

A lo largo del último cuarto del siglo xx fueron apareciendo en España los museos de ciencia interactivos. Los science centres surgieron en un contexto de guerra fría y de importantes cambios socioculturales. Es sabido que la «carrera espacial», y en concreto el lanzamiento del Sputnik por la entonces URSS, motivó que los estadounidenses se convencieran de que era imprescindible reforzar la apuesta por la formación científica y por el fomento del interés de los jóvenes por la ciencia. En lo que se hace menos hincapié es que a ello contribuyó la reforma de la pedagogía de las ciencias y la extensión de la sociedad de consumo, receptiva también a una oferta de ocio que incluyera a la ciencia.

Cosmocaixa Barcelona

Foto: Cosmocaixa Barcelona

La propuesta de los centros de ciencia consistía en hacer accesible y atractiva la actividad científica basándola en la interactividad; el visitante debería ser el protagonista en una instalación pensada para la interacción con los diferentes módulos expositivos. Esa alternativa encuentra su formulación actual en una serie de palabras que enuncian los principales componentes del menú que el público puede desarrollar en su visita: tocar, pensar, sentir y soñar. Un planteamiento que procede directamente de los cambios operados en la pedagogía de las ciencias en los años sesenta y setenta. En efecto, diversos proyectos de renovación promovieron modificaciones sustanciales en la metodología empleada en las aulas, de acuerdo con un nuevo modelo pedagógico que enfatizaba las clases prácticas, el contacto con la naturaleza y con el mundo cotidiano, con el objetivo de mejorar la formación en el ámbito científico.

El Exploratorium de San Francisco, fundado en 1969 por el físico Frank Oppenheimer, fue la referencia universal, la fuente de la que bebieron muchos de los centros creados posteriormente, al plasmar de forma pionera esas propuestas en el ámbito de la museología científica. La recepción positiva alcanzada entre el público estimuló la creación de centros similares por todo el mundo. Siguiendo esa estela, en Barcelona, en 1976, a raíz de la reestructuración de la Obra Social de La Caixa, se abordó un nuevo proyecto que cogió forma definitiva con una visita a los nuevos centros de ciencia estadounidenses. De ahí surge el Museu de la Ciència, centro pionero y modelo en España, precedente de la actual Cosmocaixa.

«Los museos de ciencia, en sus diversas modalidades, desarrollan un papel fundamental en la divulgación de la ciencia, un aspecto básico del sistema científico»

De forma paralela, en las últimas décadas muchos de los museos tradicionales de ciencias han transformado aquellas salas frías y distantes que favorecían visitas pasivas, gracias a la incorporación de la interactividad, los nuevos materiales, las novedades pedagógicas, la utilización de los recursos modernos de la comunicación, el uso de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), etc. Todo ello se ha plasmado en un incremento de las visitas y en una confluencia con los museos nacidos de la interactividad.

Exploratorium, San Francisco

El Exploratorium de San Francisco nació en 1969 y se convirtió en una referencia internacional para los centros creados con posterioridad. / Exploratorium, San Francisco

Cambios en el público de la ciencia

En la actualidad los museos de ciencia, en sus diversas modalidades, desarrollan un papel fundamental en la divulgación de la ciencia, un aspecto básico del sistema científico. Los centros específicos dedicados a la investigación son esenciales y definidores de la actividad científica de un país, pero esta también precisa de la interacción con el conjunto de la sociedad, lo que incluye la formación, educación y difusión. Efectivamente, la aventura de la investigación científica se complementa con el reto de divulgar los resultados alcanzados, de hacer llegar al público las novedades. No es un apéndice, ni un elemento secundario, es parte sustancial del sistema científico en una sociedad democrática. De hecho, un objetivo estratégico de la Unión Europea es impulsar la sociedad del conocimiento, lo que supone favorecer la formación de ciudadanos con espíritu crítico, y ello incluye, necesariamente, la capacidad para comprender los mensajes científicos básicos. De ahí la importancia de la educación de las ciencias, pero también de la divulgación y educación no formal como elementos imprescindibles para construir esa sociedad del conocimiento.

«La propuesta de los centros de ciencia consistía en hacer accesible y atractiva la actividad científica basándose en la interactividad. El visitante debería ser el protagonista en una instalación pensada para la interacción»

Lo cierto es que los museos de ciencia han cimentado su éxito en la sintonía que han establecido con el público. Sí, atendieron a la demanda popular generada por la necesidad de comprender y disfrutar del conocimiento científico. Y esa puede ser la clave que les permita garantizar el futuro. La clave y el desafío. Porque implica renovar el esfuerzo por percibir, con profesionalidad, las nuevas demandas de la sociedad. Desde esa perspectiva, los Museos Científicos Coruñeses organizamos el pasado noviembre una reunión, el primer Simposio de Museología Científica, con el fin de completar la celebración del veinticinco aniversario de la Casa de las Ciencias (primer museo científico interactivo de carácter público en España) con una reflexión sobre los «Públicos de la ciencia». Porque entendíamos que uno de los caminos fundamentales que debemos emprender los centros de ciencia es el de profundizar en el conocimiento del público al que dirigimos nuestra labor.

«El mundo online, la web y los recursos digitales configuran
la posibilidad de un museo paralelo al museo real»

Ese «reencuentro» con el público de la ciencia supone identificar sus referencias culturales, intereses, formación, destrezas, ocio, iconos, etc. en el momento actual. Y ello es especialmente necesario porque el modelo interactivo original respondía, como vimos, a un contexto social y cultural de una época pasada. Un momento marcado por unas referencias de la cultura popular diferentes a las actuales. Así, por ejemplo, el Exploratoriumde San Francisco nació el año en que tuvo lugar la última actuación conjunta de los Beatles y en el que el comandante Neil Armstrong pisó la superficie de la Luna. En un mundo sin ordenadores, en el que los españoles sufrían la ley marcial que permitió al régimen de Franco cerrar la Universidad de Madrid y disfrutaban del Seat 600 y de películas como Los chicos del Preu.

«Los museos de ciencia han cimentado su éxito en la sintonía que han establecido con el público»

Tras ese 1969 tuvieron lugar cambios notables en la sociedad, que incidieron en la cultura popular y en las opciones y perspectivas de consumo. La mejora sustancial en el nivel formativo de la población (con duplicación de las universidades y extensión de la educación obligatoria) se ha visto acompañada del incremento en la cantidad y variedad de la oferta de ocio y consumo cultural. La propia ciencia ha sufrido modificaciones importantes en cuanto a su propia concepción, con una perspectiva diferente del método científico y del funcionamiento de la comunidad investigadora. Ello ha ido paralelo a avances en la pedagogía de las ciencias. Pasamos del dominio absoluto de las clases magistrales a procesos de cambio de modelo (aprendizaje por el descubrimiento y constructivismo) impulsados por los movimientos de renovación pedagógica. Y todo esto acompañado de toda una revolución cultural, la de las TIC que han irrumpido en la sociedad. En los ochenta aparecen los nativos digitales, los nacidos en un mundo plenamente digital,y en 1989 la caída del Muro de Berlín coincidió con la invención de la web.

Museo de la Ciencia de Barcelona, precedente del actual Cosmocaixa

En España, el pionero fue el Museo de la Ciencia de Barcelona, precedente del actual Cosmocaixa, que siguió la estela del museo californiano. / Ronald Stallard

El resultado de todos esos fenómenos es que el público actual está, en relación al que visitó por vez primera los centros de ciencia interactivos, más formado, dispone de muchas y variadas ofertas de ocio, utiliza el mundo online como algo básico en su forma de comunicarse, aprender y disfrutar y está inmerso en un proceso de globalización cultural sin precedentes. En todo caso, los cambios sociales, educativos, tecnológicos, las modificaciones en los hábitos, preocupaciones y contextos inciden en la generación de nuevas necesidades de ocio y conocimiento que exigen atención preferente por las instituciones implicadas en la cultura científica. Suponen una oportunidad para divulgar más y mejor, y de hecho los museos los hemos ido integrando en nuestras actividades e instalaciones, pero también nos plantean desafíos importantes para el futuro.

Los desafíos de la museología científica

Alan I. Leshner, responsable de la American Association for the Advancement of Science, destaca una dualidad que afecta de forma significativa a los centros de ciencia1. Por una parte, han alcanzado un gran desarrollo en el mundo, llegando a millones de personas. Pero, nos advierte, el conocimiento del público sobre ciencia permanece consistentemente bajo y, si bien dice estar interesado por la materia, desconoce la relevancia de esta en su vida cotidiana. Por lo tanto, los avances son innegables, pero la tarea pendiente tiene una enorme dimensión, por lo que sobra la autocomplacencia.

La globalización conlleva compartir, comunicarse y también homogeneidad. Mas, ¿es esa homogeneidad la característica principal del actual público de la ciencia? Una pregunta básica para las personas e instituciones relacionadas con la divulgación científica y para los museos de ciencias, que tienen como objetivo el «público general». En 1834 Mariano José de Larra publicó un singular artículo: «¿Quién es el público y dónde se le encuentra?» Un admirable texto irónico en el que el gran escritor «salía a la calle», cuestionando tópicos, a la búsqueda y caracterización de los destinatarios de sus escritos. Concluía que «no existe un público único, invariable». Algo que podemos comprobar a diario los que trabajamos en la divulgación de la ciencia. De ahí el título del indicado simposio, «Públicos de la ciencia», pues ese plural subraya la heterogeneidad de la audiencia real y potencial de los museos de ciencia. Por ello, una de las claves del futuro reside en entender y operar de forma creativa sobre esos dos elementos aparentemente contrapuestos que caracterizan al público actual, la homogeneidad y la heterogeneidad. La homogeneidad puede permitir un acceso a amplias capas de la población, que comparte muchas características, pero la heterogeneidad debe llevar a discriminar colectivos y diseñar acciones específicas para diferentes públicos. Solo así se podrán superar las dificultades existentes para que determinados grupos de edad, por ejemplo los comprendidos entre los 17 y 24 años, se mantengan algo distantes de la oferta que los centros de ciencia les proporcionan.

«Los museos de ciencia tienen un reto importante a la hora de ofrecer al público emociones singulares, experiencias únicas. Un ocio atractivo»

Otro aspecto que hay que revisar es el hecho de que, de momento, el principal criterio que se maneja para valorar el éxito de los museos de ciencia es el del público que acude a ellos. Sería preciso, sin olvidar ese elemento cuantitativo, considerar otros criterios. Y, mientras tanto, avanzar en el estudio de los visitantes de los centros de ciencia para establecer estrategias adecuadas. Hablamos de una evaluación profesional del público de los museos de ciencia, una tarea que no admite demoras más o menos razonadas y que no se puede limitar a breves preguntas sobre la satisfacción de la visita. Ello enlaza con la necesidad de que la museología científica debe dar pasos significativos en el análisis y estudio de su propia labor. La creación de departamentos de I+D en los centros de ciencia es una necesidad a la que, de momento, pocos han atendido.

Como hemos visto, la divulgación de la ciencia forma parte del sistema científico de un país. Es necesario, pues, favorecer interacciones y alianzas con las comunidades investigadora y educativa, interlocutores naturales de los museos de ciencias. Pero también dejar atrás colaboraciones puntuales y avanzar para establecer coordinaciones estables y proyectos definidos que permitan hacer visible, como ya ocurre en algunos casos, la labor de los centros de investigación en los espacios de los museos y que estimulen la implicación de los investigadores en la divulgación.

Museos Científicos Coruñeses

Los museos de la ciencia se basan en una serie de principios que permiten al público interactuar con aquello que los rodea: tocar, pensar, sentir y soñar. / Museos Científicos Coruñeses

El mundo online, la web, los recursos digitales, configuran la posibilidad de un museo paralelo al museo real. Si la pretensión de los centros de ciencia es llegar a un público amplio, que con su entrada financie las instalaciones y actividades, ello no debe ser obstáculo para que puedan ofrecer un museo virtual y recursos divulgativos digitales genuinos. Una acción complementaria con las visitas reales y fundamental para lo que es el objetivo básico de estos centros, divulgar ciencia. Los visitantes, antes de acudir a las instalaciones, o con posterioridad, o al margen de las mismas, deberían acceder a productos interesantes y creados en exclusiva para ese uso.

Los museos de ciencia tienen un reto importante a la hora de ofrecer al público emociones singulares, experiencias únicas. Un ocio atractivo. De hecho, uno de los elementos característicos de estos centros ha sido una cierta uniformidad, que debe superarse, evitando la clonación y vulgarización de los mensajes ofrecidos, que no deben olvidar el elemento de ocio, pero no limitarse a él y a sus manifestaciones más elementales.

«Los museos de la ciencia afrontan un periodo de numerosos interrogantes. La complejidad y la gran velocidad de los cambios en la cultura obligan a realizar una aproximación rigurosa»

Los museos de ciencia afrontan un período de numerosos interrogantes. ¿Serán lugares de experimentos? ¿Cómo interaccionarán con otras formas culturales? ¿Tendremos que construir módulos no explícitos? ¿Debemos ofrecer visitas personalizadas? Estas y otras preguntas exigen reflexión. Sí, la complejidad y la gran velocidad de los cambios en la cultura obligan a realizar una aproximación rigurosa. Las personas que trabajan en los centros de ciencia en España han acumulado un bagaje que permite y exige avanzar en ese proceso. En el pasado Simposio de Museología Científica las intervenciones dejaron constancia de la vitalidad de estos centros, expresada mediante la presentación de proyectos innovadores, y de la variedad de actividades, recursos y lenguajes que se proponen en los centros de ciencia con el objetivo de llegar a todos los públicos posibles. Desde el interés por avanzar en la profesionalización, los participantes, museólogos y divulgadores procedentes de distintos puntos de la península expresaron la necesidad de dar continuidad a este tipo de reuniones en nuevas convocatorias. De hecho, los Museos Científicos Coru­ñeses se comprometieron a realizar gestiones para la celebración de una nueva edición del simposio. Además se realizó la propuesta de lanzar una publicación periódica sobre museología científica que sirva de foro de los profesionales y que recoja las investigaciones y novedades sobre el tema. Ello contribuirá de forma notable a estrechar lazos entre los especialistas y las instituciones dedicadas a esa labor y, de forma especial, los centros de ciencia. Todo para cumplir del modo más eficaz y creativo posible con la noble labor de divulgar conocimiento científico.

Notas:
1. Leshner, A. I. 2010. «Scientistis and Science Centers: A Great “Glocal” Partnership Opportu­nity». ASTC Dimensions, nov.-dic. (Volver al texto)

© Mètode 2011 - 70. Cuando se quema el bosque - Número 70. Verano 2011

Director del Álbum da Ciencia (Consello da Cultura Galega).

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