Steve Goodwin

«Para salvar el planeta hay que tomar las decisiones correctas»

Decano de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Massachusetts

Steve Goodwin

Steve Goodwin es el decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Massachusetts en Amherst (EE UU), y también es un experto en bacteriología. El Institut d’Estudis Catalans (IEC) lo ha invitado a Barcelona para presentar el modelo universitario, basado en la sostenibilidad, que promueve su universidad. En un momento de crisis económica y de mucha competencia con el resto de universidades norteamericanas, la Universidad de Massachusetts quiere diferenciarse apostando por el medio ambiente.

El esfuerzo que hace esta universidad se está traduciendo en una reducción muy significativa de consumo de agua y de energía en el día a día universitario. Es un logro conseguido gracias, por una parte, a la introducción de tecnologías de última generación y al hecho de tener en cuenta la eficiencia energética al construir o reformar las instalaciones universitarias. Por otra parte, la sostenibilidad se enseña en el aula, forma parte del currículo y se promueven discusiones entre los alumnos. Y se trata, al mismo tiempo, de un proyecto coherente que no quiere ser un mero reclamo discursivo, ya que la universidad cuenta con investigadores de referencia mundial en el estudio del clima, ha puesto en marcha proyectos para prevenir fenómenos meteorológicos extremos e investiga sobre fuentes de energía eficientes y renovables.

Goodwin consigue transmitir la imagen de una universidad comprometida con algunos de los principales retos que tiene que afrontar la humanidad en el futuro próximo, como son las fuentes de energía o el ahorro y la eficiencia energética. En la entrevista, le preguntamos también por las investigaciones que se llevan a cabo en la universidad, principalmente en su área, la microbiología.

¿Por qué la Universidad de Massachusetts está tan preocupada por las cuestiones medioambientales?
Las universidades norteamericanas se caracterizan por ser muy competitivas. Hay competencia por atraer a los mejores estudiantes, obtener más fondos dedicados a la investigación y también por conseguir el apoyo del Estado. La universidad ha optado por convertir la sostenibilidad en un factor de atracción tanto de los mejores estudiantes como también de financiación de las investigaciones.

¿También tienen la intención de convertirse en un modelo para la sociedad? 
Exactamente, estamos poniendo en funcionamiento muchos proyectos que se pueden entender como buenos modelos para el futuro. Estamos construyendo nuevos edificios que cumplen los estándares ecológicos más elevados sobre eficiencia energética y consumo de agua. No solo explicamos la sostenibilidad en las clases, sino que también hacemos un esfuerzo dando ejemplo.

«La ciencia es muy clara señalando el impacto que tenemos sobre el clima. El rechazo al cambio climático tiene más que ver con política que con ciencia. Y a veces este hecho resulta frustrante para los científicos»

En su universidad también destacan proyectos para estudiar el clima como CASA (Collaborative Adaptive Sensing of the Atmosphere). ¿Nos puede explicar en qué consiste?
Consiste en una red de radares que recoge datos medioambientales, y esta tecnología se combina con los últimos avances en ciencias de la computación, con el objetivo de detectar los fenómenos atmosféricos extremos como los tornados. Son muy útiles porque hay un intervalo de tiempo muy breve entre el momento en el que se detecta que algo empieza a pasar y el tiempo que se dispone para avisar a la gente y permitirle reaccionar. Estamos poniendo a prueba esta tecnología en Oklahoma, donde hay muchísimos tornados.

¿Es una tecnología exclusiva para tornados, o también se puede aplicar a otros fenómenos atmosféricos?
Es una tecnología que de momento se aplica a tornados, pero también puede tener otras funciones, como por ejemplo detectar microexplosiones [fenómeno meteorológico poco frecuente que provoca la caída de aviones en pleno vuelo]. Por tanto, en el futuro esperamos poderla aplicar a otros fenómenos, así como también exportar la tecnología a otros países.

Su universidad también investiga para conseguir dispositivos fotovoltaicos más baratos. ¿La energía solar tendrá un papel central en el futuro?
Así lo pensamos. Estamos intentando utilizar polímeros para separar cargas eléctricas. Producir electricidad en último término es una cuestión de separar las cargas eléctricas positivas a una parte y las negativas a otra, de la misma manera que funciona una batería. Queremos desarrollar polímeros capaces de absorber la luz del sol y usar esta energía para separar estas cargas, a bajo coste y de forma más eficiente que las tecnologías fotovoltaicas actuales. Hemos conseguido una subvención de 16 millones de dólares procedentes del departamento de energía de Estados Unidos, con el objetivo de crear el Energy Frontier Research Center (Centro de Investigación de Energía de Frontera) y este grupo intenta desarrollar estos nuevos tipos de polímeros para separar las cargas. Resulta muy interesante que este mismo tipo de tecnología nos pueda ayudar a desarrollar un nuevo tipo de células de combustible, que es otra alternativa para obtener energía, y hay científicos que lo están investigando.

Al hablar del clima, parece obligado preguntarle por su opinión con respecto al cambio climático.
En la universidad tenemos un centro de investigación sobre el cambio climático muy bueno, dirigido por Ray Bradley. Es uno de los investigadores más destacados del mundo en el cambio climático. Fue también uno de los científicos a quienes robaron correos electrónicos [en el llamado Climagate, cuando se difundieron mails personales de investigadores sobre el clima en 2009, poco antes de celebrarse la Cumbre del Clima en Copenhague, con la intención de desprestigiar a estos científicos]. Acaba de escribir un libro sobre el cambio climático, Global Warming and Political Intimidation. La ciencia es muy clara señalando el impacto que tenemos sobre el clima. Quizá no somos capaces de medir exactamente cuál es este impacto, pero no cabe duda de que existe. El rechazo al cambio climático tiene más que ver con política que con ciencia. Y a veces este hecho resulta frustrante para los científicos.

Pero entre los científicos tampoco hay unanimidad.
Sí, pero son muy pocos los científicos que rechazan el cambio climático. Y a pesar de ser minoría, los que rechazan la influencia humana en el clima reciben más atención mediática. Hay ciencia muy buena y sólida que constata que tenemos un impacto claro en el clima.

© Jordi Play

Los microorganismos, su especialidad, acostumbran a tener muy mala prensa. ¿Nos puede decir cuáles podrían ser las buenas noticias sobre el mundo de la microbiología?
Los microorganismos se empezaron a estudiar inicialmente por dos razones: una es por las enfermedades que causan, y otra por todos los usos y aplicaciones que tienen, como por ejemplo para hacer vino o cerveza. Hay una inmensidad de tecnologías que nos permiten aprovechar los microorganismos, pero es verdad que se acostumbra a poner el énfasis en los aspectos más negativos. Yo mismo me he dedicado a investigar estos usos y aplicaciones. Me gustaría explicar una línea de investigación que se está llevando a cabo en la Universidad de Massachusetts sobre microorganismos. Es muy excitante. Es un proyecto dirigido por Dereck Lovely. Ha estudiado cómo utilizar microorganismos como células de combustible, es decir, se trata de usar materia orgánica y mediante organismos convertir esta materia orgánica en electricidad. Está enseñando a los microorganismos a realizar este proceso cada vez mejor. Y ahora son muy buenos en eso. Hay muchos grupos de investigadores que actualmente están investigando en este campo, pero Lovely fue el primero. Y recientemente ha hecho un descubrimiento aún más extraordinario. Para que estas células de combustible funcionen, los microorganismos tienen que ser capaces de transportar electrones a un electrodo. La electricidad tiene que poder ir al electrodo. Y ahora está trabajando en el sentido contrario, transmitir electricidad del electrodo al microorganismo, de tal manera que este microorganismo sea capaz de fabricar componentes orgánicos.

¿Y qué repercusiones tiene esta investigación?
Ahora estamos capacitados para poner paneles solares, recoger electrones y conducir la electricidad hasta los microorganismos, y de esta forma producir combustibles orgánicos o disolventes orgánicos. No es el mismo proceso, pero las plantas obtienen el mismo resultado. Ahora las plantas recogen la luz solar, y los microorganismos fermentan la planta para obtener etanol. El proceso que ha conseguido Dereck es llevar directamente la luz solar al microorganismo y que este fabrique el etanol. Se llama «transferencia directa de electrones entre especies». Puede ser uno de los descubrimientos más excitantes en microbiología de los últimos veinte años. Dereck ha hecho un descubrimiento realmente increíble. Estoy totalmente convencido de que produciremos combustibles en el futuro de esta manera.

«Hay una inmensidad de tecnologías para las que podemos aprovechar los microorganismos, pero es verdad que se acostumbra a poner el énfasis en los aspectos más negativos»

Hay organismos genéticamente modificados como el Biopol que tengo entendido que están consiguiendo logros semejantes: producir plásticos a partir de plantas…
Hay microorganismos capaces de producir poliéster (un tipo de polímero que es termoplástico). Los microorganismos pueden hacer estos materiales, y algunas empresas empezaron a trabajar en este campo, como la británica Imperial Chemical Industries, y fueron los inventores del Biopol. Posteriormente vendieron la patente a Monsanto, que seguidamente la vendió a una compañía llamada Metabolix, situada en Cambridge (Massachusetts). Tienen una planta en Iowa, donde producen un producto genéticamente modificado llamado Mirel (un bioplástico). La dificultad reside en el coste: tiene un precio que es el triple de lo que cuesta producir actualmente los poliésteres. Mirel tiene propiedades muy buenas, es biodegradable, pero es significativamente más caro que otros materiales que no se degradan.

Hay un gran rechazo entorno a los organismos genéticamente modificados… 
Creo que empresas como Monsanto deberían haber hecho más esfuerzos para educar al público, mostrando que el uso de estos organismos tiene muchos más aspectos positivos que negativos. Porque son productos con características muy valiosas. Deberían ser muy activos educando a la población para mostrar que estos organismos son buenos.

Los microorganismos también se están aplicando al campo de la contaminación.
Sí, en la universidad también se está haciendo mucha investigación en biorradiación. Estamos trabajando en el campo de disolventes orgánicos que nos ayuden a limpiar aguas de metales pesados, como el uranio. Los microorganismos consiguen reducir el uranio de forma que ya no queda disuelto en agua –el uranio es soluble–, sino que se precipita. El uranio no desaparece, pero es más fácil separarlo.

«La ciencia por sí misma no puede salvar el planeta. no se trata solo de conocer ciertas tecnologías, sino también de tomar las decisiones correctas»

Usted impartió recientemente una conferencia titulada «¿Puede la ciencia salvar el planeta?» Sería interesante conocer su opinión.
En esta conferencia quería poner énfasis en la idea de que la ciencia por sí misma no puede salvar el planeta. No se trata solo de conocer ciertas tecnologías, sino también de tomar las decisiones correctas. Por eso necesitamos disponer de gente procedente de la economía, de las ciencias sociales, personas interesadas en cuestiones de sanidad pública. Necesitamos contar con todas las disciplinas con el objetivo de tomar las decisiones correctas.

© Mètode 2012 - 72. Botánica estimada - Invierno 2011/12
Periodista, Barcelona.