En noviembre de 1916, Einstein publicó un artículo donde predijo la existencia de ondas gravitatorias. En septiembre de 2015, los dos detectores del proyecto LIGO (Laser Interferometer Gravitational-Waves Observatory), situados a más de 3.000 km de distancia el uno del otro, hicieron a la vez la primera detección de ondas gravitatorias y la primera observación directa del colapso de dos agujeros negros para formar uno solo. La historia de LIGO es el tema de este libro, con un título que ya indica el tono en el que está escrito.
Janna Levin es una astrofísica teórica estadounidense, que compagina su investigación con una fructífera actividad divulgadora. Es la directora científica del centro cultural neoyorquino Pioneer Works, lugar de encuentro entre disciplinas artísticas y científicas. Pasó 2015 preparando y escribiendo este libro, y lo acabó justamente cuando se detectaron las ondas gravitatorias. El resultado da una idea bastante detallada sobre los inicios y el funcionamiento de un gran proyecto como LIGO. Cada detector consiste en dos tubos perpendiculares de cuatro kilómetros de largo, en el interior de los cuales un haz de luz hace múltiples reflexiones. La observación de interferencias luminosas permite detectar las minúsculas variaciones (¡del orden de una parte en tres trillones!) en la longitud de los brazos, producidas por la llegada de una onda gravitatoria. En el libro van apareciendo ondas gravitacionales, agujeros negros y estrellas de neutrones, junto con los sueños de los promotores del proyecto, Rainer Weiss, Ronald Drever y Kip Thorne, de salir bien parados en donde otros habían fallado. Levin nos habla de las obsesiones y manías de estos científicos, sus trayectorias personales, sus entusiasmos, dudas y decepciones. También nos informa de otros proyectos parecidos, como el italiano Virgo, con el que se estableció una necesaria coordinación para contrastar los resultados.
Levin entrevistó a los científicos promotores, visitó las instalaciones situadas en Hanford Site (Washington) y en Livingston (Luisiana), siguió su actividad cotidiana, habló con muchos participantes del proyecto, compartió tertulias con los postdocs en Caltech… Supo escuchar y hacer las preguntas adecuadas, pero también las más impertinentes. De este modo nos explica muchos aspectos importantes pero que a menudo son desconocidos fuera de la propia colaboración –sobre todo en un gran proyecto–. Desfilan así las dificultades de los promotores dentro de sus instituciones, el escepticismo de muchos colegas, las rivalidades entre científicos, las negociaciones con la National Science Foundation para que aprobara y financiara el proyecto, las intervenciones en el Senado de los EE. UU. para obtener la luz verde a un gasto excepcional, la rivalidad entre estados para acoger el proyecto o la hostilidad inicial de los vecinos de la instalación de Livingston.
Esta vertiente sociológica es a mi parecer el aspecto más original del libro. Levin ha sido capaz de mostrar todo lo que hay tras un proyecto de big science y explicarlo de una manera muy atractiva. El libro interesará incluso a aquellos lectores a los que, dentro de sus preferencias intelectuales, la gravitación no les atraiga.