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En su libro de 1802 Natural theology or evidences of the existence and attributes of the Deity, el reverendo William Paley llevó la argumentación a favor de la existencia de Dios basada en la existencia del diseño hasta los límites de la excelencia. La «quinta vía» de Tomás de Aquino se beneficiaba así del desarrollo espectacular de la historia natural en el siglo xviii: el conocimiento naturalístico de Paley era grandioso. A través de la descripción apasionada de múltiples órganos y estructuras en los animales, Paley ofrece un impresionante panorama de la complejidad de los seres vivos. La idea clave es que no puede haber diseño sin diseñador, de la misma manera que no puede concebirse la existencia de un reloj sin relojero. Por eso la larga argumentación de Paley es una inferencia de la existencia de Dios a partir de la observación del diseño de los seres vivos. Uno de sus ejemplos preferidos es el ojo humano, que Paley compara con el óptimo diseño óptico de un telescopio. Para el autor, nunca puede haber emergido por azar una estructura tan compleja como el ojo, de la misma manera que nadie pensaría que el telescopio no es sino el resultado de un plan, un diseño y una fabricación con un objetivo muy claro. Paley refuerza el argumento con la analogía del reloj y el relojero y propone que la relación entre las partes componentes del reloj o del telescopio, con sus dispositivos y propósitos es indicativa de la existencia de un designio. La idea del encaje perfecto entre las partes se aplica también al ojo y, en este caso, la conclusión de Paley es que el diseñador es Dios. Justamente, la noción de relación entre las partes introducida por Paley ha resucitado en nuestros días en forma de «complejidad irreducible», si bien ninguno de los autores seguidores de la idea del DI ha reconocido la prioridad de Paley. Darwin fue un gran admirador de Paley, a quien debió leer durante sus estudios eclesiásticos en Cambridge. Cuando embarcó en el Beagle en 1831 aceptaba al pie de la letra el argumento de Paley. Cuando volvió a Inglaterra en 1836 la semilla evolucionista ya había germinado en su mente. Como afirma Francisco J. Ayala, la gran aportación de Darwin, del todo vigente, es haber explicado la existencia del diseño sin diseñador por la vía de la teoría de la selección natural. Darwin usa la evolución del ojo como el epítome de las dificultades resueltas por su teoría. Hoy en día disponemos de esquemas evolutivos satisfactorios para los ojos de los animales. De hecho, se supone que el ojo ha emergido no menos de cuarenta veces de manera independiente durante la evolución animal. La extraordinaria diversidad de dispositivos y organizaciones del órgano de la visión, desde la simple mancha ocular de una lapa hasta los ojos intrincados de reptiles o insectos, ha permitido comprender sus etapas de aparición. La clave es aceptar que puede haber ojos muy simples, o aparentemente incompletos, que representan una ventaja adaptativa para sus poseedores y que, por lo tanto, ningún ojo complejo ha aparecido de golpe sino a través de una larga sucesión de estadios más simples. Para decirlo a la manera de Richard Dawkins, más vale un ojo rudimentario e imperfecto que ningún ojo. MÁS INFORMACIÓN Juli Peretó. Departamento de Bioquímica y Biología Molecular, Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva, Universitat de València. |
«Para William Paley, nunca puede haber emergido por azar una estructura tan compleja como el ojo. Su conclusión és que el diseñador es Dios» |
© Mètode 2012 - 54. La especie mística - Contenido disponible solo en versión digital. Verano 2007