Entrevista a David Attenborough
«Hay que conocer la ciencia, porque está en la misma base de nuestra civilización»
Naturalista y pionero de los documentales de naturaleza
Después de más de medio siglo recorriendo el mundo para mostrar la naturaleza a través de la televisión, Sir David Attenborough (Londres, 1926) no ha perdido un ápice de pasión por su trabajo. A sus 84 años, sigue plenamente activo, buscando nuevas historias sobre la vida natural que llevar a las pantallas. Entre sus todavía frecuentes viajes, escribe los guiones de proyectos, en su casa de siempre, en el tranquilo barrio residencial de Richmond, a las afueras de Londres.
Aunque no están a la vista, algún armario de esta casa guarda innumerables diplomas y trofeos que certifican que Sir David ha recibido los más importantes reconocimientos por su trabajo de divulgación de la naturaleza. El más reciente ha sido el premio Príncipe de Asturias, que recogió el año pasado. «Una experiencia sorprendente –recuerda–, sobre todo por el modo en que toda la ciudad acoge este acontecimiento. Con esas maravillosas bandas de música local, que yo no conocía. Lo pasamos muy bien. Fue sensacional.»
«En los años cincuenta, mostrabas una imagen lejana y medio borrosa de un elefante y la gente pensaba que era maravillosa. ahora no puedes hacer eso»
David Attenborough transmite vitalidad, energía y pasión. Su conversación, fluida y jovial, permite entrever una enorme curiosidad por todo lo que le rodea. Probablemente la misma que le llevó hasta la televisión, a comienzos de los cincuenta. Tras ser rechazada su solicitud para trabajar en la radio, en 1952 comenzó su carrera como productor, presentador y guionista en la incipiente televisión de la BBC. Desde entonces, los espectadores británicos –y de otros muchos países–, han visto su imagen asociada a las más sorprendentes secuencias de vida natural, en cualquier rincón del planeta.
¿Recuerda alguna secuencia que haya tenido un impacto especial en el público?
Hubo una que hice con gorilas en África central que probablemente tuvo mayor impacto que ninguna otra. No porque dijera algo particularmente interesante sobre la naturaleza sino porque fue toda una aventura. El gorila es un animal que consideramos poderoso, tal vez peligroso, pero que resultó ser muy tierno.
La memorable secuencia forma parte de la serie Life on Earth (La vida en la Tierra, 1979), un trabajo que supuso una pequeña revolución en el modo de hacer documentales sobre la naturaleza.
Sí, realmente Life on Earth fue el comienzo de un nuevo estilo. Hacia 1976-77, por primera vez, era posible volar a cualquier lugar del mundo con cierto grado de fiabilidad. Así que, por primera vez, podías pensar «rodaré una secuencia en Australia o en el norte de Canadá» y sabías que podrías hacerlo. El hecho de que nos moviéramos desde el desierto del Sahara hasta el arrecife de coral de Australia, en la misma frase, causó una gran sensación en el público. Creó la impresión de que, por primera vez, podías ver la Tierra como un globo, como un mundo.
En estas cinco décadas, muchas cosas han cambiado en el modo de hacer documentales, comenzando por la tecnología.
La tecnología ha cambiado mucho. En los años cincuenta no era posible registrar imagen y sonido sincrónicos, la imagen era en blanco y negro, la televisión tenía 405 líneas, en lugar de 625 y la película tenía tan poca sensibilidad que no era posible filmar dentro de un bosque tropical, a no ser que cortaras un poco la vegetación para que entrara más luz. Y ahora podemos filmar por la noche, tenemos cámaras móviles, cámaras diminutas para filmar dentro de un agujero… En los documentales sobre naturaleza hay varios avances tecnológicos que han tenido un gran impacto. Por ejemplo, la posibilidad de filmar desde el aire, a gran altura, con una imagen muy estable. Pero entre todos ellos, yo creo que la imagen en color fue el salto más importante. Hoy en día es difícil imaginar lo que técnicamente no es posible. Ahora mismo estoy escribiendo un guión para una película en 3D sobre la naturaleza. Por tanto, hemos pasado del blanco y negro al color en tres dimensiones. Así que me siento muy afortunado de haber visto estos enormes cambios a lo largo de mi vida.
¿Qué otras cosas han cambiado, además de la tecnología?
La audiencia ha cambiado mucho. Cada vez es más sofisticada, ahora sabe mucho más sobre la naturaleza. En los años cincuenta, mostrabas una imagen lejana y medio borrosa de un elefante y la gente pensaba que era maravillosa. Pero ahora no puedes hacer eso. La gente ha visto a los elefantes nacer, aparearse, pelear… Así que no hay muchas cosas nuevas importantes de la vida del elefante que puedas imaginar, aunque siempre habrá detalles, por supuesto. Así que la filmación tiene que ser cada vez mejor.
La televisión está cada vez más orientada al entretenimiento. Aunque siempre ha sido importante, en las dos últimas décadas el entretenimiento ha penetrado también en los programas informativos, como las noticias y los documentales. En este contexto, ¿cree que hoy en día es necesario poner demasiado énfasis en entretener a la audiencia en un documental?
Depende del planteamiento de partida de cada televisión. Si una cadena está financiada por la publicidad, es decir, intentando reunir el mayor número posible de espectadores, sin importar quiénes son, cuál es su edad o su nivel de educación, entonces, cuantos más espectadores tengas, conseguirás más dinero para hacer tus programas. Y más dinero ganará quien dirige la cadena. Si ese es el caso, a menos que la legislación lo impida, los programas de interés no masivo desaparecerán lentamente. Pero si se trata de una cadena de servicio público, entonces el gobierno puede permitir que desaparezcan o impedirlo.
La BBC es un referente internacional de cadena pública que ha apoyado siempre la producción y programación de espacios sobre ciencia y naturaleza. En otros países, como España, los responsables de la televisión pública no han hecho nada parecido y suelen justificar su decisión diciendo que estos programas no consiguen grandes audiencias. ¿Qué les diría a los responsables de estas cadenas?
Les diría que se pregunten para qué existe su cadena. La respuesta es muy clara. Si lo hacen para ganar dinero, ya sabemos cuál va a ser el resultado. Pero, si se trata de una cadena como TVE o la BBC, deben preguntarse para qué están ahí. ¿Por qué les van a dar dinero para producir programas que las otras cadenas pueden producir? ¿Por qué hacer lo mismo que los demás? La única justificación que tienen para recibir subvenciones es hacer algo distinto y algo que valga la pena. Y, si creen que es importante que los ciudadanos de un país reciban una buena educación y estén bien informados sobre las cuestiones políticas, entonces el televisor es un elemento crucial para lograr ese objetivo.
Aunque nunca dejó totalmente de producir y presentar programas sobre la naturaleza, David Attenborough ocupó varios cargos directivos en la BBC. En 1965 fue designado para ocupar el puesto de máxima responsabilidad en el recién creado canal BBC 2. En los cuatro años que permaneció como controller, puso en marcha una programación tan innovadora como variada. Su gestión fue calificada por su sucesor en el cargo, Robin Scott, como la de «una gran mente renacentista en acción» que introdujo un caudal de «nuevas y dinámicas ideas en la institución».
Su objetivo era establecer una programación experimental y complementaria con la del primer canal, intentando promover programas sin vocación mayoritaria pero tratando de evitar que la cadena se dirigiera únicamente al estamento intelectual del país. Naturalmente, en sus parrillas de programación hubo espacio para la naturaleza. En un principio, aquellos programas no tuvieron necesariamente grandes audiencias. Sin embargo, con el paso del tiempo fueron creciendo hasta alcanzar las cifras millonarias que los documentales sobre la naturaleza consiguen hoy en día en el Reino Unido.
«No hay ninguna duda de que es posible construir paulatinamente una audiencia. Hay mucha más gente que puede ver la televisión que la que puede permitirse comprar un libro o ir a un museo»
No hay ninguna duda de que es posible construir paulatinamente una audiencia. Por ejemplo si alguien en España estuviera interesado en, digamos, arqueología, y una noche dijera: «voy a satisfacer mi curiosidad sobre este tema», ¿qué haría? Seguramente no encendería el televisor, sino que iría a un museo o compraría un libro. La realidad es que hay mucha más gente que puede ver la televisión que la que puede permitirse comprar un libro o puede ir a un museo. Y si piensas que es importante que la gente sepa sobre arqueología o sobre la historia de un país o sobre su naturaleza, entonces debes intentar convencerles de que el primer lugar donde busquen sea en la televisión, sin tener que gastar 30 euros en un libro.
¿Cuál es el futuro de los documentales en televisión?
No creo que los documentales vayan a desaparecer. El problema está en la financiación. Es mucho, mucho más caro, producir una buena serie de televisión que publicar un libro. La serie en la que estoy trabajando ahora puede costar alrededor de diez millones de libras. Es una serie sobre los polos. Viajar hasta ellos es muy caro, tienes que filmar durante períodos largos de tiempo, utilizar helicópteros, no es fácil llevar el material hasta allí… Llevamos trabajando desde hace tres años y necesitamos hasta ocho equipos de rodaje trabajando todo el año en la Antártida. Y todo eso cuesta dinero. Mucho más que producir un libro sobre la Antártida. Y es probable que estos programas de alto presupuesto vayan desapareciendo, conforme la audiencia se va fragmentando. La única forma de producirlos es venderlos después en todo el mundo, como hace la BBC.
¿Qué criterios sigue para seleccionar los argumentos para sus documentales? ¿Qué características tendría el tema ideal para un programa sobre la naturaleza?
Hay muchas respuestas posibles a esa pregunta. Para mí, el tema ideal es uno que no se haya hecho antes. Por ejemplo, después de hacer programas durante más de veinte años pensé que nadie había hecho todavía un programa sobre plantas. Había muchos sobre jardinería pero ninguno centrado en las plantas, donde se explicara, por ejemplo, la fotosíntesis, que es la misma base de la vida. Y así hicimos The Private Life of Plants (La vida privada de las plantas). Esa es una razón. La otra es que, de repente, aparece una nueva herramienta técnica. Por ejemplo, recuerdo muy bien cuando llegaron las cámaras con las que era posible ver en la oscuridad. Y entonces caí en la cuenta de que las películas habituales en África siempre están hechas de día. Y así tienes la impresión de que los leones son vagos, que están durmiendo todo el día. Pero en realidad sabemos que son animales nocturnos a los que no habíamos mostrado antes así. Y pensé que era posible hacer una serie diferente sobre mamíferos, gracias a esta nueva herramienta.
Usted ha participado en varias campañas para apoyar la difusión de la ciencia a través de la televisión. ¿Por qué es importante que haya ciencia en la televisión?
«No creo que los documentales vayan a desaparecer. El problema está en la financiación. Es mucho, mucho más caro, producir una buena serie de televisión que publicar un libro»
Usted y yo tenemos la suerte de vivir en sociedades democráticas, en las que la opinión pública gobierna lo que hacen los políticos, al menos hasta cierto punto. Y los ciudadanos han de tomar decisiones y expresarlas en sus votos acerca de todo tipo de cuestiones esenciales. Por ejemplo, si han de vacunar o no a sus hijos. Y ¿cómo deciden si hacerlo o no? ¿Simplemente, la gente ha de tragar lo que le dice el gobierno? O, por el contrario, ¿debería el gobierno preocuparse de que la gente sepa, al menos un poco, sobre medicina? Y no solo sobre medicina. Por ejemplo, ¿qué hacemos con la energía eólica o con la contaminación? Y, por tanto, habría que dar a los ciudadanos la oportunidad de tomar decisiones. Si un gobierno cree que no es importante lo que la gente piense, les dará «pan y circo» y hará lo que quiera. Pero, si considera que una sociedad democrática ha de recibir una educación adecuada, entonces hay que conocer la ciencia, porque está en la misma base de nuestra civilización.
Pero la ciencia no resulta fácil de comunicar en televisión.
El problema es que la televisión lleva su propio ritmo, que no es el suyo ni el mío. Si estás leyendo un libro sobre una cuestión científica compleja, tienes la oportunidad de leerla más de una vez hasta entenderla. Pero en televisión esto no es posible. Por tanto, o bien nos situamos en un nivel de instrucción muy elemental, o bien te aseguras de que lo que ofrece el televisor es una propuesta científica que resulta tan interesante que el espectador diga después «sí, voy a buscar un libro sobre ese tema». Así que la televisión enciende fuegos de entusiasmo que los libros tendrán que alimentar. Aunque es muy importante que la ciencia esté presente en ella, la televisión por sí misma no es suficiente.
¿Hasta qué punto es importante contar historias como estrategia para divulgar la ciencia? ¿Hay que contar siempre una historia?
Depende de cómo definamos historia. Si lo centramos en contestar preguntas, entonces creo que es totalmente necesario. Muchas historias contestan preguntas. Por ejemplo, el chico conoce a la chica y entonces la pregunta es «¿van a seguir juntos?» Siempre hay preguntas en un relato. Y también hay preguntas en la ciencia: ¿Cómo se comunican los delfines entre ellos? ¿Cómo puedo descubrir el modo en que se comunican? Y, una vez que conocemos los sonidos que emiten, ¿cómo puedo descifrar lo que significan? Así que la buena ciencia y los buenos programas tienen continuamente una estructura narrativa formada por preguntas y respuestas.
David Attenborough forma parte de varias organizaciones conservacionistas y ha trabajado incansablemente por el medio ambiente, en causas tan variadas como la protección de la selva de Borneo o de los albatros reales. Pero probablemente su mayor contribución al conocimiento y respeto por la naturaleza se deba a sus programas de televisión. Qué papel han representado programas como los suyos en el conocimiento y el respeto por la naturaleza entre el público?
«El televisor es un elemento muy importante para mantener a la población mundial conectada con el mundo natural que ellos habitan»
Los programas de televisión sobre historia natural –no solo los míos, sino todos en conjunto– han representado un papel muy importante. Según datos recientes de la ONU, más del 50% de la población mundial vive en ciudades. Y eso significa que más de la mitad de la población mundial está muy poco en contacto con la naturaleza y probablemente nunca ve un animal salvaje –de no ser una paloma o una rata–. Sin embargo han de tomar decisiones sobre lo que comen, sobre cuestiones médicas o ambientales. Pero no puedes decidir a menos que entiendas el mundo natural. Así que el televisor es un elemento muy importante para mantener a la población mundial conectada con el mundo natural que ellos habitan. Y si se desconectan no lo entenderán y no podrán tomar las decisiones correctas. Porque, después de todo, muchas de las cosas que hacen cuestan dinero, suyo y del Estado. Y, si no entienden lo que pasa, no podrán tomar decisiones bien informadas sobre las decisiones políticas.
¿Y qué papel debe cumplir la comunicación ambiental en nuestra sociedad? ¿Qué importancia tiene comunicar adecuadamente las cuestiones ambientales?
Es absolutamente esencial. Y últimamente dedico mucho tiempo a discutir sobre este asunto. Yo no tengo ninguna duda sobre la degradación ambiental que se está produciendo, de que la temperatura del planeta se está incrementando y de que los seres humanos contribuyen, de una forma u otra, a estos procesos. En una sociedad democrática, es importante que haya una plataforma para las voces contrarias, pero con ciertos límites. 999 científicos de cada 1.000 afirman lo que yo acabo de decir. Y solo uno dice que no es así. En ese caso, será mejor estudiar quién es esa persona y cuáles son sus razones, para asegurarnos de que es alguien responsable. Hasta hace algún tiempo, fui muy cuidadoso al hablar de calentamiento global y cambio climático, pero hace doce o catorce años llegué a la conclusión de que las evidencias eran tan aplastantes que debía asumir que era verdad. Desde entonces he hecho programas basándome en la suposición de que esa es la realidad.
Sin embargo, a pesar del consenso científico sobre este asunto, parece que la opinión de los llamados «negacionistas» está sobredimensionada en los medios. Y eso está llevando, de acuerdo con las encuestas, a que cada vez más personas no estén seguras de si existe un cambio climático en el que tiene que ver la acción humana.
Así es. Y no me sorprende porque, después de todo, es más cómodo no creerlo. Si no lo crees tendrás una vida más feliz y hasta serás más rico. Si no lo crees, no perderás el tiempo reciclando el papel usado y el gobierno no gastará el dinero de tus impuestos montando plantas de energía eólica. Así que la gente dice «no me lo creo, al diablo con eso, a mí que me dejen con mi coche grande». Además, para los medios es muy peligroso suprimir los puntos de vista minoritarios. Y también es más fácil hacer programas y reportajes en los periódicos sobre desacuerdos que sobre acuerdos.
¿Cree que casos de mala práctica científica, como el del científico Phil Jones, destapado recientemente en Gran Bretaña, han dado alas a los «negacionistas»?
Creo que sí. Los científicos son seres humanos, no son santos. Y este profesor está harto de que sus resultados sean distorsionados y utilizados interesadamente. Y entonces dice en un email privado «no envíes estos resultados». Por supuesto, es un ser humano.
«No tengo ninguna duda sobre la degradación ambiental que se está produciendo, de que la temperatura del planeta se está incrementando y de que los seres humanos contribuyen a estos procesos»
El futuro del planeta seguirá formando parte, sin duda, de los debates públicos en los que Sir David continuará participando. En las últimas páginas de su biografía –Life on Air (La vida en el aire, BBC, 2002)–, afirma que «a pesar del enorme incremento de nuestra especie y de la forma en que hemos devastado la Tierra, todavía hay esperanza de que podamos preservar buena parte de su riqueza para las generaciones futuras». Probablemente sus apasionantes documentales ayuden a conseguirlo, aunque, como afirma en este libro, en realidad ha dedicado su vida a este trabajo porque no conoce «un placer más profundo que el que se desprende de contemplar el mundo natural y tratar de entenderlo».