Einstein: crónica de una semana en Barcelona (1923)

Albert Einstein en la escollera de Barcelona. / Foto cedida por la familia Terradas

Albert Einstein en la escollera de Barcelona. / Foto cedida por la familia Terradas

Einstein llegó a Barcelona el 22 de febrero de 1923. Había cogido un tren a Marsella, después de desembarcar en Tolón. Venía de Palestina, en una visita llena de emociones para él. Antes había ido a Japón a hacer una gira de conferencias que despertaron gran expectación: en la Universidad de Keio, Einstein habló durante seis horas –con un descanso de una– delante de 2.000 personas. En el viaje de ida a Japón, mientras embarcaba, le comunicaron que le habían concedido el premio Nobel de Física correspondiente a 1921 (el de 1922 fue para Niels Bohr).

Albert Einstein había sido invitado a España por el matemático Julio Rey Pastor, quien contactó con él en Berlín en la primavera de 1920. En julio le escribió una carta formal donde hablaba en nombre del Institut d’Estudis Catalans –con una propuesta firme– y de la Junta para la Ampliación de Estudios, de la que esperaba tener igualmente una reacción positiva. En un principio, Einstein aceptó, pero pocos días después se desdijo, alegando tener muchos compromisos. En el verano de 1921, el ingeniero Esteve Terradas le escribió para recordarle la invitación y entonces Einstein le respondió que podría hacer la estancia en España en el curso 1922-1923. Terradas, catedrático en Barcelona, miembro de la Academia de Ciencias y Artes del Institut d’Estudis Catalans, había estado en segundo plano en la primera invitación, pero ahora tomó el protagonismo, dado que su amigo Rey Pastor había sido contratado en la Universidad de Buenos Aires, en Argentina. Terradas, junto al físico Blas Cabrera, fue uno de los primeros portavoces de la física einsteniana, inicialmente por lo que concernía a la naturaleza de la radiación. Entre 1908 y 1911 mencionó diversas contribuciones de Einstein, incluida su teoría del movimiento browniano, aunque confundía el nombre (se refería a él como Eisenstein). Aun así, se encontró con Einstein en el congreso de la Asociación de científicos naturales y médicos alemanes celebrado en Karlsruhe en 1911. La conferencia principal en la sección de física, a cargo de Arnold Sommerfeld, calificó la relatividad como una teoría «clásica» y trató sobre la nueva física cuántica, que Einstein había impulsado en uno de sus artículos de 1905 y en contribuciones posteriores.

En Barcelona, los huéspedes de Einstein fueron Esteve Terradas, el ingeniero industrial Rafael Campalans y el ingeniero químico Casimir Lana Sarrate. Dentro de los «Cursos Monográficos de Altos Estudios y de Intercambio», Einstein impartió uno sobre la teoría de la relatividad en tres sesiones: relatividad restringida, relatividad general y problemas actuales. El curso, celebrado en el salón de sesiones de la Diputación de Barcelona, fue seguido por unas cien personas. Presidió la inauguración el presidente de la Mancomunidad, Josep Puig i Cadafach, y presentó al conferenciante Esteve Terradas. Además, Einstein dio una conferencia adicional en la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona.

Uno de los tópicos que siempre se han relacionado con Einstein era que nadie entendía aquello que explicaba. Probablemente, eso contrastaba con la personalidad de Einstein, siempre cercana al público. Aun así, la incomprensibilidad parecía una muestra de calidad. Estos clichés todavía circulan hoy en día y es necesario reconducirlos. Las teorías de Einstein eran –y son– incomprensibles fuera de los ámbitos especializados. Es cierto que en Cataluña y en España estos ámbitos eran muy reducidos, pero existían. De no haber sido así, Einstein no habría aceptado la invitación. El público general estaba, sin embargo, seducido por las consecuencias peculiares de la relatividad sobre el espacio y el tiempo y, además, por la personalidad de quien las defendía.

La visita a Barcelona, justo de una semana, fue bastante densa para Einstein. Además del curso, Puig i Cadafalch le acompañó a visitar el monasterio románico de Sant Cugat y el conjunto de las iglesias paleocristianas y románticas de Ègara, en Terrassa. También le llevaron a visitar el monasterio de Poblet, para acercarlo al esplendor de la corona catalanoaragonesa. Al mismo tiempo, Campalans organizó en su casa una cena en honor a Einstein para el que imprimieron un menú lleno de ironías con referencias a la física de Einstein escrito con lo que la prensa denominó latín relativista. En la velada de can Campalans, actuaron un guitarrista (Regino Sáenz de la Maza), una soprano (Andreua Fornells) y el trío Barcelona.

Albert Einstein en la Escuela Industrial de Barcelona en 1923. / Foto: UPCommons

Albert Einstein en la Escuela Industrial de Barcelona en 1923. / Foto: UPCommons

Después de Barcelona, Einstein fue a Madrid, donde repitió el curso y dio la conferencia adicional en el Ateneo de Madrid. Allí recibió el doctorado honoris causa por la Universidad de Madrid (la única que entonces podía concederlo) y tomó posesión un académico correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Se reunió con la Real Sociedad Matemática Española y dio una conferencia en la Residencia de Estudiantes. Fue un día a Toledo, visitó un par de veces el Museo del Prado y tuvo diversas recepciones con la aristocracia madrileña. Todo indica que la acogida en Barcelona fue más académica y personal que la de Madrid, donde Einstein a veces se sentía ahogado por los actos oficiales. De todos modos, allí vivía una prima de su mujer Elsa y, por lo tanto, pudo pasar ratos en familia.

De regreso, se paró en Zaragoza, donde pasó cincuenta horas. Además de un par de conferencias, disfrutó de un ambiente cercano, también con actuaciones musicales.

Mientras estaba en Madrid –y lo repetiría años más tarde-, Einstein afirmó que el panorama científico español estaba cambiando de manera esperanzadora. Recordaba especialmente a Esteve Terradas. Además, tenemos otro indicio del impacto que la visita en Cataluña tuvo en Einstein. En el año 1925, en una entrevista en Río de Janeiro, reclamó la protección de las culturas locales y puso como ejemplo la promoción que se hacía en Cataluña de la música popular. Es más, cuando en 1934 el gobierno de la Generalitat le nombró ciudadano honorario de Cataluña, aceptó la distinción, pero se excusó porque finalmente había cancelado el viaje a Europa. En la carta, afirmaba que frecuentemente escuchaba las canciones catalanas que le habían ofrecido en Barcelona. En los Archivos Einstein hay un volumen de partituras de canciones catalanas armonizadas para piano y coro por el compositor Enric Morera. Esto quiere decir que en el piano de casa de Einstein en Princeton, de vez en cuando, sonaba música catalana.

Referencias

Glick, T. F.  (1986). Einstein y los españoles. Alianza Editorial.

Sánchez Ron, J. M. (Ed.) (2005). Einstein en España. Residencia de Estudiantes.

Roca Rosell, A. (2023). Quan Einstein passejà per la Rambla, 1923. Iniciativa Politècnica Digital.

© Mètode 2023

Historiador de la ciencia, Universitat Politècnica de Catalunya, y miembro del Centre de Recerca per a la Història de la Tècnica.