El puerto de Valencia viene actuando desde hace décadas como una trampa sedimentaria al transporte longitudinal de sedimentos. En nuestra costa, de forma natural, este transporte de sedimentos funciona hacia el sur. Sus efectos son obvios: al norte del puerto, la playa se ha ampliado prácticamente 1.000 metros si ese efecto se analiza desde el principio de la construcción de esta infraestructura a finales del siglo XVIII, de manera que buena parte la actual ciudad de Valencia está sobre lo que hace tres siglos era mar.
«¿Por qué no avanzan o incluso retroceden las playas potencialmente acumulativas? La respuesta está en una falta sistémica de sedimentos en todo el sistema costero»
Al principio, el puerto fue una barrera solo parcial al transporte de sedimentos, de manera que muchas de las arenas que venían del norte se introducían en su dársena. Sus sucesivas ampliaciones fueron alargando el dique hasta profundidades más allá de donde alcanza el efecto de las olas, lo que ha convertido el dique norte en un trampa completa al transporte costero. Desde hace décadas el sedimento que viene del norte no puede pasar al sur. Ello ha creado una situación deficitaria en las playas del sur de Valencia que se ha convertido en sistémica. El efecto de ello se ha ido amplificando progresivamente con el paso del tiempo. Los informes de los ingenieros del puerto de los años trenta y cuarenta del siglo pasado ya enfatizaban el problema de la erosión: 1 km al sur de la desembocadura (original) del Turia se habían medido retrocesos de la costa de hasta 200 metros entre 1934 y 1943. El efecto erosivo ha ido migrando progresivamente hacia el sur: A mediados de los ochenta del siglo pasado el efecto erosivo se percibía claro desde el sur del puerto hasta los antiguos campos de deportes de El Saler, pero hoy en día podemos decir que hay señales obvias de retroceso sobre toda la Devesa de El Saler, llegando incluso a la Gola del Perellonet.
Como hemos dicho, esta pauta evolutiva negativa (erosiva) al sur es esperable por ese freno al transporte. Sin embargo, lo que está llamando más la atención ahora mismo es no tanto la erosión del sur, sino la no acumulación –o incluso la erosión– que también registramos al norte. Desde principios de los años ochenta del siglo pasado, el progresivo avance de las playas del norte de Valencia ha venido ralentizándose o incluso estabilizándose del todo. Análisis detallados de la evolución reciente evidencian que las playas de la Patacona (Alboraya) y la Malva-rosa (Valencia) están retrocediendo en los últimos ocho años. Este hecho es singularmente importante porque también lo observamos en otras playas adosadas a diques o grandes espigones (norte de Castellón, Borriana, Sagunto, la playa adosada al dique de la desembocadura del Júcar, norte de Gandía). Estos retrocesos no son muy fuertes, pero no olvidemos que deberían ser claramente acumulativos. ¿Por qué no avanzan o incluso retroceden las playas potencialmente acumulativas? La respuesta está en una falta sistémica de sedimentos en todo el sistema costero y, quizás, en un posible cambio en las condiciones energéticas del oleaje.
«Las playas son un recurso natural pero también social y económico que podemos estar poniendo en riesgo»
Los múltiples embalses construidos a lo largo de las cuencas de los ríos que desembocan en la costa valenciana retienen en sus vasos parte del sedimento (incluyendo obviamente arenas y gravas que de otra manera acabarían nutriendo sedimentariamente las playas) y minimizan el número de crecidas fluviales (lo que a su vez también ralentiza el transporte sedimentario que de forma natural llegaría a la costa). Actualmente, más del 75% del área de las cuencas que vierten en la costa del golfo de Valencia está regularizado más del 75% . Los efectos de estos procesos no son inmediatos, pero parece obvio que en buena medida son responsables del déficit sedimentario actual. Ello se suma a las múltiples interrupciones al transporte longitudinal de todos los espigones y diques en nuestras playas.
Por otra parte, también es importante tomar en consideración la mayor agresividad de los temporales que van alcanzando la costa valenciana. En el gráfico adjunto se han señalado todos los temporales registrados frente a las costas de Valencia desde 2000 a la actualidad. Resulta llamativo observar la creciente virulencia de los mismos y surge la duda lógica si ello no es uno de los efectos del cambio climático, y por tanto si los macro-temporales (como Gloria) seguirán produciéndose con cierta frecuencia en los próximos años.
Las playas son un recurso natural, pero también social y económico, de primera magnitud que podemos estar poniendo en riesgo por las múltiples actuaciones que como sociedad provocamos sobre el territorio (en las propias playas y en la cuencas hidrográficas). Urge plantear políticas serias de gestión de los sedimentos (fluviales y costeros) y monitorizar con detalle los cambios que se producen en las playas para actuar en la medida de lo posible minimizando impactos, pero buscando asegurar ese recurso clave para nuestra sociedad que son las playas.