A las tres serán las dos

La madrugada del sábado 30 al domingo 31 de octubre, a las tres fueron las dos. Nos devolvieron la hora de sueño que nos hurtaron el pasado mes de marzo. Abandonamos el horario de verano para pasar al horario de invierno que corresponde al asignado en la zona horaria UTC+1 (Universal Time Coordinated+1).

Este añadido de una hora estacional en verano se ha hecho de manera esporádica desde principios del siglo XX, pero con la crisis del petróleo de 1973 se implantó definitivamente en toda Europa. Si bien en aquel momento el ahorro energético fue el motivo, muchos estudios destacan que el ahorro actualmente no pasa del 2 %.

El suplemento de una hora en verano tiene efectos para la observación de los astros. Si el día del solsticio de verano (21 de junio) el sol se pone a las 21:33 en Burjassot, el crepúsculo astronómico no acaba hasta las 23:35. Peor lo tienen en O Grove, Galicia. Allí la puesta de sol es a las 22:17 y la noche oscura empieza a las 0:33 del siguiente. De este modo se pervierte incluso el significado primero de las palabras mediodía y medianoche. Actualmente el Sol no lo encontramos nunca en su punto más alto a las 12 h.

Además, como explica el neurocientífico Matthew Walker en el magnífico libro Por qué dormimos, cada año, en marzo en el hemisferio norte y en octubre en el sur, 1.600 millones de personas participamos en un experimento en el que somos obligados a perder una hora de sueño al hacer el cambio de hora estival. Un metanálisis realizado a partir de estudios hechos en Europa y en Estados Unidos muestra que el número de ataques de corazón aumenta un 5 % de manera sistemática durante la primera semana tras el cambio de hora. Sin embargo, los casos no se incrementan en el cambio al horario de invierno al recuperar la hora de sueño. Aunque el desajuste horario entre los ritmos circadianos y el despertador es similar en ambos casos, el del verano es mucho más agresivo. Esta hora perdida en marzo, aparentemente trivial, induce cambios en la cantidad y la calidad del sueño, junto con un aumento de la actividad del sistema nervioso simpático y, por tanto, un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial.

Aun así, esta hora extra durante los meses de más calor le gusta a la gente de nuestro país. Más horas de sol a la salida del trabajo, más tiempo de socializar con los amigos, cenas que se alargan más. Pero como los horarios del trabajo son los mismos, implica también sueños más cortos.

«Con nuestra prepotencia ante la naturaleza, nos hemos apartado del curso normal del tiempo»

El horario de verano no es de uso general en todo el mundo. Se utiliza básicamente en el hemisferio norte. Pero cada vez más la ciudadanía rehúsa cambiar los relojes dos veces al año para tan poco beneficio. El verano de 2018, en la encuesta promovida por la Unión Europea, el 84 % de los participantes de los entonces 28 estados miembros votó para eliminar el horario de verano. El mandato final fue que cada estado estaba capacitado para quitarlo si quería. El Estado español hizo lo que se suele hacer para dejar morir el tema: nombrar una comisión técnica compuesta de cronobiólogos, economistas y físicos con ideas muy dispares sobre la cuestión. Finalmente, la comisión no llegó a ninguna conclusión.

En verano, cada día a las 6:30 mi gata Kira me reclama su ración de comida al ver que por la ventana entran los primeros rayos de sol. Por la noche se duerme después de la última ración al notar que la casa ya está oscura. Ella vive en el horario solar, con el ritmo normal de las horas de sol y de las estaciones. Nosotros, sin embargo, con nuestra prepotencia ante la naturaleza, nos hemos apartado del curso normal del tiempo y vivimos entre una y dos horas fuera de las horas naturales del día.

Y es que haría falta también hablar de la absurdidad de vivir en la hora del huso horario UTC+1, una zona temporal desplazada de nuestra zona «natural» UTC, y que nos impone la misma hora que Berlín. Pero de eso ya hablaremos en otra ocasión.

© Mètode 2021 - 111. Transhumanismo - Volumen 4 (2021)
Departamento de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València.