El poder de las palabras

Jane Goodall

En mi artículo de Mètode dedicado al Darwin escritor ya planteé la importancia que tiene en nuestra sociedad la difusión de las ideas científicas a través de la palabra escrita. Un planteamiento de la literatura, ciertamente, de orden más didáctico que estético. Aun así, el reto de difundir ciencia literariamente pide una habilidad en los recursos de la letra, ya sea en el orden persuasivo de la retórica o bien –incluso– en el de las capacidades poéticas. No en balde, la literatura científica representa el más noble intento de revelar el conocimiento científico al neófito, esto es, de transmitir el poder de la ciencia al público general. Y para que este propósito sea efectivo, es decir, para que sea creíble la transmisión de este conocimiento, conviene considerar aquel concepto aristotélico que fundamenta la construcción de cualquier edificio literario: la verosimilitud en la exposición de datos y de ideas. Es en este caso que la palabra obtiene su fuerza primordial. Un hecho que Darwin supo intuir y que creó escuela: hacer plausible aquello inverosímil y acompañar al lector ávido en la siempre difícil instrucción del espíritu humano.

En este sentido, Jane Goodall, la etóloga británica especialista en chimpancés, es un claro exponente de uso de la literatura como herramienta difusora del saber científico. Basta con empezar a leer un clásico como En la senda del hombre para darnos cuenta de hasta qué punto la peripecia –en un sentido homérico– será el marco de referencia de toda una serie de descubrimientos que cambiarán por siempre jamás la intuición que el ser humano tiene de la vida de los primates y, en consecuencia, la percepción que tiene de sí mismo. Así pues, Goodall nos guiará por «una intrincada selva que cubría el valle» –la reserva de Gombe, en la costa oriental del lago Tanganica– y como un Dante –poeta– nos hará partícipes del camino de sus investigaciones. Es la suya una aventura científica, un viaje por la senda del saber. Y muy consciente del poder de las palabras, encuentra en estas la medida –no exenta de una original subjetividad– donde plasmar la maravilla que hace de la ciencia –y de sus descubrimientos– materia literaria y poética.

Goodall –una destacada observadora– busca con afán de etóloga fundir el rigor científico de la descripción de los hechos con aquellas emociones que nos integran en la trama de la historia. Erudición y amenidad se complementan con oficio. Y si bien no hay una única voluntad de estilo que responda a todas las necesidades, al final, ¿qué mejor manera puede haber para hacer entender que primates –chimpancés en este caso– y humanos compartimos toda una serie de rasgos comunes más allá del ADN? Una revolucionaria conclusión en la época que tiene uno de sus momentos más líricos en la descripción que Goodall hace de la nostalgia en un simio en el magnífico ensayo de divulgación A través de la ventana, donde relata la conmovedora muerte de Flint –Goodall rompió con la convención de poner un número a cada individuo y les puso, en cambio, un nombre–, un chimpancé macho que se abandona a su suerte después de ver expirar a Flo, su madre ya avanzada en años: «El último viaje que hizo […] fue para ir al mismo lugar donde el cuerpo de Flo permaneció después de muerto […]. Se quedó unas cuántas horas, a veces mirando las aguas fijamente.»

No cuesta nada imaginar aquella rudimentaria tienda de campaña plantada en el corazón de África donde ya la joven científica pasaba a máquina las notas de sus cuadernos de campo. Ciertamente, a la luz tenue de un quinqué en plena noche, se trata de una postal romántica de una época que nunca más volverá: la de la investigadora, todavía sin ningún título universitario, en busca de datos que confirmaran que el estudio de los grandes primates podía dar indicios sobre los hábitos de los primeros homínidos. Cincuenta y cinco años de trabajo de campo en los que Jane Goodall siempre ha sido fiel a la vocación de vehicular su legado –y el de Louis Leakey– a través de la palabra escrita. Aquel puente entre la experiencia y el sentido que hace de la ciencia una epopeya digna de explicar para fortuna de las almas que aman la verdad.

© Mètode 2022 - 115. Belleza y naturaleza - Volumen 4 (2022)

Escritor y fotógrafo (Barcelona).