Somos un ‘trencadís’

Vivir en una ciudad como Barcelona donde hay tantas obras de Gaudí hace que no siempre te des cuenta del valor único que tiene una de sus técnicas preferidas, el trencadís. El arte de Gaudí, personal e imaginativo, se inspiraba en elementos vegetales y animales. La innovadora técnica del trencadís, uno de sus sellos más personales, le permitía decorar cromáticamente estas formas curvadas que imitan la naturaleza. Está claro que el mosaico hecho de pequeñas piezas o teselas ya había sido usado en la antigüedad para decorar suelos y paredes, siempre superficies planas, pero en aquellos mosaicos todas las piezas eran uniformes e intentaban difuminar la aportación de cada pieza para crear la ilusión óptica de uniformidad y continuidad del conjunto. Me recuerda al puntillismo, que, de lejos, permite ver el conjunto en lugar de cada pequeña pincelada, lo que en nuestra era digital denominamos pixelización. Pero el trencadís genera el efecto contrario: cada pieza es diferente y aporta armonía rompiendo la uniformidad, colores vivos junto a otros neutros; piezas grandes rotas azarosamente, que ganan un nuevo significado en la composición. Dicen que Gaudí vio un día las piezas de cerámica rotas de una obra, agrupadas para tirarlas a la basura, y pensó en reciclarlas y darles una nueva vida. ¿Quién sabe si entre las piezas entrevió un dragón o la máscara de un guerrero de otras épocas? El trencadís fue incorporado a muchas de sus obras emblemáticas y ahora es un símbolo más de la época modernista y de Barcelona, un símbolo con nombre propio.

«Todos hemos heredado secuencias de ADN de antiguos ancestros olvidados»

Nosotros también somos un trencadís. Mejor dicho, nuestro manual de instrucciones, el ADN, es un trencadís. A menudo pensamos que todo lo que tenemos es una posesión, pero nuestro ADN es una herencia. Mitad de padre y mitad de madre, y ellos a la vez, mitad de nuestros abuelos y estos, la mitad de cada bisabuelo, y así podríamos ir subiendo por nuestra escala genealógica, cada antepasado heredando la mitad del ADN de sus progenitores. Parecen números fáciles, ¿verdad? Pero hay que considerar que cuando pasamos a nuestros hijos la mitad de nuestro ADN no les transmitimos las mismas mitades que hemos heredado, sino que transmitimos una mitad combinada de una forma diferente de como la hemos recibido. Y es así como nuestro ADN es un trencadís, con fragmentos más grandes, otros más pequeños, una composición armónica de diferentes colores y texturas, de ancestros perdidos en la nebulosa de los tiempos, fragmentos de una bisabuela siciliana descendiente de una colonia fenicia junto a los fragmentos de un tatarabuelo descendiente de los bárbaros del norte; fragmentos más pequeños de un ancestro neandertal junto a fragmentos más grandes de humanos modernos que migraron más recientemente de África, dando forma y significado, conformando nuestra información genética.

Está claro que yo tengo piezas del trencadís que comparto con vosotros, diferentes piezas con cada uno, porque los humanos que poblamos actualmente la Tierra hace relativamente poco tiempo que nos hemos separado. Por ejemplo, de los que me leéis que podéis beber leche sin problemas y sois tolerantes a la lactosa, seguramente con muchos de vosotros comparto un mismo fragmento del trencadís, puesto que hay muy pocas mutaciones que confieran persistencia de la expresión de la lactasa en la etapa adulta. De igual forma, los que tenemos el grupo sanguíneo B, todos tenemos la misma pieza del trencadís, y así os iría diciendo diferentes piezas del trencadís que puedo compartir con vosotros, y muchas otras que no tengo, pero que quizás vosotros compartís.

¡No me digáis que no es poético pensar que nuestro ADN está hecho a trocitos! Todos hemos heredado secuencias de ADN de antiguos ancestros olvidados, que no han muerto del todo porque pequeños fragmentos de su ADN tienen una nueva vida dentro de nosotros. Talmente como un trencadís.

© Mètode 2021 - 108. Ciencia ciudadana - Volumen 1 (2021)

Profesora titular de Genética de la Universidad de Barce­lona (España), con una amplia trayectoria científica y académica en genética. Dirige un grupo que investiga las bases genéticas de dolencias hereditarias minoritarias, en particular, la ceguera. Es miembro del Instituto de Biomedicina (IBUB), adscrito al CIBERER, y de varias comisiones de bioética. Es cofundadora de la empresa DBGen, dedicada al diagnóstico genético. Ha escrito dos libros divulgativos y tiene una columna semanal de divulgación científica en www.elnacional.cat.