El diablo maldecido por el tumor

En biomedicina, la palabra cáncer es poliédrica. Se usa un solo vocablo para designar un montón de enfermedades que comparten muchas características, pero que pueden ser muy diferentes en cuanto a su etología u origen. A la pregunta «¿puede contagiarse el cáncer?», hay que responder que sí y que no, porque mientras muchos cánceres no se transmite entre individuos, hay otros que sí que se asocian a agentes patógenos contagiosos. Por ejemplo, algunos virus que pueden causar cáncer en humanos son el del papiloma, que provoca cáncer en piel o útero, o algunos retrovirus que causan leucemias.

Por otro lado, en algunos animales se han descrito tumores contagiosos que se transmiten por contacto directo y sin intervención de microorganismos patógenos. Estos cánceres transmisibles son linajes clonales de células somáticas contagiosas que se propagan mediante la transferencia física de células cancerosas vivas y que infectan a individuos de su «especie». Se conocen pocos cánceres de este tipo en la naturaleza, pero se han detectado en los demonios de Tasmania, carnívoros marsupiales endémicos de la isla australiana del mismo nombre. También se han detectado uno en perros y otros en poblaciones naturales de un tipo de hámster y en unas cinco especies de moluscos bivalvos.

En el caso de los diablos de Tasmania, se han descrito dos tipos de cánceres transmisibles diferentes por lo que respecta a las características de los tejidos de los respectivos tumores. También los respectivos cariotipos presentan reordenaciones cromosómicas aberrantes muy características.

Estos dos cánceres son el tumor facial del diablo 1 (DFT1) y el tumor facial del diablo 2 (DFT2). El crecimiento celular incontrolado provoca tumores faciales y orales malignos que se propagan por pequeños mordiscos entre los individuos. También se ha descrito la transmisión por contacto entre diablos hembra y sus cachorros. La extensión del tumor facial acaba afectando la capacidad de alimentación del animal y este muere prematuramente. Hasta el momento, ningún ensayo clínico con quimioterapia ha logrado tratarlos con éxito. Las células tumorales crecen sin que el sistema inmune del marsupial las detecte como nocivas.

Las células DFT1 tienen origen en un espécimen hembra, ya que presentan dos cromosomas sexuales XX, pero pueden hallarse en individuos infectados de ambos sexos. Además, han perdido uno de los cromosomas grandes y han experimentado varias reordenaciones que han dado lugar a cuatro cromosomas «nuevos». Las células tumorales DFT1 han continuado evolucionando sobre este esquema y actualmente se reconocen linajes diferenciados. Por otro lado, las células DFT2 tienen origen en un espécimen macho, con cromosomas XY, y se han encontrado casi de manera exclusiva infectando diablos machos, o bien con pérdida de cromosoma Y en hembras infectadas.

La propagación del tumor DFT1 se observó por primera vez en 1996 en el nordeste de Tasmania y se ha extendido ampliamente por toda la isla. Los tumores de DFT2, en cambio, se descubrieron hacia 2014 en una península del sureste de Tasmania y parece que, de momento, permanecen confinados en esta área. La rápida disminución de la población del diablo de Tasmania asociada a los tumores transmisibles de DFT1, un 80 % desde 1996, está llevando a la especie al camino de la extinción. Recientemente, se está probando una vacuna contra el DFT1 basada en la tecnología usada en una de las vacunas contra la covid-19.

¿Recordáis el diablo de Tasmania de los dibujos animados de la Warner? Fue creado en 1954 y diría que se parece poco al marsupial real. Poco tiempo después, un directivo de la Warner ordenó que desapareciera porque el personaje le parecía desagradable, pero finalmente este «resucitó» por el clamor popular. ¿Salvará la vacuna a la especie? 

© Mètode 2024 - 121. Todo es química - Volumen 2
Profesora del Departamento de Genética de la Universitat de València.