Un entorno de trabajo en el que se te exige un altísimo rendimiento, donde hay cientos de ojos examinando y juzgando todo lo que haces y en el que una pequeña distracción puede suponer tu muerte no parece el más adecuado para asegurar la salud mental de uno. Pero ese es justamente el entorno de trabajo habitual de los astronautas. No debe, por tanto, extrañarnos que estos profesionales estén sometidos a un fuerte estrés y que desde que comenzó la exploración espacial se haya notificado la aparición de sentimientos de tristeza, falta de intimidad, sensación de aislamiento, fatiga, disminución del rendimiento cognitivo y, con el tiempo, irritabilidad, insomnio y síntomas de depresión.
Paradójicamente, la preparación psicológica de los astronautas antes de una misión no es «para echar cohetes» (disculpad la broma). Esta consiste más bien en una evaluación de las capacidades mentales del astronauta, la cual determinará si finalmente realiza o no la misión. Dado que hay muchos más astronautas que desean realizar una misión que misiones, el trabajo de los psicólogos consiste en cribar a los que de por sí son ya más aptos y estables psicológicamente, más que en prepararlos.
El astronauta Scott Kelly cuenta en su autobiografía que los psicólogos les ponían en diversas situaciones de riesgo o de estrés y evaluaban su respuesta; por ejemplo, durante encuentros informales, como una barbacoa con empleados de la NASA, cómo iban vestidos o cómo se comportaban (si tomaban una o más cervezas, por ejemplo) eran factores que podían inclinar la balanza a favor de otro astronauta para realizar la misión. Kelly cuenta también que se les sometía a cuestionarios a lo Blade Runner con preguntas como «¿Preferiría robar algo en un gran almacén o pegar a un perro?». Esta pregunta en concreto casi lo descalificó, como supo posteriormente, pues los psicólogos notaron que intentaba contestar lo que él creía que estos esperaban oír, en vez de contestar lo que él pensaba.
«Para evitar posibles brotes psicóticos, los astronautas de la Estación Espacial Internacional conversan semanalmente con amigos y familiares»
Por si la prevención falla (recordemos a la astronauta Lisa Nowak, de la que hablamos en la «Nave espacial Mètode» del número 70), todos los vuelos espaciales se hacen siempre con un médico a bordo para, entre otras cosas, evaluar si hay que abortar la misión, o en caso de que el episodio haya tenido lugar en el seno de la Estación Espacial Internacional, enviar al astronauta a casa. Asimismo, los kits médicos contienen tranquilizantes, antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos, y a los astronautas se les instruye en todo tipo de situaciones extrañas relacionadas con el comportamiento, para que puedan evaluar un posible problema mental con un compañero. Además, para evitar riesgos y posibles brotes psicóticos, los astronautas de la Estación Espacial Internacional conversan semanalmente a través de conexiones de larga distancia con amigos y familiares, así como con un cirujano de vuelo y con un psicólogo, en la Tierra, para intentar detectar a tiempo un posible desorden.
Con todo, este tipo de problemas es minoritario: de los 1.800 problemas médicos que hubo en 89 misiones del trasbordador espacial entre 1981 y 1988, menos de un 2 % estuvo relacionado con la salud mental. Además, el viaje espacial tiene psicológicamente un lado positivo. En una encuesta que se realizó a cuarenta astronautas, todos ellos informaron de cambios positivos en su personalidad debido a su estancia en el espacio. En particular su percepción de la Tierra al observarla desde el espacio como un planeta único fue altamente positiva y esto incrementó notablemente su apreciación de la belleza del planeta, de la falta de fronteras y la unidad de la especie humana, y de la necesidad de proteger la Tierra.
Esto hace que uno se pregunte si no debería ser obligatorio poner en órbita a nuestros líderes políticos antes de que tomen posesión de su cargo.