Estudiando el impacto de las experiencias adversas en el cerebro humano
Juan Nácher es catedrático de biología celular en la Universitat de València y trabaja en el Instituto de Biotecnología y Biomedicina (BIOTECMED)

Soy Juan Nácher y trabajo en el Instituto de Biotecnología y Biomedicina dirigiendo la Unidad de Neuroplasticidad, en un grupo de investigación que está asociado al Instituto de Investigación del Hospital Clínic de València (INCLIVA) y a la red española de investigación en salud mental CIBERSAM.
En el laboratorio, trabajamos para ver cuáles son los efectos de las experiencias adversas en las primeras etapas de la vida (infancia y adolescencia) sobre el cerebro, y cómo esas experiencias modifican las conexiones neuronales y la estructura del propio cerebro para hacerlo más vulnerable a enfermedades mentales como la depresión o la esquizofrenia.
Estudiamos este fenómeno desde diversas perspectivas. En primer lugar, desde modelos animales, en los que intentamos replicar algunas características de las enfermedades y de las experiencias adversas. Después, analizamos los cerebros de los animales para ver qué alteraciones presentan. Tenemos otra línea enfocada a estudiar esto mismo, pero en el cerebro de pacientes psiquiátricos; lo hacemos con material postmortem. En tercer lugar, trabajamos con psiquiatras del Hospital Clínico haciendo análisis de pacientes mediante resonancia magnética. Miramos los cambios estructurales y funcionales de los cerebros de pacientes que han sufrido este tipo de alteraciones.
La idea de la investigación de subir y bajar en ambas direcciones, den lo más básico a lo más complejo. Lo más básico es el trabajo en animales, que nos permite un análisis mucho más preciso de los aspectos moleculares o celulares, y nos da la posibilidad de intentar ver si en las muestras de pacientes postmortem se identifican cosas parecidas. Muchas veces, el camino es a la inversa, y el hecho de que descubramos algo en los cerebros humanos nos lleva a comprobarlo después en animales, lo que nos da la posibilidad de manipular las moléculas que nos interesan para saber qué papel juegan en el cerebro. La parte más clínica nos ayuda a entender qué está pasando en el cerebro de los enfermos, y además tenemos la posibilidad de hacer análisis longitudinal, es decir, poder ver las mismas zonas del cerebro en diferentes fases de la enfermedad.
Trabajamos en una zona del cerebro relativamente profunda, denominada tálamo. Integra información sensorial del mundo que nos rodea y la pasa a la corteza cerebral. Está muy involucrada en la modulación de algunos comportamientos esenciales para el funcionamiento del cuerpo, como la tensión o algunos tipos de memoria. En nuestras investigaciones hemos visto que en algunos pacientes psiquiátricos, los que tienen esquizofrenia, existen alteraciones muy marcadas en la estructura de esta área cerebral.
Afortunadamente, nuestro cerebro tiene una plasticidad muy elevada, y en muchos casos estas situaciones adversas son reversibles; además, no afectan del mismo modo a todas las personas. Pero sí que es cierto que cuando hacemos estudios en la población general, las personas que padecen enfermedades mentales han tenido todas una proporción más elevada de acontecimientos adversos durante la infancia o adolescencia.
Como síntesis, intentamos entender qué bases biológicas hay detrás de las alteraciones y de las enfermedades mentales en general. Tener una comprensión mejor de estas nos puede servir para diagnosticarlas. Todavía estamos muy lejos, pero la posibilidad de tener algún tipo de marcador que pudiéramos usar para detectar precozmente estas enfermedades sería de gran ayuda.
Realización de la entrevista: Marta Gutiérrez y Anna Mateu. Edición: Marta Gutiérrez.