La llegada de la COVID-19 en un contexto de emergencia climática
Las consecuencias de una crisis de crisis
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, del inglés Intergovernmental Panel on Climate Change) estima que las actividades humanas ya han causado un calentamiento global de aproximadamente 1 °C respecto a los niveles preindustriales. Con los datos actuales, además, se calcula que este incremento llegará a 1,5 °C entre el año 2030 y el 2052. Esto significa que, con toda probabilidad, los indicadores biofísicos están condenados a empeorar, y las consecuencias que se deriven de este hecho están directamente relacionadas con la salud, la seguridad alimentaria o el suministro de agua, entre otros asuntos que conforman los medios de vida básicos de las sociedades.
«La adaptación de las sociedades y los territorios a las consecuencias inevitables del cambio climático se ha ido desplazando hacia el centro de las preocupaciones científicas, políticas y socioeconómicas»
Aun así, en un informe reciente sobre los impactos derivados del aumento global de 1,5 °C, los mismos expertos han apuntado que estos riesgos dependen en gran medida de la magnitud y el ritmo del calentamiento (IPCC, 2018). Es decir, como la velocidad del cambio importa, la velocidad de reacción y de frenada, también. La buena noticia es que se puede trabajar para que el calentamiento global se mantenga en un límite de 1,5 °C aproximadamente. O, al menos, para que no llegue a los 2 °C, un escenario en el que se prevé que las variables empeorarían (IPCC, 2018). Pero para eso se necesitan transiciones rápidas y de gran alcance en muchas estructuras preestablecidas, como es el caso del sistema energético, urbanístico o en la esfera industrial, entre otros.
La adaptación de las sociedades y los territorios a estas consecuencias ya inevitables del cambio climático es una cuestión que se ha ido desplazando hacia el centro de las preocupaciones científicas, políticas y socioeconómicas. Pese a que tanto el concepto de adaptación como el de vulnerabilidad en este contexto contienen aristas y matices que se deben contemplar (Bassett y Fogelman, 2013; Brown, 2011), en los últimos años ocupan un lugar destacado en la literatura del cambio climático y crece su atención por parte de los expertos (Bassett y Fogelman, 2013). Algunos estudios apuntan que la adaptación al cambio climático requiere necesariamente una percepción social creciente de las consecuencias de la crisis climática (Adger et al., 2009). Sin embargo, son muchos los estudiosos que advierten de la importancia de generar también una noción esperanzadora en esta concepción de futuro (García, 2013) así como de hacer patentes las posibles soluciones a las problemáticas derivadas del clima para elaborar narrativas desde la esperanza (Bloch, Vicen y Serra, 2004; Ehrlich y Ehrlich, 2013).
Un cambio de corona en el trono mediático
En la lógica social ha brotado cierta preocupación por las consecuencias del cambio climático (Bord, Fisher y Robert, 1998). Muestra de ello es el hecho de que, sobre todo desde la última década (Freitas Netto et al., 2020), algunas empresas tienden a utilizar terminología relacionada con la sostenibilidad como una herramienta comercial a fin de engordar el número de ventas de sus productos. Este fenómeno se conoce como greenwashing, un término acuñado por el ecologista Jay Westervelt ya en 1986. A pesar de que a esta palabra no se le asocia una definición única, hace referencia a la publicidad engañosa que tiene por objetivo generar en el público creencias excesivamente positivas sobre las prácticas ambientales de una determinada empresa (Torelli, Balluchi y Lazzini, 2020). De alguna manera, el greenwashing pose de manifiesto un reclamo social por conductas más respetuosas con el medio ambiente, un reflejo de la permeabilidad de una conciencia ambiental que germina.
«La COVID-19 parece haber desplazado el calentamiento global de la atención mediática»
Además, numerosos estudios apuntan que los medios de comunicación de masas son herramientas muy influyentes para modular la conciencia pública sobre cuestiones medioambientales (Slovic, 1986). Así, otra muestra que evidencia una preocupación colectiva por el cambio climático es el hecho de que en los últimos años la cuestión climática se haya situado en el centro de la agenda mediática. Aun así, es objeto de debate si el aumento de la conciencia sobre el calentamiento global está vinculado a un mayor compromiso público hacia la problemática (Malka, Krosnick y Langer, 2009).
En cualquier caso, uno de los efectos observados con la llegada de la COVID-19 es que parece haber desplazado el calentamiento global de la atención mediática, posiblemente porque la crisis del coronavirus ha acontecido de manera mucho más inminente. Algunos estudios cuestionan el hecho de circunscribir la comunicación de una crisis –como la climática o la derivada del coronavirus– a la advertencia de sus peligros (O’Neill y Nicholson-Cole, 2009; Witte, 1994). Es por eso que quizás en un escenario como el actual se requiere que no se saturen los medios de comunicación con un exceso de información sobre las consecuencias más dramáticas del calentamiento global.
Sin embargo, en una situación tan concreta como esta, perder de vista mediáticamente el cambio climático podría comportar el riesgo de que se endurezca el consenso de una narrativa a favor del crecimiento económico que deje la cuestión medioambiental en un segundo plano, con las implicaciones que esto supondría en la lucha climática. En este sentido, habría que tener presente lo que asevera el sociólogo ambiental Ernest García (2013) cuando dice que «nada revela mejor este consenso productivista que el omnipresente esquema ideológico según el cual el crecimiento es bueno y deseable, mientras que la austeridad es mala».
Nuevos conceptos para narrativas antiguas
Ahora bien, la forma con la que se concibe la vulnerabilidad de las sociedades frente al cambio climático influirá inevitablemente en la articulación de la respuesta que se le de (Bassett y Fogelman, 2013). ¿Puede ser el punto de inflexión derivado de la COVID-19 un avance en este sentido? Uno puede plantearse si la situación actual ayudará a la comprensión del hecho que el acceso y la gestión de los recursos constituyen piedras angulares de la vulnerabilidad y la dinámica de adaptación al cambio climático, así como de las consecuencias otras crisis futuras menos previsibles.
«Uno de los aspectos a los que habría que dedicar especial atención es al análisis de los términos con los que se evaluará la recuperación social y económica de esta crisis sanitaria»
Por eso, uno de los aspectos a que habría que dedicar especial atención es al análisis de los términos con los que se evaluará la recuperación social y económica de esta crisis sanitaria, especialmente en un contexto de emergencia climática. Es interesante reutilizar una cuestión propuesta por los profesores Tom Bassett y Charles Fogelman (2013) en la que plantean que, si uno de los principales argumentos políticos es que «hay que volver a ordenar la sociedad para conseguir una reducción de la vulnerabilidad» en relación con futuras crisis, ¿cómo se produce este reordenamiento? El primer termómetro del riesgo de esta reestructuración lo encontramos en algunas de las políticas que ya están poniéndose en marcha en diferentes partes del mundo.
Muchas de las medidas tomadas en tiempos de crisis comportan la eliminación de normativas que, a pesar de ser insuficientes, se estaban poniendo en marcha en materia de cambio climático. Un ejemplo reciente de esto lo encontramos en la modificación de la ley NEPA (National Environmental Policy Act) por parte del gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos. La desregulación de esta jurisprudencia elimina restricciones medioambientales impuestas por la Agencia de Protección Ambiental norteamericana (EPA, del inglés Environmental Protection Agency) que llevaban en marcha desde hacía más de medio siglo. A consecuencia de este cambio, los estudios medioambientales que se requieren para la construcción en industrias contaminantes ya no tienen que contemplar las consecuencias acumulativas de la contaminación. Es decir, solo se tendrán en cuenta los efectos contaminantes a corto plazo.
«Algunas políticas para evitar «una mayor desaceleración» del crecimiento económico suponen un retroceso en materia climática»
Sin embargo, también estamos viendo estas tendencias en las políticas de otros territorios más próximos, como es el caso de Andalucía. Según alega la Junta andaluza en el Decreto-ley 2/2020, de 9 marzo, la crisis sanitaria provocada por el coronavirus «proporciona evidentes razones que hacen prever una mayor desaceleración del crecimiento económico». Así, asegura que «el cambio de expectativas a escala internacional y la ralentización económica obligan a tomar decisiones de política económica para evitar una mayor desaceleración». Bajo el paraguas retórico de la competitividad del tejido productivo, la Junta andaluza pretende llevar a cabo una batería de reformas estructurales en el Estatuto de Autonomía. Algunas de ellas suponen un retroceso en materia climática, dado que eliminan permisos de protección ambiental, hasta ahora obligatorios.
Volviendo a las reflexiones planteadas por Bassett y Fogelman (2013), resulta especialmente interesante «aplicar un análisis desde el prisma de la ecología política para examinar los procesos sociales, políticos y económicos a varias escalas que configuran vulnerabilidades y oportunidades para superar las adversidades». Cuando menos, con estas recomendaciones se pretende evitar el riesgo de convertir la adaptación sostenible en un oxímoron, un peligro sobre el que ya han advertido expertas en las ciencias sociales medioambientales como Katrina Brown (2011).
Referencias
Adger, W. N., Dessai, S., Goulden, M., Hulme, M., Lorenzoni, I., Nelson, D. R., ... & Wreford, A. (2009). Are there social limits to adaptation to climate change? Climatic change, 93(3-4), 335–354. doi: 10.1007/s10584-008-9520-z
Bassett, T. J., & Fogelman, C. (2013). Déjà vu or something new? The adaptation concept in the climate change literature. Geoforum, 48, 42–53. doi: 10.1016/j.geoforum.2013.04.010
Bloch, E., Vicen, F. G., & Serra, F. (2004). El principio esperanza (Vol. 1). Madrid: Trotta.
Bord, R. J., Fisher, A., & Robert, E. O. (1998). Public perceptions of global warming: United States and international perspectives. Climate Research, 11(1), 75–84.
Brown, K. (2011). Sustainable adaptation: An oxymoron? Climate and Development, 3(1), 21–31. doi: 10.3763/cdev.2010.0062
De Freitas Netto, S. V., Sobral, M. F. F., Ribeiro, A. R. B., & Da Luz Soares, G. R. (2020). Concepts and forms of greenwashing: A systematic review. Environmental Sciences Europe, 32(1), 1–12. doi: 10.1186/s12302-020-0300-3
Decreto-ley 2/2020, de 9 de marzo, de mejora y simplificación de la regulación para el fomento de la actividad productiva de Andalucía. Disponible en https://www.juntadeandalucia.es/boja/2020/504/1
Ehrlich, P. R., & Ehrlich, A. H. (2013). Can a collapse of global civilization be avoided? Proceedings of the Royal Society B, 280(1754). doi: 10.1098/rspb.2012.2845
García, E. (2013). Car le temps est proche : La crise écologique et l’apocalypse sans cesse annoncée. Socio-anthropologie, 28, 117–131.
IPCC. (2018). Global Warming of 1.5 C An IPCC Special Report on the Impacts of Global Warming of 1.5 C Above Pre-Industrial Levels and Related Global Greenhouse Gas Emission Pathways, in the Context of Strengthening the Global Response to the Threat of Climate Change. Sustainable Development, and Efforts to Eradicate Poverty. Disponible en https://www.ipcc.ch/sr15/
Malka, A., Krosnick, J. A., & Langer, G. (2009). The association of knowledge with concern about global warming: Trusted information sources shape public thinking. Risk Analysis, 29(5), 633–647. doi: 10.1111/j.1539-6924.2009.01220.x
O'Neill, S., & Nicholson-Cole, S. (2009). “Fear won't do it”: Promoting positive engagement with climate change through visual and iconic representations. Science Communication, 30(3), 355–379. doi: 10.1177/1075547008329201
Slovic, P. (1986). Informing and educating the public about risk. Risk Analysis, 6(4), 403–415. doi: 10.1111/j.1539-6924.1986.tb00953.x
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Witte, K. (1994). Fear control and danger control: A test of the extended parallel process model (EPPM). Communications Monographs, 61(2), 113-134. doi: 10.1080/03637759409376328