Bruno Latour: los humanos y la naturaleza
La teoría del actor-red, el medio ambiente y la salud
El filósofo, antropólogo y sociólogo francés Bruno Latour ha muerto este pasado 9 de octubre de 2022. En 2021, fue galardonado con el prestigioso Premio Kioto en el apartado de Pensamiento y Ética de la categoría de Arte y Filosofía, hecho que inspiró la elaboración de este artículo, que será publicado en el próximo número de la revista Mètode. Latour revolucionó la visión convencional de la ciencia, basada en el dualismo entre naturaleza y sociedad, y proponer una nueva forma de pensar el conocimiento científico como el resultado de una red compleja de interacciones entre varios agentes igualmente relevantes. Una perspectiva que ha desembocado también en propuestas para hacer frente a los problemas ambientales actuales.
Si pudiese cambiar cualquier cosa, haría que saliésemos del sistema de producción para construir una ecología política.
Bruno Latour
Una sucesión de catástrofes naturales recientes invita a una reflexión profunda sobre las relaciones e interacciones entre nosotros, los seres humanos, y la naturaleza. La pandemia de coronavirus es un caso susceptible de análisis para discernir cuáles son los factores que la han determinado y cuáles han colaborado a hacerle frente. Para empezar, habría que preguntarse si el virus es la causa de la enfermedad o más bien es la manifestación de un planeta enfermo. Cuando, en un mundo inmerso en la globalización, al deterioro medioambiental se añaden el cambio climático, la pobreza, la carencia de higiene, la marginalidad, el hambre, la miseria… entonces tenemos el cóctel perfecto para se produzca el estallido de una zoonosis y la expansión de nuevas pandemias.
Durante el curso de la covid-19 hemos hablado de coronavirus, de vacunas, de respiraderos, de atención primaria, de unidades de cuidados intensivos, de cuarentena, de mascarillas… todos elementos fundamentales, en diferente medida y en diferentes etapas, de la evolución de la pandemia. Explicarla requiere un modelo complejo de pensamiento, más allá del reduccionismo científico. En esta línea, uno de los pensadores contemporáneos que con más claridad nos ha ayudado a analizar las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza ha sido Bruno Latour.
¿Quién era Bruno Latour?
Bruno Latour se definía a sí mismo como una mezcla de filósofo, antropólogo y sociólogo, que aprendió a pensar cuando empezó a escribir, siendo apenas un niño. Profesor emérito del Instituto de Estudios Políticos de París, Sciences Po, durante la última etapa de su vida, a la edad de doce años adoptó un hábito que lo acompañaría siempre: anotaba todo aquello que le impactaba, que le interesaba o le hacía pensar. «Desde que llegué a la universidad tuve claro que lo que me interesaba era la filosofía. Leí mucho a Nietzsche y me interesó analizar cómo se construye la verdad. Hice trabajo de campo en África, en Abiyán, para una institución científica francesa; después fui a California y me interesó mucho comparar ambos mundos, el africano y el norteamericano. Es lo que definí como antropología simétrica. Siempre he buscado analizar cómo se va construyendo la objetividad científica y por eso empecé a hacer antropología de la ciencia en los laboratorios de California, donde simplemente apliqué el muy conocido método etnográfico» (Latour, 2021).
«Uno de los pensadores contemporáneos que más nos ha ayudado a analizar las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza es Bruno Latour»
Bruno Latour recibió en 2021 el Premio Kioto, un prestigioso galardón internacional que se otorga a personas que han hecho contribuciones destacadas en ciencia y tecnología, artes y filosofía. Según el jurado, Latour revolucionó la visión convencional de la ciencia tratando la naturaleza, los humanos, los equipos de laboratorio y otras entidades como actores igualmente relevantes, y describiendo la tecnociencia como una red compleja de interacciones entre todos ellos. Al someter a debate la noción de modernidad tradicional, basada en el dualismo entre naturaleza y sociedad, la filosofía de Bruno Latour influyó en muchas disciplinas, con dimensiones poliédricas que incluyen propuestas relacionadas con los problemas ambientales globales.
A propósito del Premio Kioto, cabe destacar que este quiere «contribuir al progreso de la humanidad, manteniendo el equilibrio entre el desarrollo de la ciencia y la civilización y el enriquecimiento del espíritu humano». Su fundador, Kazuo Inamori, ingeniero cerámico, creó en 1959 la Kyocera Corporation dedicada a cerámica electrónica, ingeniería cerámica y cerámica estructural. Cuando en 1984, la Kyocera Corporation conmemoraba el vigésimo quinto cumpleaños de su éxito tecnocientífico y comercial –consecuencia de una determinada filosofía tecnológica y empresarial– Inamori puso encima de la mesa sus principios: un ser humano no puede tener vocación más alta que la de luchar por el bien más grande de la humanidad. De acuerdo con esta convicción, creó la Fundación Inamori, que otorga el Premio Kioto, como medio para reconocer a las personas que han contribuido al progreso de la ciencia, la civilización y el espíritu humano.
Según las palabras de Inamori: «Estoy convencido de que el futuro de la humanidad solo se puede asegurar mediante un equilibrio entre el progreso científico y una profunda espiritualidad. A pesar de que la civilización basada en la tecnología está avanzando rápidamente, hay un retraso deplorable en la investigación de nuestra naturaleza espiritual…» y acababa diciendo: «Nada sería más gratificante que dar un pequeño impulso a la construcción de un nuevo paradigma filosófico». Con esta declaración, Inamori sincretizaba lo más profundo de la religiosidad y la filosofía natural de Oriente con los valores y logros de la cultura occidental. A pesar de que, con los vaivenes de la pandemia, la concesión del Premio Kioto a Bruno Latour pasara desapercibida, consideramos oportuno adentrarnos en su filosofía y los méritos que lo llevaron a recibir el galardón. Lamentablemente, en el proceso de edición de este artículo, el 9 de octubre de 2022, Bruno Latour ha fallecido.
El reconocimiento a Bruno Latour
Junto con Steve Woolgar, Bruno Latour aportó en los años ochenta nuevos enfoques a los estudios sobre la ciencia: ambos hicieron etnografía de las actividades de los científicos durante el trabajo de laboratorio, mediante la observación participando, e impulsaron un nuevo campo denominado antropología de la ciencia. Durante esta época, Latour desarrolló la actor-network theory (‘teoría del actor-red’), una teoría sociológica que describe la investigación en el marco de la tecnociencia, la sociedad y la naturaleza. Lo hizo en colaboración con Michel Callon, John Law y otros investigadores, en el Centro de Sociología de la Innovación de la Escuela de Minas de París. Esta teoría describe la producción de conocimiento científico como la acción de una red compleja que engloba actividades, gestión de laboratorios, equipaciones, infraestructuras, experimentos, investigadores, materias primas, salarios, etc. Todos operan en sistemas sociales, obtienen financiación para investigación… Son los actores de la red tecnocientífica. Esta nueva perspectiva ponía en cuestión la tradicional visión de la tecnociencia basada en una concepción dualista de la modernidad, vigente desde Rousseau hasta nuestros días, donde la naturaleza parece estar formada por seres materiales inertes, en contraste con una mente humana y una sociedad capaz de dominarla, manipularla y adaptarla a sus intereses.
Recientemente, Latour defendió la necesidad de una revisión profunda del Antropoceno para resolver los problemas ambientales globales. En otras palabras, los conceptos antropocéntricos de naturaleza –es decir, una realidad adaptable a los intereses y las necesidades definidas por los humanos– y de medio ambiente se han construido a partir de este dualismo, que es el que ha provocado estos problemas ambientales y el cambio climático. Para alejarse de esta concepción, Latour propuso una perspectiva alternativa del mundo y la naturaleza, centrada en lo terrestre, que se entrelaza dentro de varios límites, incluyendo a los humanos, los animales, las plantas, las características topográficas, el clima y otros seres de la biosfera. Todo lo que forma parte de la fina capa que cubre la superficie de la Tierra de unos pocos kilómetros de grosor. Latour planteó la necesidad de reorganizar el sistema político, social y económico a partir de esta perspectiva terrestre, y colaboró a menudo con científicos naturales y artistas para extenderla.
Cómo reaccionar ante un cambio en la cosmología
En la recepción del Premio Kioto, Latour tituló su discurso «Cómo reaccionar ante un cambio en la cosmología». En este afirmaba que, durante décadas, los historiadores de la ciencia han mantenido un largo debate para revisar la versión heroica de lo que la historiografía denominaba «revolución científica» y han encontrado muchas maneras de dar mayor complejidad al relato sobre el desarrollo de la ciencia moderna. Aun así, queda claro que entre los siglos XVI y XVIII, los europeos construyeron una nueva noción del cosmos, una nueva red de acciones e interacciones entre humanos y no humanos. Partiendo de las formas en las que se entendió este cambio en la cosmología, se puede explicar la relativa carencia de comprensión de cómo tenían que relacionarse con otras culturas, durante lo que se denominó «la era del descubrimiento», una etiqueta también discutible.
Ahora estamos viviendo un período que, en cierto modo, se parece al cambio en la representación del cosmos que los europeos vivieron a los inicios de la Edad Moderna. En cambio, no se trata de la transición de un cosmos cerrado a un universo infinito (en expresión de Alexandre Koyré) o de la posibilidad de expandir los recursos para la prosperidad y el desarrollo, algo que ya ha aportado la globalización desde los años ochenta del siglo XX. El cambio cosmológico que observó Latour era más bien el descubrimiento de la condición limitada, frágil y amenazada de la Tierra, lo que los geoquímicos denominan zona crítica, que corresponde a la pequeña parte del planeta que ha sido modificada por formas vivas a lo largo de los eones. En geología, se denomina eón a cada una de las divisiones más grandes de tiempo en que se ha dividido la historia de la Tierra desde su origen: Hádico, Arcaico, Proterozoico y Fanerozoico, todas de diferente duración. Aquello que parece más relevante es que el impacto de este último cambio es todavía mayor –al menos para los occidentales acostumbrados a la idea de modernidad– que el impacto que tuvieron que soportar nuestros antepasados en la época del Renacimiento. Sobre todo, porque significa modificar de manera muy profunda no solo las relaciones de los humanos con la naturaleza, sino también el impulso hacia lo que hasta ahora se ha denominado «progreso y prosperidad», y esto apenas en el momento en que los éxitos relativos del desarrollo del paradigma anterior se han extendido por todas las naciones globalizadas. Aunque la situación a menudo se analiza como una cuestión de ecología, y que continúa siendo un tema bastante marginal junto a las preguntas económicas y sociales, más bien tendría que definirse como un cambio cosmológico o de cosmovisión. Para resistirlo, tenemos que ser capaces de mezclar capacidades científicas, políticas, jurídicas, artísticas y religiosas.
La teoría del actor-red y la salud pública
En 2005, Bruno Latour publicó el libro titulado Reassembling the social: An introduction to actor-network-theory (Oxford University Press). El libro ofrece un párrafo aclaratorio sobre su teoría: «Todo el mundo parece saber con qué tipo de fuerzas y con qué tipo de materiales está hecho el mundo social. Siempre me ha llamado la atención, por el contrario, el enorme desfase entre la gran variedad de vínculos con que las personas elaboran sus diferentes mundos y el repertorio limitado que tenemos en ciencias sociales para explicarlos. Encontré que esta brecha se ampliaba todavía más cuando empecé, hace treinta años, a buscar una explicación social de la práctica científica. A pesar de que la mayoría de la gente dijo que esta empresa era claramente insensata, mientras que algunos de mis colegas próximos afirmaban que era, si no fácil, al menos factible dentro de los límites normales de las ciencias humanas, unos cuantos amigos y yo decidimos tomar las enormes dificultades de esta tarea como la ocasión para repensar las nociones de sociedad y de explicación de lo social. A partir de las nuevas ideas que aportaban los estudios sobre la ciencia, desde entonces hemos explorado otros muchos dominios, desde la tecnología hasta la salud, desde las organizaciones de mercado hasta el arte, la religión o la ley, la gestión o la política. Esta forma alternativa de practicar la sociología se ha denominado teoría del actor-red. A pesar de que se ha explicado y aplicado ampliamente, también a menudo se ha malinterpretado, en parte a causa de la ambigüedad de la palabra social. […] En este libro muestro por qué la sociología se puede interpretar como la ciencia de las asociaciones y no solo como la ciencia de lo social» (Latour, 2005).
«Latour ha defendido la necesidad de una revisión profunda del Antropoceno para resolver los problemas ambientales globales»
En mi libro International diplomacy and public health. A transnational perspective, comentaba que el establecimiento de burocracias estatales configuró diferentes formas de administraciones sanitarias durante la transición en el siglo XX y el periodo de entreguerras. El fenómeno estuvo estrechamente relacionado con los nuevos desarrollos de la administración estatal asociados a la aparición de la salud como cuestión política (Barona, 2019). Este contexto histórico llevó a Bruno Latour a explicar la construcción de Louis Pasteur como icono social y político (Latour, 1988). Latour sugirió que no importaba si los personajes principales de la historia eran científicos, médicos, microbios o administradores políticos. Cada participante de la red jugaba un papel específico en función de las relaciones de poder.
La biopolítica estatal en los años de entreguerras representó una red plural que conectaba naturaleza, ciencia y sociedad. Los argumentos legitimadores incluían valores morales, el reconocimiento de la salud como derecho civil y la importancia de los beneficios económicos. En un momento crítico en que el estado nación exigía que las personas sanas aportaran riqueza y defendieran el país en la lucha contra las potencias rivales, lo que Latour denominó «pasteurización» –y podemos conceptualizar como biopolítica de salud pública– se convirtió en una de las soluciones.
La salud pública experimental y la medicina social florecieron en un contexto sociohistórico particular, cuando el reformismo liberal asumió la idea de regenerar la humanidad como objetivo social y político. El agente más potente en la difusión y traducción de los valores de la salud pública fue el higienismo. Si miramos el tema desde la perspectiva de la teoría del actor-red, la innovación exitosa en sueros, vacunas, productos farmacéuticos, investigación sobre nutrición, producción de vitaminas y otras tecnologías innovadoras, solo fue posible cuando todos los actores –fueran o no humanos– dieron forma a una red estable, poderosa y que se reforzaba activamente. Cuando el ántrax se convirtió en pandemia y cuando las epidemias de cólera devastaron la población europea, el actor más poderoso y esencial de la red era el microbio. Sin embargo, la relación de poder se invirtió cuando la bacteriología, la serología y otros instrumentos de investigación experimental redefinieron los vínculos sociales, y después «se convirtieron en los portavoces de estos nuevos agentes innumerables, invisibles y peligrosos» (Latour, 2005), aislables y hechos visibles a través del microscopio mediante técnicas experimentales. Durante los años de entreguerras fueron los expertos en salud asociados con diplomáticos, agencias internacionales y políticos, los que construyeron las nuevas instituciones (laboratorios, dispensarios, comisiones de expertos) que transformaron los experimentos científicos en campañas sociales y acciones políticas. A partir de finales del siglo XIX, la alianza entre estadísticos, diplomáticos, arquitectos higienistas, ingenieros y expertos en salud pública cambió radicalmente la concepción misma de la sociedad con gran capacidad de influencia.
Esta red de participantes muestra cómo la salud pública experimental consiguió el poder suficiente para reordenar y redefinir las posiciones de los actores, las relaciones entre ellos y sus influencias sobre el conjunto de la red.
La ideología del programa de higiene social se fundamentaba en el dominio de la pericia científica sobre la naturaleza. De hecho, implicaba la supremacía de la ciencia y los valores científicos sobre la sociedad y la política. Con la llegada de la salud pública experimental, las biopolíticas impulsaron transformaciones profundas. Latour nos explicó cómo la sociedad podría presionar los científicos para que investigaran ciertas enfermedades infecciosas, pero los científicos podrían redefinir toda la red mediante resultados científicos e innovación, y entonces la ciencia podría revertir la dirección de la presión y forzar el cambio en las políticas e intervenciones sociales. En palabras de Latour, la presencia del microbio redefinió el significado de la libertad individual. Los proyectos de reforma urbana en las ciudades y el saneamiento en las zonas rurales son buenos ejemplos, como también la medicalización de la sexualidad y las enfermedades venéreas: «Nadie tenía derecho a contaminar a los otros. Para salvar la libertad de todo el mundo, el paciente contagioso tiene que ser avisado por los médicos, aislado, desinfectado y puesto a salvo, como un delincuente» (Latour, 2005). Modelos explicativos similares podrían proponerse para analizar la malnutrición, la dieta, la tuberculosis y el alcoholismo o el consumo de drogas. En muchos casos, la presión implicaba culpar la víctima.
La pandemia y sus actores
La pandemia de la covid-19 que viene afectándonos desde hace más de dos años representa un excelente estudio de caso para probar la capacidad explicativa de teoría del actor-red de Bruno Latour y ver la evolución de la pandemia desde una perspectiva más abierta. El 31 de diciembre del 2019 la Comisión de Salud de Wuhan (Hubei, China) notificó los primeros casos de neumonía. Poco después se confirmó que eran causados por un coronavirus que se denominó SARS-CoV-2, cuya estructura genética fue secuenciada el 12 de enero del 2020. La expansión fue tan rápida que el 30 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) aplicó el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) y declaró el brote de coronavirus emergencia sanitaria internacional. En aquel momento había 7.818 casos confirmados en todo el mundo, principalmente en China, y se habían detectado casos en unos veinte países. A finales de enero, China había confinado la ciudad de Wuhan y extendido el aislamiento a varias ciudades de la provincia de Hubei. A mediados de febrero empezaron las señales de alarma en Italia, donde se produjo el primer brote europeo y se tomaron las primeras medidas de confinamiento fuera de China. El 11 de marzo la OMS declaró el estado de pandemia global. El 14 de marzo se decretó el estado de alarma en España. En dos meses y medio, la pandemia afectaba a toda Europa.
«Los humanos formamos parte de la naturaleza y no la podemos someter a nuestro interés»
Además de la dimensión sanitaria y epidemiológica, la pandemia ha causado estragos a la economía mundial y ha alterado profundamente la movilidad y las condiciones de vida de la población. La red de actores que ha influido en el origen y evolución de la pandemia ha sido muy diversa: el coronavirus, los virólogos, la OMS, las autoridades sanitarias, los servicios de atención primaria y de urgencias de los hospitales, los ventiladores, la neumonía, las mascarillas, la cuarentena, los serólogos, las vacunas, las políticas sanitarias y de vacunación… Una red compleja, cuya pluralidad de actores ha tenido una importancia relativa y un peso diferente en cada etapa de la pandemia. En una primera etapa fue la tarea de los virólogos, la detección del virus, la secuenciación de su estructura genética, la que orientó la acción de la red; más adelante lo fue la capacidad de respuesta hospitalaria, la prevención del contagio, el confinamiento, la cuarentena; después la vacuna y las vacunaciones…
La visión amplia y compleja que proponía Bruno Latour nos permite superar la dicotomía entre humanos y naturaleza elaborada desde el más tradicional pensamiento de la modernidad ilustrada, y entender que los humanos formemos parte de la naturaleza y no la podemos someter a nuestro interés, porque el daño que le hagamos nos lo hacemos también a nosotros. Una reformulación posmoderna de un viejo pensamiento tan fuertemente arraigado a las filosofías naturales de la antigüedad.
Referencias
Barona, J. L. (2019). International diplomacy and public health. A transnational perspective. Routledge.
Latour, B. (1988). The pasteurization of France. Harvard University Press.
Latour, B. (2004). Politics of nature. How to bring the sciences into democracy. Harvard University Press.
Latour, B. (2005). Reassembling the social: An introduction to actor-network-theory. Oxford University Press.
Latour, B. (2021). How to react to a change in cosmology (10 de noviembre de 2021). Conferencia por la concesión del Premio Kioto, Kioto, Japón.