«De matasanos a cirujanos» de Lindsey Fitzharris

Una revolución en la cirugía decimonónica

De matasanos a cirujanos
Joseph Lister y la revolución que transformó el truculento mundo de la medicina victoriana
Lindsey Fitzharris .
Traducción de Joaquín Chamorro. 
Debate. Barcelona, 2018. 316 páginas.

Sobrevivir como historiador freelance y divulgador en el mundo anglosajón es posible. Es el caso de Lindsey Fitzharris. Al acabar su doctorado en historia de la ciencia, medicina y tecnología por la Universidad de Oxford, inició un blog conocido como The chirurgeon’s apprentice (“La aprendiz de cirugía”) en el cual se dedica a divulgar la historia de la cirugía y al cual han seguido otras iniciativas parecidas. En resumen, este es el tema del libro de Fitzharris que nos ocupa, publicado en inglés en 2017 y traducido por la editorial Debate –estimulada por un galardón importante y un gran éxito de ventas–. Es importante tener presente que se trata de una obra de divulgación, destinada a un público amplio, no experto. La propia autora en una entrevista reconoció que ella se considera en primer lugar y fundamentalmente una storyteller, y después una historiadora.

La historia narrada es atractiva y cautivadora en muchos pasajes. Ahora bien, la autora ha utilizado, a mi parecer, un sensacionalismo exagerado, con anécdotas seleccionadas cuidadosamente por su crudeza. Fitzharris plantea el contexto de la práctica de la cirugía del xix de una forma que, a quien desconoce el tema, le puede parecer fácilmente que antes de la mitad de aquella centuria no había existido nada merecedor de denominarse cirugía. Y lo cierto es que desde la Edad Media existe una larga y notabilísima tradición de textos quirúrgicos, fundamentados no solo en la habilidad manual sino en las razones médicas que explican el uso del bisturí. Aquellos cirujanos victorianos, «carniceros sanguinarios», como así los denomina y describe la autora, da la impresión de que eran de todo menos individuos que reflexionaban sobre su tarea, poco más que meros artesanos, esclavos de unas rutinas que solo el desarrollo de la anestesia y posteriormente la aparición estelar de un eminente personaje, Joseph Lister, introductor de la antisepsia, fue capaz de cambiar. Hasta entonces, la habilidad y rapidez con el escalpelo y la sierra de amputar eran los signos distintivos de un cirujano. Esto cambió cuando el virtuoso Lister, un cuáquero serio y mesurado, apareció en escena para cambiar el guion, haciendo suyas las ideas de Louis Pasteur.

En el libro se contextualiza aquella atmósfera de innovación y cambios, pero también de resistencias tozudas a aceptarlos. Una historia que corre el riesgo, a veces, de mostrar a Lister como un héroe incomprendido que lucha para vencer los «errores» del pasado. Y aun así, los cirujanos de la Inglaterra victoriana fueron el producto de una larga tradición y de un estadio de la ciencia que era el que podía ser, y que no se puede ni se debe contrastar con el actual.

Meritorio es el trabajo de Fitzharris para acercar al público los escenarios del aprendizaje y la praxis quirúrgica (sobre todo el hospital), los objetos científicos usados, la experimentación con animales, la industria farmacéutica, la organización profesional, las controversias médicas, las personalidades de los practicantes y sus relaciones… En definitiva, todos los ingredientes necesarios para que esta maquinaria conocida como ciencia pueda funcionar. Pero también resulta peligroso por la forma como lo explica a veces, y también por lo que no dice. Al fin y al cabo, los riesgos de la divulgación.

© Mètode 2018 - 99. Interconectados - Otoño 2018

Doctor en Historia de la Ciencia por la Universitat de València. Profesor de secundaria (Col·legi Santa Maria Auxiliadora, Algemesí).