Nuevos entornos de conocimiento

Sobre la posibilidad de una ciencia ciudadana social

https://doi.org/10.7203/metode.12.18136

La ciencia ciudadana se encuentra en fase de consolidación con una amplia diversidad de prácticas y perspectivas. Las ciencias sociales y las humanidades ocupan un espacio reducido a pesar de la evidente dimensión social de la ciencia ciudadana. En este sentido, la ciencia ciudadana social enriquece el concepto de ciencia ciudadana tanto porque el objeto de investigación puede ser también de naturaleza social como por el hecho de que aporta mayor reflexión sobre la participación activa de personas, grupos o comunidades en proyectos de investigación. El artículo reivindica, con experiencias, una ciencia ciudadana social con capacidad emancipadora para las personas participantes y con habilidades para promover acciones colectivas o políticas públicas basándose en un conocimiento cocreado.

Palabras clave: ciencia ciudadana, ciencia ciudadana social, grupos vulnerables, empoderamiento, ciencia transformadora.

La ciencia ciudadana se atribuye de forma genérica a la participación del público en una investigación científica (Vohland et al., 2021). Se ha dicho que ofrece una manera de recopilar datos masivos y de acelerar el procesamiento a la vez que eleva la conciencia, el conocimiento y la comprensión tanto de los métodos científicos como de la relevancia social de sus resultados (Parrish et al., 2019). Algunos investigadores se muestran proclives a mantener la generalidad y vaguedad del término ciencia ciudadana (Auerbach et al., 2019) dada su juventud y la diversidad de formas de entenderla y concebirla (Haklay et al., 2020). La diversidad puede verse en positivo, como una manera de enriquecer la ciencia ciudadana y, ya más en general, como catalizadora de la eclosión de una ciencia transdisciplinaria y transformadora.

El sociólogo Alan Irwin, uno de los autores a quienes se atribuye el nacimiento del concepto, ya afirmaba hace más de veinticinco años: «[El término] ciencia ciudadana evoca una ciencia que asiste las necesidades e inquietudes de los ciudadanos» (Irwin, 1995, p. xi). El libro sostiene que la ciudadanía puede construir conocimiento fiable. Sin embargo, décadas después, el número de contribuciones con el término ciencia ciudadana en las ciencias sociales y las humanidades es escaso, pequeño en comparación con la cantidad de artículos publicados en revistas de los ámbitos de las ciencias ambientales o la biología, que dominan la ciencia ciudadana (Kullenberg y Kasperowski, 2016). Aun así, existe un creciente consenso en que las ciencias sociales y las humanidades resultan necesarias para la maduración de la ciencia ciudadana, tanto por el hecho de que el objeto de la investigación pueda ser también de naturaleza social como por el hecho de que estas disciplinas puedan aportar una reflexión más elaborada sobre la participación en proyectos de ciencia ciudadana (Tauginienė et al., 2020).

«El número de contribuciones con el término ciencia ciudadana en las ciencias sociales y las humanidades es pequeño en comparación con la cantidad de artículos publicados en los ámbitos de las ciencias ambientales

En el ámbito de la política científica, se respiran aires de cambio en las líneas de financiación que está formalizando la Comisión Europea con el programa Horizon Europe. Se adivina una investigación abierta y accesible, planteada sobre misiones orientadas a retos que hay que responder urgente y colectivamente. La crisis de la COVID-19 o las acciones contra el cambio climático son tomadas como ejemplos para motivar que la sociedad civil sea mucho más que una mera cómplice en los proyectos de investigación financiados. Dentro del programa europeo de financiación, la ciencia ciudadana es candidata a representar un papel notable, dado que se espera tanto una ciencia intensamente participada y compartida, desde su gestación hasta su comunicación pública, como una ciencia accionable, que aporte políticas públicas basadas en evidencias a través de una conversación activa con la ciudadanía (Tornasi y Delaney, 2020).

Este artículo quiere dar razones para extender la idea de una ciencia ciudadana social (Perelló, Mayer et al., 2020). A través de experiencias particulares, quiere exponer qué puede haber de distintamente social en la ciencia ciudadana. ¿Cómo pueden contribuir las ciencias sociales a la consolidación de la ciencia ciudadana? ¿De qué modo una ciencia ciudadana y social es relevante?

CoAct: una ciencia ciudadana y social

En el proyecto europeo CoAct, iniciado en 2020 con una duración de tres años, entendemos la ciencia ciudadana social como una investigación codiseñada (Senabre et al., 2018) e impulsada por grupos que comparten una preocupación social (Bonhoure et al., 2019). El proyecto pone a prueba un modelo de ciencia ciudadana social con tres acciones y una convocatoria abierta de proyectos. Personas erigidas como expertas en el terreno se convierten en coactores de investigaciones que abordan cuatro grandes retos sociales: salud mental, paro juvenil, justicia ambiental e igualdad de género (Figura 1).

En Barcelona, en el piloto CoActuem per la Salut Mental, las personas con experiencia propia en salud mental y sus familiares actúan como personas coinvestigadoras para explorar, caracterizar y vigorizar sus redes de apoyo social. Es con estas personas con las que codefinimos, codiseñamos y cocreamos la investigación de ciencia ciudadana social. Las redes de apoyo social son consideradas esenciales para una óptima atención y cuidado orientados a la recuperación de las personas con problemas de salud mental (Bonhoure et al., 2019; Cigarini et al., 2018). En una primera etapa de la investigación, se ha construido un entorno de conocimiento formado por una treintena de asociaciones de personas afectadas y familiares, de organizaciones del tercer sector, de académicos y de la administración pública. Con ellos se ha buscado la cooperación para que la investigación que desarrollan las personas que viven la problemática en primera persona acabe teniendo impacto.

Figura 1 (página anterior). El proyecto europeo CoAct parte de la idea de ciencia ciudadana social como una investigación codiseñada e impulsada por grupos que comparten una preocupación social. El proyecto consta de tres acciones y una convocatoria abierta de proyectos. Las personas con experiencia propia en los distintos temas y contextos se convierten en coactores de investigaciones que abordan cuatro grandes retos sociales: salud mental, paro juvenil, justicia ambiental e igualdad de género.

En el momento de escribir este artículo, las personas coinvestigadoras están compartiendo vivencias personales para comprender qué son las redes de apoyo social. Sus relatos serán el contenido de un chatbot abierto al conjunto de la ciudadanía de forma que ésta irá escuchando y respondiendo a estas narraciones. El esfuerzo reinterpreta la inteligencia artificial de los chatbots y refuerza una inteligencia colectiva que desea conocer qué vivencias compartimos y con quiénes, encontrar soluciones a ciertas dudas que plantean las personas coinvestigadoras, descubrir los roles de las personas dentro de las redes de apoyo social e identificar los recursos más valiosos dentro de las mencionadas redes. Durante 2022, los datos serán interpretados colectivamente con un formato de parlamento ciudadano, junto con las organizaciones pertenecientes al entorno del conocimiento. Se busca así que la ciencia ciudadana tenga valor científico, valor individual para cada una de las personas implicadas y valor para habilitar acciones colectivas y políticas públicas a través de medidas y recomendaciones debidamente argumentadas.

«Hay personal investigador que ha optado por reorientar parte de su esfuerzo para incorporar la participación ciudadana a su práctica investigadora y dotarla de un compromiso cívico»

En las ciudades de Viena y Buenos Aires se están desarrollando procesos similares pero sobre temáticas y contextos diferentes. En Viena, grupos de jóvenes en situación de riesgo de exclusión coinvestigarán para extraer nuevo conocimiento que permita debatir y mejorar una formación que facilite la inserción laboral. En Buenos Aires, las personas que viven en viviendas precarias sin acceso a agua potable y junto a un río altamente contaminado construirán y alimentarán con sus observaciones indicadores de calidad ambiental. La casuística cotidiana y sus percepciones serán la base para elaborar protocolos e indicadores más ajustados a intereses y necesidades de la comunidad local a través del mapeo colectivo de la calidad ambiental de 64 kilómetros del río Matanza Riachuelo. Una convocatoria abierta sobre todo a entidades del tercer sector permitirá validar a otro nivel el proceso de investigación que propone CoAct.

Los miembros del consorcio de CoAct provienen de varias disciplinas científicas y de contextos muy diferentes. Por lo tanto, el propio proyecto ofrece la oportunidad de mantener una pluralidad de perspectivas a la hora de profundizar en una ciencia ciudadana social académicamente relevante y que a la vez genere resultados accionables. El enfoque de CoAct revisa, adapta e incorpora prácticas que ya tienen una cierta tradición dentro de las ciencias sociales, como por ejemplo la investigación comunitaria (community-based research) y la investigación de acción-participación (participatory action research) sin olvidar otras propias de artistas con experiencia de trabajo en comunidades (Perelló, Cigarini et al., 2020).

Una investigación más salvaje

De hecho, más allá de CoAct, hay personal investigador que ha optado por reorientar parte de su esfuerzo para incorporar la participación ciudadana a su práctica investigadora y dotarla de un compromiso cívico. Tras cada iniciativa siempre hay una historia particular y desde cada campo de conocimiento también se da vida a la ciencia ciudadana de forma distinta. En el ámbito específico de la ciencia social computacional y de las ciencias de la complejidad (Perelló et al., 2012; Sagarra et al., 2016) existe una necesidad de superar las actuales fuentes de datos opacos (las redes sociales como principal paradigma, con datos pertenecientes a gigantes tecnológicos) y de idear una investigación más salvaje (fuera del laboratorio, más representativa y próxima a la actividad cotidiana). El trabajo de laboratorio necesita simplificar la realidad y de alguna manera descontextualizarla, lo que es útil para la construcción de un conocimiento universal y reproducible, pero a la vez puede fracasar en la voluntad de responder y contribuir a retos sociales inmediatos.

«Algunos proyectos de ciencia ciudadana ya han otorgado un papel emancipador a las personas que se implican en ellos»

Retomando la cita de Irwin (1995), las preguntas a hacerse entonces podrían ser: ¿Qué mecanismos hay que activar dentro de una investigación académica para «responder a las inquietudes y necesidades de la ciudadanía»? ¿Es posible publicar la investigación en las revistas académicas del máximo impacto con el conocimiento científico fiable producido por la ciudadanía? Responder afirmativamente estas preguntas sofistica en gran medida una investigación científica. Los científicos profesionales van a tientas, de hecho no tienen formación previa para poder asegurar el éxito. Además, especialmente en el contexto español, las infraestructuras científicas se estresan ante exigencias sobrevenidas que incluyen aspectos sumamente delicados en proyectos de ciencia ciudadana, como por ejemplo la privacidad de los participantes o la ética durante la investigación con el Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (GDPR, en sus siglas en inglés) y los marcos de una investigación responsable (responsible research and innovation, RRI) y de una ciencia abierta en un sentido amplio (open science).

Llevar la investigación a espacios públicos como la calle o centros escolares permite que las personas que los habitan ayuden a definir la temática de esta, las preguntas por las que se regirá, así como participar en la interpretación de los datos. En la imagen, sesión de cocreación con alumnado de cuarto de ESO del Colegio San Gabriel de Viladecans (Barcelona), dentro del proyecto StemForYouth. / Foto: OpenSystems

Aun así, algunos proyectos de ciencia ciudadana ya han otorgado un papel emancipador a las personas que se implican. Se organizan dinámicas participativas para que su voz sea más escuchada y mejor correspondida en el conjunto de fases de una investigación (Senabre et al., 2018). La investigación se puede codefinir con estrategias de cocreación donde grupos y colectivos se sientan especialmente interpelados. Los protocolos de recogida de datos y el propio proceso de interpretación de estos también pueden abrirse a la discusión y al debate. Un dato puede tener diferente significado según quién lo lea y un resultado de los obtenidos puede convertirse en más relevante que otro si se incluyen las diversas perspectivas que puedan aportar los participantes. Con dinámicas y espacios específicos, la investigación científica puede enriquecerse y producir mejores resultados y más originales. Se supera así el rol subsidiario habitualmente asignado a las personas participantes en proyectos de ciencia ciudadana. Se da forma a una investigación que también funcione fuera del ámbito académico y aporte conocimiento para todas y cada una de las personas implicadas. Se equiparan todas las aportaciones y se reconocen por igual todos los esfuerzos, vengan de donde vengan.

La calidad del aire y las familias de un vecindario

Un ejemplo que explica lo importante que es aumentar el espacio de participación y lo crítico que puede resultar aumentar la dimensión social en una investigación es el proyecto xAire, una medición colectiva de la calidad del aire en Barcelona que ha conseguido conocer la concentración de dióxido de nitrógeno en 725 localizaciones diferentes (Perelló, Cigarini et al., 2020). Nuestro grupo OpenSystems lideró la iniciativa junto con otras instituciones incluso del ámbito cultural. El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona entendió el proyecto como parte de la exposición «Después del fin del mundo».

«Con dinámicas y espacios específicos, la investigación científica puede enriquecerse y superar el rol subsidiario asignado habitualmente a las personas participantes en proyectos de ciencia ciudadana»

El número de puntos analizados por el proyecto xAire no tiene precedentes en la ciudad. Los datos demuestran la alta variabilidad de la contaminación y posibilitan una evaluación de impacto en salud fiable y precisa. Los tubos de medición fueron cuidadosamente instalados por las familias de dieciocho escuelas de primaria de los diez distritos de la ciudad. Los grupos de familias de cada escuela decidieron autónomamente la ubicación siguiendo un mismo protocolo. La calidad de los resultados es inseparable del compromiso y el interés personal y colectivo de las más de 1.600 personas participantes. Deseaban conocer la concentración de dióxido de nitrógeno de sus calles. Los datos les daban argumentos irrefutables para emplazar al Ayuntamiento a tomar medidas para combatir la contaminación. Todos estos beneficios van aparejados con las razones educativas que sirvieron inicialmente de palanca de xAire gracias al Consorcio de Educación de Barcelona. Se observó un incremento de la motivación y del grado de aprendizaje por parte del alumnado que se explica por el hecho de participar en una investigación científica «real» tal y como hemos constatado en otras experiencias de ciencia ciudadana (Perelló et al., 2017).

Experimentos en la calle

Profundicemos sobre otros matices de la ciencia ciudadana social desde las ciencias sociales computacionales y las ciencias de la complejidad. OpenSystems (ver tabla complementaria) también ha formalizado experimentos públicos que buscan responder a inquietudes sociales situadas y contextualizadas (Sagarra et al., 2016). Mediante dispositivos digitales (Vicens, Perelló et al., 2018), se trasladan las metodologías de laboratorio a la calle. El experimento se transforma en experiencia gracias a un dispositivo urbano de escucha atenta. Peatones o personas del vecindario dispuestos a ponerse en situación reflexionan durante unos minutos ante un dilema relacionado con la inquietud compartida por una comunidad, colectivo o grupo ciudadano concreto. Las personas dejan de ser meros sujetos experimentales pasivos y los datos obtenidos tienen valor al menos para la comunidad motor que desea conocer cuál es la reacción de sus conciudadanos ante un dilema social específico.

Los experimentos en la calle permiten que los peatones o personas del vecindario reflexionen durante unos minutos ante un dilema relacio­nado con la inquietud compartida por una comunidad, colectivo o grupo ciudadano concreto. Las personas dejan de ser meros sujetos experimentales pasivos y los datos obtenidos tienen valor al menos para la comunidad motor que desea conocer cuál es la reacción de sus conciudadanos ante un dilema social específico. En la imagen, una de las intervenciones del proyecto Juegos para la Vivienda llevada a cabo en Granollers (Barcelona). / Foto: OpenSystems

Los resultados han tenido valor para poner de relieve las desigualdades inherentes ante acciones contra el cambio climático (Vicens, Bueno-Guerra et al., 2018), los diversos roles sociales en el ámbito de la atención y los cuidados comunitarios en salud mental (Cigarini et al., 2018) o los aspectos de género en las interacciones sociales en la calle (Cigarini et al., 2020) solo por citar algunas ya publicadas en revistas científicas de alto impacto.

«Los espacios de cocreación pueden ser escuelas, centros penitenciarios o bibliotecas y sus comunidades (con grupos de clase, de internos o de usuarios)»

Los espacios de cocreación pueden ser escuelas, centros penitenciarios o bibliotecas y sus comunidades (grupos clase, de internos o usuarios). Y las personas que habitan estos espacios son las que ayudan a definir la temática de investigación, las preguntas de investigación más relevantes e interpretan los datos junto con los científicos. Mientras tanto, los espacios públicos donde realizar los experimentos pueden ser festivales de juego (DAU Barcelona en varias ediciones), de teatro en la calle (FiraTàrrega 2017, como parte de su espectáculo inaugural o Escena Poblenou 2018) o de ciencia (la bienal de ciencia organizada por el Institut de Cultura de Barcelona, con la colaboración de una compañía de teatro y una escuela de diseño). Pero también es posible que aparezcan en forma pop-up por pocos días o pocas horas en la calle o plaza más concurrida.

La dimensión social de la ciencia ciudadana

Para acabar, existe una conciencia creciente sobre los impactos presentes y potenciales, sociales y políticos de la ciencia. La ciencia ciudadana, ambiciosa por naturaleza, está asumiendo la voluntad de vertebrar la siempre compleja interacción entre investigación, sociedad y elaboración de nuevas políticas, por ejemplo en aras de la sostenibilidad (Fritz et al., 2019; Sauermann et al., 2020). La promesa democrática que caracteriza la narrativa de la ciencia ciudadana, más inclusiva y social, se basa en la idea de que el conocimiento científico está construido socialmente y que, por tanto, estas prácticas permiten a la ciudadanía dirigir la investigación hacia las necesidades de la sociedad (Irwin, 1995).

La ciencia ciudadana social tiene, sin embargo, todavía un largo camino por recorrer. Hay más voluntades y deseos que hechos y experiencias concretas. Sin embargo, construir una ciencia ciudadana social será para todas las personas que se animen a ello un viaje que merecerá la pena vivir. Para los científicos profesionales es un tránsito hacia una práctica investigadora compartida, inconcebible sin escuchar, debatir y actuar con colectivos, comunidades y personas interesadas. Ojalá la ciencia ciudadana social sirva para aumentar los niveles de democracia y de cohesión social, que no obvie a las minorías o a quienes están en una situación más vulnerable. Viendo los tiempos de inestabilidad y provisionalidad en los que nos ha tocado convivir, una investigación transdisciplinaria, codiseñada e impulsada por grupos que comparten una preocupación social parece de vital importancia.

Referencias

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© Mètode 2021 - 108. Ciencia ciudadana - Volumen 1 (2021)
Líder del grupo OpenSystems, centrado en las artes y la participación del público como elementos de hacer ciencia. Investigador del Departamento de Física Condensada de la Universidad de Barcelona y en el UBICS (Universidad de Barcelona Institute Complex Systems) (España).