Un patrimonio particular
La importancia de las colecciones osteológicas identificadas
Uno de los pilares de los estudios bioantropológicos son las colecciones osteológicas identificadas. Este trabajo tiene como objetivo describir este patrimonio y mostrar su importancia. Desde el siglo XIX, varios países han reunido conjuntos de cráneos y esqueletos de personas de las cuales se conocen algunos datos biográficos; entre otros, qué edad tenían al morir y su sexo. Actualmente existen cerca de cincuenta colecciones en países de América del Norte y del Sur, África, Europa y Asia. Las investigaciones realizadas sobre estas tienen aplicaciones en el estudio de la evolución humana, de las poblaciones del pasado, de la paleopatología y de la historia de la medicina, entre otros. La necesidad de aumentar el número de individuos y ampliar la distribución geográfica de las muestras conduce al continuo desarrollo de estas colecciones.
Palabras clave: antropología física y biológica, antropología forense, biología del esqueleto, paleopatología, historia de la medicina.
Introducción
Desde la prehistoria, los seres humanos han manipulado los esqueletos de las personas fallecidas. A modo de ejemplo, mencionaremos los cráneos preneolíticos (datados entre 9.600 y 7.000 años a. C.) encontrados en el sitio arqueológico de Göbekli Tepe, situado en la región de Anatolia, que presentan incisiones profundas a lo largo del eje sagital y que son la prueba más antigua de modificación post mortem realizada intencionalmente en huesos humanos (Gresky, Haelm y Clare, 2017).
Con el tiempo, ese interés se fue volviendo gradualmente más científico, sobre todo en el campo médico, teniendo como marco fundamental los trabajos del médico belga Andreas Vesalius (1514-1564), considerado el padre de la anatomía moderna. En los siglos XVIII y XIX, en el ámbito de la historia natural, hubo un creciente interés por la diversidad de poblaciones existentes en los distintos continentes, lo que condujo a la elaboración de colecciones y estudios de cráneos y esqueletos humanos de forma más sistemática (Spencer, 1997). Desde entonces, se han constituido numerosas colecciones en museos y universidades de todo el mundo (Quigley, 2001).
Este trabajo tiene como objetivo presentar las denominadas «colecciones osteológicas identificadas» y mostrar su importancia para los avances científicos en las áreas de la antropología y de la historia de la medicina.
¿Qué son las colecciones osteológicas identificadas?
Se denominan «colecciones osteológicas identificadas» –también llamadas «colecciones documentadas» o «de referencia»– los conjuntos de cráneos o esqueletos de personas de las cuales se conocen datos biográficos, como el sexo y la edad a su muerte. Además de estos elementos esenciales, parámetros como el lugar de nacimiento y la causa de defunción son también frecuentes. Dependiendo de la forma y de los objetivos que hayan conducido a la constitución de cada colección, pueden existir otros datos sobre el individuo, como su lugar de fallecimiento e inhumación; su ocupación profesional –que indirectamente proporciona el contexto socioeconómico–, y también su nombre, estado civil, estatura y nombre de los progenitores.
Cabe señalar que, a pesar del conocimiento de los datos biográficos de estos individuos, los resultados de los estudios realizados se divulgan de forma anónima, tanto en trabajos escritos como en presentaciones orales. Aunque algunas de estas colecciones se encuentran en museos, no son habitualmente objeto de exposición por sí solas, si bien cráneos, huesos y esqueletos pueden ser mostrados al público integrados en un determinado discurso expositivo.
Cuanta más información exista acerca de cada uno de los individuos, más versátil e importante será la colección, pues facilitará una mayor diversidad de investigaciones. Por ejemplo, los nombres de los progenitores posibilitan el establecimiento de relaciones de parentesco y el nombre del individuo permitirá buscar informaciones complementarias sobre su vida.
«Recientemente se ha dado un nuevo impulso global a la formación de conjuntos esqueléticos identificados»
Conviene, sin embargo, alertar sobre los problemas y sesgos que estas colecciones pueden conllevar. Los conjuntos esqueléticos, incluso cuando están compuestos por centenares o miles de individuos, no representan a la población de la que derivan, ya que la selección de estas muestras resultó de factores independientes a la representatividad de la población viva o muerta en un determinado período temporal. En lo que se refiere a las causas de defunción, su fiabilidad debe ser cuestionada atendiendo al conocimiento médico y a los medios de diagnóstico utilizados en la época, así como al uso de designaciones difusas o incoherentes, que no se corresponden con las clasificaciones nosológicas actuales.
Estas colecciones buscan mostrar la variabilidad normal de la población y, por lo tanto, se distinguen de aquellas colecciones anatómicas que registran patologías, particularmente las inusuales, como son casos de gigantismo, de enanismo, problemas congénitos o lesiones características de ciertas enfermedades, como por ejemplo la destrucción de la columna vertebral originada por tuberculosis ósea, denominada mal de Pott (Santos y Suby, 2012). Estas colecciones en concreto están constituidas de cara a la enseñanza médica o para documentar y mostrar «rarezas» o «anomalías» que la ciencia, especialmente desde del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX, no sabía explicar. Otras colecciones de cráneos fueron creadas en Europa y Estados Unidos por los frenólogos que creían que la forma del cerebro y, consecuentemente, la del cráneo estaba relacionada con las características morales y las capacidades intelectuales de los individuos (Quigley, 2001; Spencer, 1997). Por último, mencionaremos las momias, los esqueletos, cabezas y cráneos, muchas veces obtenidos mediante el conflicto armado, que integraron los «gabinetes de curiosidades», creados en los museos entre los siglos XVIII y XIX, y considerados representativos de las «razas inferiores» o de las costumbres de «pueblos primitivos» como eran designados en aquel momento (denominaciones refutadas en las últimas décadas por los avances científicos que probaron la inexistencia de razas en la especie humana). Estas colecciones no serán objeto del presente trabajo.
¿Cómo se constituyen?
Mayoritariamente, las colecciones osteológicas identificadas provienen de cementerios municipales que, ante la necesidad de efectuar nuevos enterramientos, exhuman los esqueletos existentes de las sepulturas que no presentan evidencias de culto. Pasado el tiempo legal de inhumación, y en caso de que las familias no renueven el alquiler del espacio de enterramiento del fallecido, los huesos de una inhumación se retiran y se colocan en osarios colectivos ubicados en los cementerios o, en otros casos, son incinerados (Chi-Keb, Albertos-González, Ortega-Muñoz y Tiesler, 2013; Quigley, 2001).
Otras colecciones, como por ejemplo la Colección de Cráneos de las Escuelas Médicas de la Universidad de Coimbra, provienen de individuos que fallecieron en instituciones hospitalarias y cuyos familiares no reclamaron el cuerpo para proceder a su enterramiento. Existen también conjuntos de esqueletos provenientes de disecciones como los de la Colección Hamann-Todd en Cleveland, en Estados Unidos, o bien de autopsias, como es el caso de un grupo de fetos en Hungría (Fazekas y Kósa, 1978; Quigley, 2001). Por otro lado, la colección de Spitalfields, en Londres, fue organizada por la necesidad de liberar las criptas de la Iglesia de Cristo, lugar de inhumaciones entre los siglos XVIII y XIX (Molleson, Cox, Waldron y Whittaker, 1993).
Otra vía de obtención de individuos identificados es la donación de cadáveres, bien por voluntad del propio fallecido o de sus familiares, como ha sido el caso en las colecciones de las Universidades de Khon Kaen y Chiang Mai, ambas en Tailandia, o las colecciones del Dr. William M. Bass y Maxwell, en Estados Unidos.
En circunstancias como las presentadas anteriormente, el contexto legal de muchos países autoriza que los cráneos y esqueletos sean entregados a instituciones de enseñanza e investigación. En las colecciones constituidas más recientemente es necesario respetar los códigos de buenas prácticas y consultarlo con los comités de ética (véase, por ejemplo, Chi-Keb et al., 2013). En Suiza, además de a las autoridades públicas, también se consultó a las familias y los descendientes de individuos que constituyen la Colección Simon (Perréard-Lopreno, 2006).
La vuelta al mundo en colecciones identificadas
En la Tabla 1 [consultar aquí], se indican algunas de las más emblemáticas colecciones «clásicas», es decir, aquellas organizadas en el siglo XIX y a principios del XX, cuya importancia deriva de factores como el número de individuos que las constituyen, la distribución equitativa por sexos y grupos de edad, la preservación e integridad de los esqueletos, así como la cantidad y calidad de los estudios realizados. A la fiabilidad de los datos existentes de cada uno de los individuos se añade la posibilidad de agregar nuevas informaciones fruto de la investigación. Además de estas colecciones clásicas, se incluyen también las colecciones de referencia para el área forense, constituidas, mayoritariamente, por personas que fallecieron en las últimas décadas del siglo XX o ya en el siglo XXI.
Dado el limitado número de referencias derivadas de las normas de esta publicación, en la Tabla 1 presentamos sumariamente las colecciones identificadas por países (por orden alfabético) sin referirnos a las publicaciones que las describieron y/o presentaron. Puede encontrarse más información sobre estas osteotecas y sus características en obras como Ardagna, Bizot, Boëtsch y Delestre (2006), Henderson y Alves-Cardoso (2018), Molleson et al. (1993), Quigley (2001), Santos (2018) y Ubelaker (2014).
Estas colecciones son estudiadas no solo por alumnos, investigadores y profesores de las instituciones donde están alojadas, sino que también están disponibles para que otros profesionales puedan realizar sus investigaciones. A menudo, para aumentar el número de individuos estudiados en una investigación –por ejemplo, del mismo sexo o de la misma edad–, así como para evaluar la reacción ósea de una determinada patología, se analizan varias de estas colecciones.
¿Por qué se crean estas colecciones? Ejemplos de estudio
Hasta mediados del siglo XX, las colecciones osteológicas identificadas se utilizaban sobre todo para realizar comparaciones anatómicas entre pueblos de diversas regiones del mundo y con las formas fósiles que, mientras tanto, se descubrían en Europa, África y Asia (Santos, 2018; Spencer, 1997). Simultáneamente, la antropología física/biológica empezó a estudiarlas con el objetivo de crear métodos de estimación del sexo, la edad en el momento de fallecimiento y la estatura para posteriormente poder aplicarlos en el estudio de esqueletos provenientes de excavaciones arqueológicas y en la identificación forense. Estos tipos de investigaciones continúan hasta la actualidad porque, al contrario de lo que muestran las series de televisión, no es fácil conseguir métodos de alta precisión.
«Hasta mediados del siglo XX, las colecciones osteológicas se utilizaban sobre todo para comparaciones anatómicas»
Muchas de las colecciones clásicas, como por ejemplo la Colección Hamman-Todd o la de Robert J. Terry, ambas en Estados Unidos, así como la Colección de Esqueletos Identificados de la Universidad de Coimbra, han sido utilizadas en la creación de métodos aplicados posteriormente en todo el mundo que permiten estimar el sexo de la persona por observación o análisis métrico de regiones anatómicas como la pelvis, el cráneo o los huesos largos. En los individuos adultos, el dimorfismo sexual observable en el esqueleto confiere cierta seguridad en los resultados obtenidos, mientras que en los esqueletos de no adultos la dificultad aumenta considerablemente, por lo que colecciones como la de la Universidad de Granada (Alemán et al., 2012) son esenciales para mejorar estos métodos.
Otro parámetro biológico esencial, tanto en casos forenses como en los estudios bioantropológicos o bioarqueológicos de restos osteológicos humanos provenientes de excavaciones, es la estimación de la edad en el momento de defunción de la persona. En este caso, la edad estimada a través del desarrollo y de la erupción dental y de la longitud de los huesos de fetos, niños y adolescentes se aproxima bastante a la edad real. En cambio, los intervalos de confianza en adultos obtenidos a través de los diferentes métodos que analizan, por ejemplo, el grado de obliteración de las suturas craneales, el desgaste dental y las metamorfosis articulares de las costillas, de la superficie auricular y de la sínfisis púbica del hueso coxal son de décadas. Lo que el esqueleto registra y transmite al investigador es la edad biológica, mientras que lo que los antropólogos buscan conocer es la edad cronológica, es decir, el número de años que esa persona vivió. Las colecciones españolas, entre otras, también son estudiadas para perfeccionar estos métodos (Del Río Muñoz, 2000; Rissech y Steadman, 2011).
«Es fundamental desarrollar y probar métodos de referencia para la identificación forense, lo que implica crear colecciones en diferentes países»
Ya que se trata de seres humanos anatómicamente modernos, es decir, de la especie Homo sapiens, estos conjuntos de individuos resultan particularmente útiles en comparaciones con nuestros antepasados más próximos, como son los fósiles encontrados por los continentes africano, asiático y europeo, como por ejemplo los del yacimiento arqueológico de Atapuerca (España).
Las colecciones compuestas por individuos que vivieron antes del desarrollo de la quimioterapia moderna son importantes para conocer el progreso de las enfermedades a través de sus manifestaciones óseas, antes de que existiese una cura o de que se diese la interferencia de tratamientos efectivos, como los antibióticos. Si hay muchos individuos con la misma causa de fallecimiento, se pueden encontrar incluso lesiones que habitualmente no se hallan en la práctica clínica. Por ejemplo, en personas que fallecieron debido a la tuberculosis, se constató la presencia, en valores estadísticamente significativos, de hueso nuevo en la superficie visceral de las costillas tanto en individuos no adultos como en adultos, lo que pasó a considerarse un posible indicador de esta enfermedad (Santos y Suby, 2012).
Desde otra perspectiva, los individuos que nacieron y murieron en los siglos XVIII, XIX e inicios del siglo XX (por tanto, antes de la tercera transición epidemiológica), serán más adecuados para comparaciones con poblaciones antiguas que los más recientes, que se beneficiaron de los grandes progresos médicos que condujeron al aumento significativo de la esperanza de vida, o a la tendencia continuada del aumento de la estatura, por dar algunos ejemplos.
El hecho de que en muchas colecciones existan datos sobre las profesiones que las personas ejercían ha suscitado un gran interés en la investigación de alteraciones degenerativas en las articulaciones y en las entesis –el punto de inserción en el hueso de tendones y ligamentos– cuyo desarrollo está relacionado con el esfuerzo en el desempeño de esas funciones, a pesar de la dificultad para realizar asociaciones directas e inequívocas entre las lesiones y una determinada profesión (véase, por ejemplo, Henderson y Alves-Cardoso, 2018).
Además de los estudios relacionados con la creación de métodos para evaluar los parámetros biológicos de individuos encontrados en contextos arqueológicos y forenses y de la identificación de patologías que afectan a los huesos y dientes, las colecciones identificadas proporcionan elementos importantes para la historia de la medicina, en particular, de la práctica quirúrgica y de la medicina legal o tanatología. En el caso de que un cráneo o esqueleto muestre señales de que se les haya realizado una autopsia, como una craneotomía o una toracotomía, esto no solo permite evaluar las técnicas usadas para efectuar un diagnóstico post mortem o un informe pericial médico-legal, sino que también aumenta la certeza de la causa de muerte registrada para ese individuo.
«La existencia en un mismo país de individuos identificados de cronologías distintas permite comparar diacrónicamente aspectos como la estatura y la robustez»
Por otro lado, es fundamental desarrollar y probar métodos de referencia para la identificación forense, lo que implica crear colecciones en diferentes países (Cattaneo, 2007; Spradley, Jantz, Robinson y Peccerelli, 2008; Ubelaker, 2014). Así, recientemente se ha dado un nuevo impulso global a la formación de conjuntos esqueléticos identificados, especialmente de aquellos que incluyan la genealogía de los individuos y también aspectos métricos (como la estatura) que se correspondan de forma más directa a la variabilidad de las poblaciones humanas actuales.
La existencia en un mismo país de individuos identificados de cronologías distintas permite comparar diacrónicamente aspectos métricos –como la estatura y la robustez– y patológicos. Por ejemplo, permiten evaluar la frecuencia de caries y otras enfermedades orales y relacionarlas con los cambios en la alimentación y con la mejora de los cuidados médicos a lo largo del tiempo.
Comentarios finales
En este trabajo hemos intentado divulgar el valor de los cráneos y esqueletos que constituyen las denominadas «colecciones osteológicas identificadas» y mostrar la importancia de su estudio, tanto para las investigaciones que pretenden reconstruir la vida de las poblaciones del pasado como en contextos forenses.
El reconocimiento de su interés científico para el desarrollo de la antropología se hace patente en la continua formación de colecciones, a largo de los dos últimos siglos y en varios continentes.
Referencias
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Chi-Keb, J. R., Albertos-González, V. M., Ortega-Muñoz, A., & Tiesler, V. G. (2013). A new reference collection of documented human skeletons from Mérida, Yucatan, Mexico. HOMO-Journal of Comparative Human Biology, 64(5), 366–376. doi: 10.1016/j.jchb.2013.05.002
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Fazekas, I. G., & Kósa, F. (1978). Fetal forensic osteology. Budapest: Akademiai Kiado.
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Agradecimientos
Gracias a Elisa García-Prósper y a Manuel Polo-Cerdá por invitarme a participar en esta publicación y por sus comentarios. Gracias igualmente a los revisores del artículo y a Susanna Ligero, así como a Teresa Ferreira, Sofia Wasterlain y Bruno M. Magalhães de la Universidad de Coimbra (Portugal).