Una flor mítica

Tras las huellas de los zapatitos de Venus

orquídea silvestre

Raro y gracioso, el zapatito (o zueco) de Venus (o de dama) es un campeón jugando al escondite. Desde el siglo xviii aparece en las publicaciones botánicas para desvanecerse después en largos silencios que niegan su existencia en los Pirineos. Quien quiera seguir su rastro tendrá que abrirse camino entre la realidad y los rumores. Objeto de deseo, ha despertado la curiosidad de los botánicos más avezados y alimentado la imaginación de los aficionados más duchos. Orquídea silvestre, el zapatito se considera una flor mítica que «hay que ver antes de morir». Este es el objetivo de las 1.500 personas que visitan cada año Aragón para ver unas orquídeas que centran retos individuales y colectivos que sobrepasan con mucho los límites de la botánica.

El zapatito de Venus (Cypripedium calceolus) es una orquídea presente en todo el hemisferio norte. En Francia y en el norte de España, donde es bastante raro, encuentra el límite occidental de su distribución en Europa. Está protegido a nivel nacional y se considera en peligro de extinción en la mayor parte de Europa.

«La orquídea más grande de nuestra flora se encuentra sin ninguna duda en los Pirineos. Los datos actuales han reavivado la investigación, y a todo el mundo le gustaría encontrarla en su territorio»

El Conservatorio Botánico Nacional de los Pirineos y del Mediodía-Pirineos registra cada año una decena de llamadas telefónicas al respecto. Invariablemente, la pregunta es dónde crece en los Pirineos franceses para ir a verlo. El personal del Conservatorio se las ve y se las desea para cumplir con estas peticiones a menudo apasionadas, emocionadas y, a veces, obstinadas. En efecto, raro y gracioso, el zapatito de Venus es, en los Pirineos, un campeón del escondite. Desde el siglo xviii, quien quiere seguirle el rastro tiene que abrirse paso entre la realidad sobre el terreno y los rumores. ¡Y el zapatito hace correr  a más de uno! Objeto de deseo, esta orquídea silvestre se considera una flor maravillosa «que hay que ver antes de morir».

La etnobotánica, la disciplina que se interroga sobre las relaciones entre personas y plantas, encuentra en esta flor un objeto de estudio original. Al margen del saber popular, se trata de estudiar el imaginario contemporáneo que rodea a esta planta y las formas de percibirla a través de los diversos retos que plantea esta especie.

En Sallent de Gállego, durante el período de floración, los zapatitos de Venus están bajo la protección de un vigilante. Que haya guardas dedicados a vigilar una flor suscita mucha curiosidad, y las identificaciones se convierten también en un objetivo fotográfico para los visitantes. / © Raphaële Garreta/CBNPMP

Un territorio aleatorio

«Desde la década de 1950 –explica un botánico del Conservatorio–, nadie ha visto el zapatito en la cara norte de la cordillera, excepto en los Pirineos orientales. Para nuestra investigación nos hemos centrado en las zonas donde hay informaciones potenciales o históricas sobre esta orquídea. Es aquí donde tenemos el barullo: los que han visto el zapatito de Venus, los que dicen conocer a una persona que ha visto la orquídea y así sucesivamente. En dos ocasiones se han organizado rastreos colectivos en el Pibeste, en los Altos Pirineos, donde un fotógrafo de Lourdes dijo haberlo visto, fotografiado y expuesto en una farmacia de su ciudad.» Hay que tener en cuenta que los buscadores en cuestión son una docena de personas del Conservatorio y del Parque Nacional de los Pirineos, entidades que están particularmente motivadas para encontrar esta planta rara, protegida y casi «histórica» en su territorio.

«De hecho, todo fue un gran malentendido; nunca se habían encontrado estas orquídeas –continúa explicando el botánico–. Y entonces un día, a los pies de Pibeste, conocí a un hombre que hacía fotos de orquídeas y fui a hablar con él. La conversación derivó hacia los zapatitos y me enteré de que ¡fue él quien tomó la foto del zapatito de Venus! Pero, en realidad, nunca llegó a verlo en el Pibeste. Él simplemente hizo lo que todo el mundo, se fue a fotografiarlo a otro sitio, y, hablando con un guarda, este le dijo que pensaba que en el Pibeste también crecían estas orquídeas. La historia siguió adelante: él vio el zapatito de Venus en el Pibeste. ¡Pero era un error garrafal!» La lista de anécdotas como esta es larga y lleva al investigador a perderse en una gran cantidad de datos indemostrables o no verificados.

«Al margen de la sabiduría popular, se trata de estudiar el imaginario contemporáneo que rodea a esta planta y las formas de percibirla a través de los diversos retos que plantea»

Un zapato que deja huellas… en los libros

Para ver con más claridad, por tanto, tendremos que retomar los datos en sus fuentes. Porque si el zapatito de Venus es «el gran ausente» sobre el terreno, las guías de flora y los artículos botánicos le siguen el rastro desde hace bastante tiempo. Aquí analizaremos los datos recogidos en la cara norte de los Pirineos.

En 1783, Pourret lo cita en el Venteillole Laurenti (Ariège). En 1789, Saint-Amans cita una localización en la Piquette d’Endretlis (Altos Pirineos). Luego, en 1792 es Ramond de Carbonnières quien, basándose en estas informaciones, lo busca sin encontrarlo. Posteriormente Lapeyrouse, Grenier y Godron, Dulac, etc., reproducen en sus obras unas referencias que nadie ha podido todavía verificar.

© Raphaële Garreta/CBNPMP

En 1879, casi cien años después de la primera mención de los zapatitos de Venus en los Pirineos, Jeanbernat y Timbal-Lagrave dan un vuelco a la situación. No solo acaban con una larga serie de transcripciones de datos, sino que incluso clasifican a Cypripedium calceolus entre las «Especies excluidas de los Pirineos». Esta es la nueva tendencia que se impone en las publicaciones. Después de un siglo de existencia bibliográfica, el zapatito de Venus pasa cien años bajo sospecha. En 1901, Bubani duda de que se trate de una planta autóctona. En 1919, el padre Coste asegura que no ha visto nunca el zapatito en los Pirineos. En 1931 Durafour estudia la distribución de Cypripedium en las montañas francesas y escribe que «no parece existir en los Pirineos».

En España, en la cara sur de los Pirineos, la historia es muy similar. En 1983 –exactamente dos siglos después de los escritos de Pourret– Lazare, Miralles y Villar dan la sorpresa al referir el descubrimiento de dos nuevas localizaciones: una en Cataluña y otra en Aragón.

Por el lado francés, en junio de 1990, una fotografía de la flor aparece en el periódico L’indépendant (Lenguadoc-Rosellón). Inmediatamente, gracias a esta foto, un equipo de botánicos se puso tras la pista. Encontraron dos poblaciones en el alto valle del Tec y reunieron testimonios de una tercera en esta zona, pero no la encontraron.

¡Ya no hay ninguna duda: la orquídea más grande de nuestra flora crece en los Pirineos! Los datos actuales han reavivado la investigación, y a todo el mundo le gustaría encontrarla en su territorio. ¿Tozudería científica? ¿Gloria botánica? ¿Gusto por lo raro? ¿Pasión por las orquídeas y por esta en particular? ¿Razones patrimoniales? Existen muchas motivaciones que impulsan a los botánicos profesionales y aficionados a buscar el zapatito de Venus.

Diferentes puntos de vista y efectos secundarios

De todas las localizaciones o estaciones pirenaicas, la de Sallent de Gállego, en Aragón, es quizás la más notable por su extensión, por la originalidad de los métodos de conservación que se aplican, por el número de visitantes que acoge todos los años y por todos los atractivos que ofrece. El interés por los zapatitos de Venus va más allá del mundo de las orquídeas, la botánica y la conservación de especies raras y en peligro de extinción. Los zapatitos sin duda se han convertido en foco de múltiples intereses, sean personales o colectivos.

«Los entusiastas de la fotografía son capaces de pasar horas frente a un ejemplar de orquídea esperando hasta obtener la iluminación ideal. Una bella imagen de ‘Cypripedium’ plantea un desafío personal»

Una flor bajo vigilancia

Entre Sallent y Formigal, en un aparcamiento improvisado a lo largo de la carretera, un o una vigilante os sale al encuentro. Se trata de un miembro del Colectivo Foratata, la empresa de educación ambiental encargada por el Gobierno de Aragón de controlar el lugar, censar los ejemplares de zapatito e informar al público. A lo largo del período de floración, el zapatito está bajo la protección de guardas. Pero no son policías de la flora, los guardas-educadores pasan la mayor parte de su tiempo informando a los visitantes acerca de la ecología en general y, en particular, sobre las amenazas que pesan sobre el zapatito: transformación de su hábitat, recolección de ejemplares, pisoteo excesivo de la zona, etc. Todas sus observaciones se envían al Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón. Paralelamente, diferentes instituciones llevan a cabo estudios científicos para comprender mejor estas orquídeas en todos sus aspectos. Conocimiento, información y sensibilización se han convertido en las consignas del método de conservación implantado. ¡En 2008 cerca de 1.500 personas la pudieron admirar!

La emoción

Lo primero que impresiona cuando uno se une a un grupo de visitantes es la emoción. No se ahorran superlativos. Los gritos tampoco. Algunos se concentran ante la flor, otros no salen de su asombro. Las lágrimas se escapan a veces. Hay que entender que, para muchas personas, el encuentro con el zapatito de Venus es la culminación de una búsqueda, un cara a cara con el «mito».

Por su parte, los guardas del parque son capaces de explicar un sinfín de anécdotas a cada cual más divertida o sorprendente, como un cortejo nupcial que se fotografió con gran pompa rodeado de orquídeas o el médico alternativo que quería «energizar» agua en contacto con las flores. Por supuesto, algunos se muestran indiferentes o decepcionados por ejemplares que florecen justo al borde de la carretera, pero son una pequeña minoría.

Admiradores –casi adoradores– de los zapatitos de Venus. Los zapatitos de Venus se han convertido en un auténtico reclamo turístico de la zona. / © Raphaële Garreta/CBNPMP

La peregrinación

Desde 2001, gracias al boca a boca, el número de visitantes ha aumentado constantemente. Al principio, los franceses constituían más de la mitad. Se trataba de un público experto, miembros de asociaciones orquidófilas o naturalistas que en muchas ocasiones repiten el viaje cada año. «Han pasado veinte años desde que vine aquí para ver el zapatito de Venus por primera vez —explica un visitante—. ¡Llegué aquí antes que los guardas! Antes podíamos adentrarnos en el bosque, lo que ahora está prohibido, donde crecen los ejemplares más bellos. Para mí es como un ritual. Es realmente un placer volver a ver estas orquídeas cada año. Me resulta relajante. No quiero que desaparezcan. Es una especie de conservacionismo. Por eso este año vengo con mis nietos, porque me gustaría que esto continuase. Sí, es como una iniciación. Es aún más que algo iniciático, es una tradición.»

«Transmisión» o «tradición» son palabras recurrentes en el discurso de los visitantes. La visita al zapatito se convierte en una ruta obligada, una referencia en el tiempo. Cada año, los aficionados vuelven a la estación, unos con sus hijos, otros con un par de amigos… y así muchas personas son elegidas para formar parte del pequeño círculo de seguidores del zapatito de Venus. Es como si necesitasen constatar por ellos mismos la supervivencia de la población de orquídeas, como si no existieran por sí mismas, sino en el recuerdo que estos incondicionales se llevan de la flor. El zapatito realmente toma la apariencia de una aparición que solo la experiencia personal puede atestiguar. Para este público, la orquídea ocupa un lugar especial. Coleccionistas abnegados, aquí pueden contemplar «la más grande y más hermosa de todas nuestras orquídeas». Parece, pues, que coleccionen estancias en Sallent de Gállego, habida cuenta de que no pueden coleccionar los propios zapatitos.

Los zapatitos de Venus se han convertido, como no podía ser de otra manera, en un objeto de deseo para los fotógrafos de la naturaleza. Pero no se trata solo de captar la realidad, una planta situada al lado de una carretera puede parecer una flor silvestre inaccesible si se toma desde el ángulo adecuado. / © Raphaële Garreta/CBNPMP

Instantáneas

El punto de vista estético está muy presente en todo lo referente al zapatito, pero el hecho de verlos, de ser testigos privilegiados de su existencia, de fotografiarlos, reviste la apariencia de una necesidad. La fotografía ha sustituido a la recolección y representa una nueva forma de apropiación de la naturaleza. Además hay que apropiarse del momento excepcional del encuentro con la flor y fotografiarse con ella, captar un momento fuera de lo común a la vez que una relación íntima. Cámaras digitales o desechables, teléfonos móviles, todos los medios son buenos para tomar una, diez, quince imágenes del zapatito.

Los entusiastas de la fotografía son capaces de pasar horas frente a un ejemplar de orquídea esperando hasta obtener la luz ideal. Una bella imagen de Cypripedium plantea un desafío personal: hay que saber jugar con el contraste de colores de la flor, con las sombras y las luces del medio en el que crece. Sin embargo no se trata en absoluto de captar la realidad: perpetuando el mito de una flor silvestre e inaccesible los fotógrafos buscan una foto idílica del zapatito con los picos nevados al fondo. Pero para capturar de una forma tan parcial la realidad hay que dar la espalda a la carretera, a los coches que pasan tan cerca así como a las instalaciones de la estación de esquí de Formigal que bloquean el horizonte.

¿Una flor políticamente correcta que atrae a los turistas?

La estación de Formigal es justamente uno de los motores de la economía local y su desarrollo ha provocado cambios radicales en el medio natural. Por una parte se construye un complejo turístico, por otra se redacta un plan para salvaguardar una planta en peligro de extinción y se financia su protección. Entre la economía y el medio ambiente, los ecologistas se muestran escépticos. Sin embargo, para la mayoría de los visitantes, las medidas adoptadas por el Gobierno de Aragón para proteger la flor son ejemplares. Los propietarios de los terrenos y las autoridades locales son más cautos: la presencia de una especie protegida en sus tierras puede dificultar la venta de parcelas. Sin embargo, también gana terreno la idea de que el zapatito puede convertirse en una atracción turística.

A pocos kilómetros de allí, las tiendas venden postales de la flor. Y es que dentro de lo que cabe, el zapatito de Venus tiene su clientela: los grupos de senderistas y las asociaciones naturalistas incluyen en sus rutas una parada para ver la flor. Por otra parte, el público ha crecido, ya no es solamente francoespañol, sino europeo, e incluye también a las familias de vacaciones, gente de paso y que han oído hablar del zapatito y de sus guardas por Internet, en los periódicos o en televisión. De hecho, la cobertura que los medios hacen del zapatito de Venus se renueva cada año, y los periodistas lo han convertido en uno de los temas del verano aragonés.

La flor de Sallent

Tantas medidas de protección, la presencia de guardas en el lugar, la afluencia de turistas, las actividades de sensibilización en las escuelas, los reportajes en los medios de comunicación… ante todo esto los residentes del valle están empezando a interesarse por este zapatito que atrae a tantos admiradores. Desconfiados de entrada, curiosos luego, ya lo han hecho suyo y se refieren a él como su flor. Cada uno a su manera, no lo pierden de vista y poco a poco va ocupando un lugar en la vida del pueblo. Realmente se ha convertido en un elemento remarcable y compartido del patrimonio natural del valle de Tena, hasta el punto de que va convirtiéndose en uno de sus emblemas.

«El zapatito de Venus ha adquirido un papel político y se ha convertido en una atracción turística, y por tanto económica, mientras ha ido transformándose en una seña de identidad»

En la parte francesa, se han quedado un poco al margen. Botánicos profesionales y aficionados se consuelan con el argumento de que conocen esta localización desde que se descubrió y que, después de tanto tiempo, en Sallent se encuentran casi como en casa. Volviendo cada año renuevan esta apropiación idealizada de la especie. Y además en el lado norte de la cordillera se continúa buscando esta inquietante orquídea…

El entusiasmo que suscita el zapatito de Venus va más allá del mundo de la botánica. Focaliza muchas metas e intereses personales y colectivos. Es objeto de medidas ecológicas originales que combinan conservación y sensibilización. Las ciencias naturales la estudian, mientras que la etnobotánica investiga la fascinación que genera. Sujeto mediático, ha adquirido un papel político y se ha convertido en una atracción turística, y por tanto económica, mientras ha ido transformándose en una seña de identidad. Algunos misterios, una «aparición», una flor, guardas, admiradores, una peregrinación… un mito moderno cuyas raíces pueden hundirse más profundamente de lo que se podría pensar.

BibliografÍa
Bubani, P., 1902. Flora pyrenaea per ordines naturales gradatim digesta. Volumen 4. Ulricus Hoelpius. Milán.
De Saint-Amans, J. F. B., 1789. Fragment d'un voyage sentimental et pittoresque dans les Pyrénées. [Suivi de:] Le bouquet des Pyrénées ou Catalogue des plantes observées dans ces montagnes pendant le mois de juillet et d'août 1788. Devilly. Metz.
Jeanbernat, E. y E. Timbal-Lagrave, 1879. Le massif du Laurenti (Pyrénées françaises). Géographie, Géologie, Botanique. Asselin. París.
Juanchich, M. et al., 1991. «Cypripedium calceolus L. (Orchidaceae) dans la partie orientale des Pyrénées françaises». Le Monde des Plantes, 442: 19-20.
Lazare, J. J. et al., 1987. «Cypripedium calceolus (Orchidaceae) en el Pirineo». Anales del Jardín Botánico de Madrid, 43(2): 375-382.
Ramond de Carbonnières, L., 1931. Carnets pyrénéens (1792-1795). Premier carnet. Tome 1. Editions de l'échauguette. Château Fort de Lourdes.

© Mètode 2012 - 72. Botánica estimada - Invierno 2011/12

Directora de proyectos etnológicos en el Conservatorio Botánico Nacional de los Pirineos y del Mediodía-Pirineos. Miembro asociado del LISST - Centro de Antropología Social (Toulouse, Francia).