Los días 6 y 7 de julio de 2010 se celebró el III Encuentro de Científicos y Cocineros en la Fundación Alícia. El día 7, después de comer, los participantes nos dirigimos a Barcelona, al centro Arts Santa Mònica, para visitar la exposición «Materia condensada, cocinar ciencia», una iniciativa de ambas instituciones. Una de sus secciones estaba dedicada al sentido del gusto y, en particular, al gusto amargo. En un momento dado Pere Castells, responsable del departamento de investigación de Alícia y uno de los comisarios de la exposición, nos reunió y nos dio una tira de papel que teníamos que chupar. A mi parecer, el gusto era amargo, y la mayor parte de los presentes tuvieron la misma sensación. Pero hubo dos reacciones más, minoritarias: algunas personas encontraron el gusto intensamente, desagradablemente amargo; otras no sintieron nada.
El gusto amargo es, junto al dulce, el salado, el ácido y el umami, uno de los cinco gustos primarios. Desde un punto de vista evolutivo, pensamos que la función del gusto amargo es evitar la ingestión de sustancias tóxicas. Las plantas, mediante su metabolismo secundario, producen una infinidad de sustancias con diferentes funciones. Entre ellas está la de evitar que los animales se las coman. Casi todas las plantas no domesticadas, por ello, tienen un gusto amargo, son irritantes, o tienen ambos efectos. Cuando se desarrolló la agricultura, al domesticar las plantas, fuimos seleccionando variantes que no tenían un gusto tan amargo, lo que era indicativo de un menor contenido de sustancias tóxicas.
Las sustancias dulces, umami y amargas activan receptores diferentes que se encuentran en las células del gusto, y que están estructuralmente relacionados. En todos los casos, estos receptores son unas proteínas que se encuentran integradas en la membrana de las células del gusto. En particular, estas proteínas entran y salen, de manera que tienen siete dominios que la atraviesan. En la parte interior de la célula del gusto, estos receptores se encuentran acoplados a otra proteína, denominada proteína G. En el caso de los receptores del gusto amargo, en la parte exterior de la célula se encuentran los centros activos a los que se unen las sustancias que provocan esta sensación. En los mamíferos hay una familia de unos 25 a 30 genes que codifican los receptores del gusto amargo. La unión de la sustancia amarga en el centro activo provoca un cambio en el receptor, que se extiende a través de la membrana, y que hace que la proteína G inicie un conjunto de procesos dentro de la célula receptora que acaban provocando la señal nerviosa.
«El gusto amargo es uno de los cinco gustos primarios. Desde un punto de vista evolutivo, pensamos que su función es evitar la ingestión de sustancias tóxicas»
Los estudios realizados con recién nacidos y niños muestran que el gusto amargo produce un rechazo innato. De hecho, esta es, posiblemente, una de las razones por las que los niños se niegan a consumir las verduras. La inmensa mayoría de los fármacos son amargos y, por ello, los jarabes para niños son tan dulces: de esta manera se suprime el gusto amargo. En el caso de los medicamentos para adultos, muchos se presentan en forma de píldora o se administran en cápsulas, con lo que se minimiza o se evita la disolución del principio activo, amargo, en la saliva. Se están tratando de encontrar sustancias que puedan bloquear este gusto para mejorar, así, la aceptabilidad de los medicamentos.
Los adultos desarrollamos una preferencia adquirida por algunos alimentos amargos: café, chocolate, té, cerveza, tónica… No obstante, estos alimentos no suelen ingerirse solos: lo habitual es consumir el café o el té convenientemente endulzado, y el gran éxito del chocolate muestra la aceptación que tiene la combinación del amargo y el dulce. Otra combinación de gustos, de la que probablemente no somos conscientes, es la del salado y el amargo. El gusto salado suprime el gusto amargo de manera bastante efectiva, así que, al añadir sal a una ensalada que contiene rúcula, se mitiga su amargura. Se puede realizar una experiencia sencilla en casa para mostrar este efecto: se pone tónica en un vaso, se va añadiendo poco a poco sal, y se va probando. La intensidad del sabor amargo disminuye claramente con la adición de sal, aunque la combinación de dulce, salado y amargo no se puede calificar de deliciosa.
La tira de papel que nos ofreció Pere en Arts Santa Mónica estaba impregnada de feniltiocarbamida, una sustancia amarga. Lo interesante de este compuesto es que interacciona únicamente con un receptor codificado por un gen del que existen dos variantes. Una de las variantes, al expresarse, da lugar a un receptor activo. La segunda variante, al expresarse, da lugar a un receptor que no es activo. La mayor parte de las personas tenemos las dos variantes del gen, de manera que la feniltiocarbamida es, para nosotros, una sustancia amarga. Hay gente que tiene las dos variantes activas y, para ellos, esta sustancia es intensamente amarga. Otras, finalmente, tienen las dos variantes no activas: la feniltiocarbamida no tiene, para ellas, un gusto amargo. Pere nos contó, con una expresión divertida, como, en las pruebas que hicieron en Alícia, una de las personas insensible a este compuesto llegó a ingerir una cucharadita…
Brioche relleno de confitura de naranja amarga, con crema de chocolate
Georgina Regàs, en su libro 70 confituras, confiesa la pasión que siempre ha tenido por conservar las frutas, las verduras y las flores, pasión que desarrolla, desde hace unos años, en el Museo de la Confitura (Torrent d‘Empordà, Gerona). Hace unos años que Pere Castells y Georgina Regàs comparten conocimientos en el tema de la conservación en azúcar: ella explica a Pere los secretos prácticos y él le explica a Georgina la ciencia que se esconde tras este método de conservación. Fruto de esta colaboración, en 2007, cuando se cumplieron cien años de la muerte de Dimitri Mendeléiev, presentaron como homenaje a este químico la tabla periódica de las confituras, una ordenación de 101 recetas de Georgina en forma de tabla periódica. Hace unos meses, Georgina ganó la medalla de bronce en un concurso británico con la confitura de naranja amarga. Y, con el permiso de Georgina, esta es su receta.
Ingredientes
2 kilos de naranjas amargas, 3 limones, 3 kilos de azúcar, 3 litros de agua.
Procedimiento
El primer día, se lavan los 2 kilos de naranjas amargas. Se parten por la mitad y se ponen las semillas en una muselina. Exprimidlas y guardad el jugo. Cortad la piel de las naranjas a tiras muy finas. Poned en una cazuela la piel y la muselina con las semillas junto a 3 litros de agua y dejadlo en remojo toda la noche. Al día siguiente se cuecen durante 50 minutos hasta que la piel esté blanda y se deshaga con los dedos. Añadid 3 kilos de azúcar, y removed bien para que se deshaga. Dejad hervir a fuego lento durante 20 minutos removiendo a menudo. Echad el zumo de las naranjas y el de los limones y hervid aún 10 minutos más hasta conseguir el punto. Removed a menudo, ya que hacia el final se pega. Espumad y dejad reposar unos minutos antes de llenar los botes.
REFERENCIAS
Chaudhari, N. y S. D. Roper, 2010. «The Cell Biology of Taste». Journal of Cell Biology, 190: 285-296.
McGee, H., 2007. La cocina y los alimentos: enciclopedia de la ciencia y la cultura de la cocina. Random House Mondadori. Barcelona.
Regás, G., 2004. 70 Confitures. 2a edició. Museu de la Confitura. Torrent.
Smith, D. V. y R. F. Margolskee, 2001. «El sentido del gusto». Investigación y Ciencia, 296.