Taxonomía

Ilustración: Anna Sanchis

Ilustración: Anna Sanchis

La capsa de Dillenius (2020) es una fascinante novela de Josep Cuello sobre el botánico catalán Joan Isern y sus peripecias y tribulaciones durante la expedición por América del Sur, Cuba y California (1862-1865) como miembro de la Comisión Científica del Pacífico. A propósito de la historia de los diferentes sistemas de clasificación de los seres vivos, uno de los personajes del relato sostiene que «si bien los grandes clásicos de la literatura nunca perderán su importancia, todas las obras científicas, también las más grandes, están destinadas al olvido». Lapidario, pero exacto. El conocimiento científico es un proceso helicoidal que se desmiente a sí mismo por falsación continuada.

Más que al olvido, diría que las obras científicas están destinadas al archivo. Con los años, permiten establecer la genealogía de los conceptos, es decir, el proceso de generación del conocimiento. Sin esta conciencia genealógica no se podría entender por qué estamos donde estamos y, entonces, la falsación se convertiría en impertinencia. Es gracias al encadenamiento de hipótesis sucesivamente superadas que disfrutamos de las tesis actuales, provisionalmente admitidas. Pero no sacralizables; la ciencia no es una religión. Ni despreciables; la ciencia no es una insolencia.

El personaje de ficción de la novela de Cuello expone las distintas propuestas taxonómicas de Tournefort, de De Candolle o de Linné. Más aún, reflexiona sobre el concepto de taxonomía. Un taxón, término derivado del griego τάξις (táxis, ‘ordenamiento’) es un conjunto de organismos emparentados que comparten un nombre científico inequívoco. El taxón por antonomasia es la especie y la taxonomía biológica es el abanico de taxones ordenados y convenientemente relacionados según criterios filogenéticos. Esto, modernamente, porque la filogenia tiene apenas unas décadas. Con la mayor de las naturalidades, los libros escolares actuales ofrecen árboles filéticos evolutivos de los que cuelgan los diferentes taxones, una propuesta que habría asombrado a Linné: bautizó más taxones que nadie, pero sin saber cómo relacionarlos.

Sin embargo, una vez creadas las palabras, vienen las especializaciones semánticas, es decir, los diferentes sentidos que les dan los usuarios. Así, el término griego παράδειγμα (parádeigma, ‘modelo’) se utilizó primero en gramática para referirse a la flexión o a la conjugación verbal; después, a finales del siglo XIX, el semiólogo suizo Ferdinand de Saussure lo hizo extensivo a la lingüística, y, finalmente, el físico y filósofo de la ciencia estadounidense Thomas Samuel Kuhn lo aplicó a los modelos científicos, con gran fortuna. Con la taxonomía ha ocurrido algo parecido.

En efecto, se ve que este término biológico atrajo la atención del pedagogo también estadounidense Benjamin Bloom. Identificó varios objetivos de la educación, jerarquizados según los distintos niveles de complejidad de las operaciones mentales. Expuso sus ideas en la obra Taxonomy of educational objectives (1956), la llamada «taxonomía de Bloom», que nada tiene que ver con la taxonomía biológica. Recientemente (2020), la Unión Europea ha abierto un nuevo campo semántico para la taxonomía, dando esta denominación a un conjunto de reglamentaciones para la consecución de los objetivos sostenibilistas de descarbonización de la economía para mitigar el cambio climático. Se trata de identificar qué es realmente sostenibilista y qué no pasa de greenwashing, es decir, de distinguir los paquetes de actuaciones o taxones económicos que son grano de los que no pasan de mera paja.

Así que, actualmente, tenemos tres familias de taxonomías como mínimo. La complejidad conceptual avanza. Proliferan distintos taxónomos y diferentes taxonomías que se ignoran entre sí: Linné, Isern, Bloom, ahora la Unión Europea… ¿Complejidad conceptual o lío terminológico? Inquietante confusión polisémica, en todo caso.

© Mètode 2023 - 116. Instantes de ciencia - Volumen 1 (2023)
Doctor en Biología, socioecólogo y presidente de ERF (Barcelona). Miembro emérito del Institut d’Estudis Catalans.