El trabajo artístico que Javier Riera viene desarrollando durante los últimos años se articula claramente en torno a tres ejes ideales e igualmente formales, que, a la vez, se interrelacionan entre sí: geometría, paisaje y luz. A estas estrategias, que vendrían a actuar como los pigmentos conceptuales con los que estructura su obra, se une la utilización de lo pictórico, representada por esas proyecciones de luz coloreada sobre el paisaje, como el aglutinante y el vehículo físico y psicológico que la ejecuta, porque, no lo olvidemos, pictórica ha sido siempre la formación y la mirada de este artista, desde el principio de su trayectoria. Pero vayamos por partes, y también por artes… Naturalezas interiores «Lo sublime –dirá Kant en su Crítica del juicio– no está contenido en ningún objeto de la naturaleza, solo en nuestra mente, ya que podemos hacernos conscientes de nuestra superioridad con respecto a la naturaleza exterior en tanto que lo hemos sido con respecto a nuestra naturaleza interior.» Esa idea-pulsión de lo sublime, que desde finales del siglo xviii, y coincidiendo con la emergencia del romanticismo, empujará a tantos artistas a emprender el largo viaje para buscarlo a través de, por, para y en la naturaleza, juzgo que está del mismo modo presente en estas últimas obras. Paisajes que plantean un atrayente y complejo diálogo entre el mundo encendido y el mundo, en este caso incendiado (nunca mejor dicho, dado el capital papel que la luz, como veremos, juega en su trabajo) del paisaje de Agullent. Un diálogo que habita a partes iguales en la mirada del artista y en los escenarios externos de la propia naturaleza. Otro explorador de lo sublime, Gaspar David Friedrich, nos dirá también: «Un pintor debe pintar no solo lo que ve ante sí, sino también lo que ve en el interior de sí mismo.» Y eso es lo que yo creo que son en esencia estos paisajes: un retrato introspectivo y dual de lo que Riera ve en el interior de sí mismo o, por decirlo de otro modo, una suerte de instantáneas mentales producto de lo que provoca dentro de él la contemplación de la naturaleza. Ese carácter de interioridad se complementa también con el hecho de que se trata de un trabajo realizado expresamente en un lugar determinado, en este caso Agullent, al que el artista se desplaza con un despliegue técnico que le permite realizar una intervención lumínica específica y acorde con su experiencia en el espacio desolado (aun al abrigo de la noche, que con su oscuridad disfraza en parte la ausencia de vida) que conforman estos pinos quemados. Madame Geometría Como señala acertadamente Dan Pedoe en La geometría en el arte, esta ha ejercido una secular fascinación y una atracción permanente sobre numerosos creadores (baste recordar nombres como Vitrubio, Leonardo, Durero o, más próximos a nosotros, los cubistas), conscientes de su potencial para resolver problemas vinculados al orden, la proporción, el equilibrio y la perspectiva. En este sentido, Riera aplica en su trabajo determinadas ideas vinculadas a la creencia en las propiedades sanadoras y simbólicas de Madame Geometría. De esta manera, un buen número de las formas que emplea proyectándolas sobre el lienzo de la naturaleza responden a figuras geométricas que proceden de estructuras naturales y energéticas. Estas estrategias de sanación se complementan con una voluntad regenerativa, igualmente característica de ciertas formas geométricas. Así, articula una doble intervención en aquellos espacios naturales sobre los que despliega sus imágenes luminosas: por un lado, los signa plástica y estéticamente y, por otra parte, busca aplicar sobre ellos unas propiedades de regeneración. En el caso concreto de este último proyecto realizado sobre un bosque quemado en Agullent, esta voluntad regenerativa alcanza un nuevo nivel de intensidad conceptual al proyectar distintas formas y figuras geométricas sobre un espacio destruido que busca ser restaurado, revivido. Pintar con luz La luz es la tercera piedra angular sobre la que se edifica este interesante proyecto. Sabemos que la luz, entendida –y sentida– como metáfora, energía, concepto y símbolo, ha iluminado con el calor y el color de sus rayos buena parte de nuestro planeta Arte, posibilitando que se encienda y se incendie –como una intangible e inefable lámpara– con el ritmo y el concurso de la materia lumínica. Una luz que, como señala Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos, «es identificada tradicionalmente con el espíritu, que se reconoce inmediatamente por su intensidad luminosa. […] Es también fuerza creadora, energía cósmica, irradiación…» En estas obras Javier Riera –literalmente– pinta el paisaje con luz (sin duda, la pintura es un oficio de luces… y de sombras) al proyectarla a través de esas formas geométricas, pero de la misma manera da a este proceso una nueva vuelta de tuerca al relacionar la luz artificial con la natural, trabajando después del atardecer o con los primeros reflejos de la aurora. Y aún más, en esta última propuesta ha aprovechado la luz astral de la luna llena, tomando sus fotografías justo y precisamente durante las noches del 18 y 19 de marzo pasado, momento en el que alcanzó, debido a la proximidad a la tierra, el mayor tamaño de los últimos veinte años. Luz de luna, otra singular materia artística para otra mirada. Francisco Carpio. Comisario, crítico y colaborador del diario Abc. Profesor de Estética y Arte Contemporáneo, Universidad Francisco de Vitoria de Madrid. |
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Número 70 (2011): Cuando se quema el bosque |
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Javier Riera. Making off Fire 1, 2011. Fotografía sobre papel, medidas variables. | Javier Riera. Agullent-CB, 2011. Fotografía sobre papel, 82 x 120 cm. |
Javier Riera. Making off Fire 2, 2011. Fotografía sobre papel, mesures variables. | Javier Riera. Agullent-CA, 2011. Fotografía sobre papel, 82 x 120 cm. |
Javier Riera. Making off Fire 3, 2011. Fotografía sobre papel, medidas variables. |
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Javier Riera. Agullent-RB, 2011. Fotografía sobre papel, 82 x 120 cm. |
Javier Riera. Agullent-LAB, 2011. Fotografía sobre papel, 82 x 120 cm. |
Javier Riera, Agullent-AC, 2011. Fotografía sobre papel, 82 x 120 cm. |
Javier Riera. Agullent-HV, 2011. Fotografía sobre papel, 82 x 120 cm. |
Javier Riera. Making off Fire 4, 2011. Fotografía sobre papel, medidas variables. |