Entrevista a Joan Fontcuberta

«La tecnología no nos debe dar miedo»

Fotógrafo y artista

Joan Fontcuberta

Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) es el autor de la portada y de las imágenes de los separadores que ilustran el número 119 de Mètode, titulado «#Storytelling: La ciencia a través de historias». Destacado fotógrafo y artista, ha expuesto su trabajo en algunos de los museos más importantes del mundo como el MoMA de Nueva York o el Science Museum de Londres. También ha recibido numerosos reconocimientos como el Premio Internacional Hasselblad en 2013, entre otros.

Las obras del monográfico de Mètode forman parte del proyecto De rerum natura (2023), una serie con fotografías de plantas y paisajes que no existen en la realidad y que el autor ha generado con inteligencia artificial (IA). Aprovechamos su última visita a Valencia para charlar con él sobre fotografía, ficción, realidad y el proceso de crear imágenes con esta nueva tecnología.

En sus obras usted juega a desdibujar los límites entre la realidad y la ficción. ¿Por qué se decidió por esta apuesta?

A mí no me interesa plantear una oposición, una dialéctica entre la verdad y la ficción. Hay una cita muy bonita de Picasso que dice que el arte es una mentira que nos permite entender la realidad, explicarla. La ficción quiere decir [trabajar con el] lenguaje. Y básicamente yo lo que quiero es analizar las entrañas del lenguaje, cuáles son sus mecanismos. Por lo tanto, mi trabajo tiene cierto propósito pedagógico.

¿En qué sentido?

A menudo vemos una especie de confrontación entre aquello que es real y lo que es ficticio, pero en el fondo son dos caras de la misma moneda. Si desaparece la ficción, lo hace también nuestra manera de llegar a la realidad. Es decir, que la ficción no tiene que suplantar la realidad, no tiene que reemplazarla sino que, sencillamente, tiene que ser el camino a través del cual nos acercamos a esta realidad. Evidentemente, aquí entran cuestiones de tipo filosófico, ontológico, etc.

¿Cómo ha influido la tecnología en estas propuestas?

La tecnología ha estado siempre presente en diferentes grados de sofisticación. Un lápiz es tecnología, una pintura al óleo es tecnología. ¿Qué pasa cuando estas tecnologías se escapan de cierta comprensión y se convierten en una caja negra? Que prácticamente parece que tengan efectos mágicos. Carl Sagan, el autor de Cosmos decía esto, que toda tecnología refinada y sofisticada tiene algo de milagroso, de mágico. Por tanto, la tecnología es el repertorio de opciones que se nos da para elaborar un determinado discurso, para crear, para expresarnos. La tecnología no nos debe dar miedo, no tenemos que ser tecnófobos. Al contrario, tenemos que entender que la tecnología lo que hace es ampliar nuestra paleta, nuestro repertorio de opciones expresivas.

Joan Fontcuberta

Joan Fontcuberta ha ilustrado el número 119 de la revista Mètode. El fotógrafo y artista en un momento de la entrevista. / Laura García Román

Hay todo un debate sobre la IA y la información falsa porque cada vez es más complicado para el público distinguir dónde acaba la realidad y dónde empieza la ficción.

La irrupción de determinadas modalidades de inteligencia artificial han causado alarma. Primero habría que constatar que la IA no irrumpe como una seta espontánea, sino que ha habido décadas de preparación en que hemos estado trabajando con algoritmos que se han incorporado a nuestra vida de una manera muy natural. Los teléfonos móviles que utilizamos son un conjunto de aplicaciones de IA. Lo que ha ocurrido es que, de repente, con ChatGPT y con Dall-E, con el texto y la imagen, nos hemos encontrado con unas herramientas al alcance de todo el mundo, accesibles, muy fáciles de utilizar y con resultados espectaculares. Y entonces esto da la sensación de que nos ha abierto los ojos y nos ha dicho: «estamos ante una nueva etapa, un periodo revolucionario, con un antes y un después». De acuerdo. Estamos ante una revolución, pero tenemos que decidir a qué parte de la barricada nos queremos situar: si queremos ser unos dinosaurios, ignorando que hay todo un cambio en la tecnología mediática o, al contrario, si queremos impregnarnos de los valores más positivos de estas nuevas tecnologías y sacarles partido. También existe, como resultado de esto, cierto debate sobre si las imágenes de generación algorítmica confunden al espectador entre aquello que es real y aquello que es falso. Para mí este es un falso debate y lo que yo diría es que bienvenidas sean estas sensaciones, estas dudas, porque lo que hacen es quitarnos la venda de los ojos y hacer que nos demos cuenta de que, en el fondo, hasta ahora, hemos sido muy inocentes. Hemos tenido una absoluta candidez al pretender que las imágenes que procedían de una cámara eran el resultado de una transcripción literal de la naturaleza. No hay imágenes objetivas. Toda imagen es una construcción y, como toda construcción humana, es una interpretación a la que hay que dar sentido. Si la IA provoca estas dudas, para mí son positivas porque hacen que el espectador madure y sea capaz de hacer una crítica de sus mecanismos de percepción respecto a imágenes a las que antes –de una manera un poco ciega, por convenciones culturales, por prejuicios–, se les ha concedido todo tipo de certeza, todo tipo de confianza.

En el número de Mètode dedicado al storytelling presenta imágenes de una propuesta, Rerum natura, en la que integra la IA para crear fotografías de plantas que no existen. ¿Qué historia nos quería contar?

Rerum natura es el título de un poema de Lucrecio, del siglo I, que viene a ser como una interpretación apologética de la filosofía epicúrea. En esta filosofía se establecía una idea modelo, la de la anticipación. y esta anticipación, a mi entender, es lo que está pasando ahora con los modelos generativos, es decir, con algoritmos capaces de generar imágenes pseudofotográficas convincentemente fotorealistas porque lo que hace es jugar dentro de los que son los espacios latentes de las categorías visuales. Por ejemplo, hablemos de árboles. Tenemos el cerezo, la palmera, el pino, el abeto, etc. Lo que hace la IA es –a partir de unas imágenes etiquetadas con estos nombres– entender que hay un hilo conductor, un denominador común, que da a estas entidades la categoría de árbol, aunque después haya unas singularidades. Pero entre la palmera y el abeto, o el ciprés, hay unos espacios latentes dentro de los que la IA es capaz de introducir variantes manteniendo unas estructuras que identificamos como árbol (es decir, un tronco, unas ramas, unas hojas, unas raíces, unos frutos, etc.) con las que es capaz de crear imágenes que nosotros identificaremos como árboles aunque no existan en la naturaleza. Esto me parece un tipo de alucinación fabulosa que permite un vínculo con el storytelling.

¿Cuál?

Preparé una exposición para una Fundación en Sevilla con motivo de la conmemoración de unos actos por el descubrimiento de América. En Sevilla hay una serie de jardines y de parques que lo que hacían era celebrar este encuentro del nuevo mundo a base de importar especies botánicas que no existían antes en Europa. Esto me interesó. Mi proyecto Rerum natura se basa en el hecho de que, del mismo modo que los primeros europeos que llegaron a las costas americanas se maravillaron al descubrir unas especies desconocidas a su lugar de origen, hoy nosotros como visitantes, como exploradores, como viajeros hacia un nuevo mundo tecnológico también nos sentimos desconcertados por estas nuevas maravillas que está produciendo la IA. Es decir, el nuevo mundo desde una perspectiva tecnológica. En Rerum natura lo que hice fue coger un libro, una crónica de uno de los primeros naturalistas españoles que hicieron una descripción de la historia natural de las Indias. Bernabé Cobo hace una descripción de las plantas, animales, con aquel castellano arcaico, tan florido, pero desde la perspectiva de alguien que está desconcertado por unas especies botánicas, zoológicas, con unas propiedades a veces muy extrañas. Lo que yo que hago es coger descripciones de Bernabé Cobo y utilizarlas como prompts, es decir, como instrucciones del lenguaje natural que se da a la IA para producir una imagen. Eso sí, un poco retocado, para que la máquina entienda el lenguaje de un español misionero evangelista, explorador, del siglo XVII, y pueda llegar a unas interpretaciones visuales de estas plantas. Y claro, aquí también entra el delirio tecnológico, produciendo unas formas que reconocemos como vegetales, que nos parecen verosímiles pero que, en realidad, no tienen parangón con la realidad.

En el proyecto va un paso más y también nombra las plantas que no existen.

El proyecto no es solo la creación de las imágenes, sino toda una constelación donde interviene la taxonomía, el contexto, este storytelling, la historia. O sea, que hay unas imágenes finales, pero que son el producto de toda una narrativa, de una discursividad. Por ejemplo, para los nombres de las plantas también juego con otras aplicaciones tecnológicas como es un programa muy sencillo, gratuito, que mucha gente lleva en los móviles, que se llama plant.net. Se enfoca una planta, una hoja, un tallo, una flor, y el programa identifica el nombre científico, su procedencia, sus características, etc. El que passa és que jo li dono les imatges d’unes plantes que no existeixen i el programa fa el que pot per donar-me les plantes de la natura que més s’hi acosten. Aleshores, a partir dels noms que se’m donen, li demano al ChatGPT variants plausibles i entre les opcions que em dona trio la que em sembla més versemblant. És a dir, que hi ha tot un treball en el que jugo amb diferents facetes de la IA per arribar a compondre un nou sistema natural de plantes inexistents, amb una història, amb tot un recorregut, diguem-ne literari, al darrere.

Lo que ocurre es que yo le doy las imágenes de unas plantas que no existen y el programa hace lo que puede para mostrarme las plantas de la naturaleza que más se parecen. Entonces, a partir de los nombres que me da, le pido a ChatGPT variantes plausibles y, entre las opciones que me ofrece, elijo la que me parece más verosímil. Es decir, que hay todo un trabajo con diferentes facetas de la IA para llegar a componer un nuevo sistema natural de plantas inexistentes, con una historia y un recorrido, digamos, literario al detrás.
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Periodista. Revista Mètode.