La ciudad y el cuerpo son los dos ejes fundamentales que han vertebrado la obra del escultor valenciano Miquel Navarro (Mislata, 1945) durante más de treinta años. Desde la contundente instalación que montó en el Colegio de Arquitectos de Valencia, titulada La ciudad (1974), ha reflexionado sobre la distribución y articulación del espacio a partir de la estructura de las ciudades como un todo orgánico y metafórico. Sus ciudades-escultura están formadas por una serie de volúmenes básicos repetidos modularmente y distribuidos en el espacio simulando el entramado urbano. La escultura expandida en el espacio o instalación, las relaciones entre escultura, urbanismo y arquitectura, la maqueta como escultura o los juegos de escala son algunas de las aportaciones más relevantes de Miquel Navarro, Premio Nacional de Bellas Artes en 1986, a la importante renovación de la práctica escultórica de los ochenta en nuestro país. Esa ciudad primera estaba formada por innumerables piezas de terracota, lo que la hacía parecer arqueológica, casi mítica. Otras muchas ciudades siguieron a ésta en las que fue experimentado con otros materiales como la madera, el zinc o el hierro colado. En todas ellas se solapan y mezclan referencias a diversos paisajes urbanos desde entornos industriales, paisajes levantinos o ecos de las grandes urbes de antiguas civilizaciones como Mesopotamia, Egipto o la Grecia clásica. Sus ciudades no son miméticas, son siempre imaginarias y metafóricas. Esos volúmenes geométricos que forman esos pequeños paisajes urbanos a modo de maquetas –en los que se trasluce la influencia de la escultura de Julio González, del constructivismo ruso o del arte africano– se expanden por el suelo haciéndonos experimentar mentalmente desde la pequeña escala las experiencias espaciales de la gran escala, de la monumentalidad de las ciudades. En cuanto a las composiciones son muy diversas pero se suele repetir una misma estructura centrífuga en torno a una serie de elementos verticales y monumentales –por su cambio de escala– que parecen torres, guerreros, tótems o elementos fálicos que organizan jerárquicamente los conjuntos. Con el tiempo estos elementos se han independizado adquiriendo protagonismo propio e incluso muchos de ellos pasados a gran escala han sido instalados en el entorno urbano convertidos en fuentes o esculturas, como sus conocidas Pantera Rosa y Parotet en Valencia. Miquel Navarro no está interesado por la labor del frío y racional urbanista que traza sus ciudades con escuadra y cartabón. Siente fascinación por la máquina de la ciudad: la relación orgánica entre las partes para formar el todo, las relaciones casi eróticas entre la horizontalidad de su extensión en contraste con la verticalidad fálica de algunos elementos o el mero fluir de la ciudad como un organismo vivo. Las ciudades como las arquitecturas tienen similitudes con el cuerpo humano; como declara el propio artista, las ciudades tienen cerebro, fluidos y arterias como cualquier cuerpo humano. Esas relaciones entre la carne y la piedra se hacen aún más evidentes en una serie de esculturas en las que el cuerpo humano se transforma en arquitectura: figuras de terracota que representan guerreros, falos y sintéticos tótems que se transforman en edificios, fuentes y torres, o quizás a la inversa. Estas hibridaciones de sus trabajos más recientes son potentes metáforas que aportan una nueva clave para lectura del conjunto de su obra en la que la ciudad se humaniza y se convierte en un trasunto de sus obsesiones y vivencias personales. Jesús Martínez Oliva. Departamento de Bellas Artes, Área escultura, Universidad de Murcia. |
«Miquel Navarro ha reflexionado sobre la distribución y articulación del espacio a partir de la estructura de las ciudades como un todo orgánico y metafórico» |
Número 63 (2009): El miedo a la ciencia | ||
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Miquel Navarro. Brazo con cactus II, 2000. Fotografía. | Miquel Navarro. Cactus ciencia I, 2009. Collage escultórico, 21×28 cm. | Miquel Navarro. Cactus con escarabajo, 1998. Serigrafía sobre lienzo, 240×140 cm. |
Número 47 (2005): Del natural |
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Miquel Navarro. Insectos, 1998. Acuarela, 41×31 cm. |