Ana Márquez Aliaga: «La paleontología nos puede ayudar a entender el cambio climático»
Catedrática de Paleontología de la Universitat de València
Ana Márquez Aliaga (Madrid, 1946) ha dedicado más de cuarenta años de su vida al mundo de la geología y la paleontología, un periodo de tiempo que le ha permitido vivir de cerca la evolución reciente de estas disciplinas en nuestro entorno. Su testimonio tiene un valor especial por la experiencia acumulada y por su éxito en una disciplina dominada por hombres que tradicionalmente no ha recibido un reconocimiento y un apoyo tan firme como otras ramas de la ciencia por parte de las instituciones y del mundo académico. «Hasta los años 90, la gente me enviaba a buscar tumbas y restos de antiguas civilizaciones cuando comentaba que era paleontóloga», recuerda Ana Márquez de aquellos tiempos en los que los paleontólogos eran prácticamente desconocidos en España. Licenciada en Geología y catedrática de Paleontología, Ana Márquez ha trabajado en diferentes proyectos dependientes de instituciones como la Unesco y ha sido la primera y única mujer presidenta de la Sociedad Española de Paleontología (SEP).
Encontramos a Ana Márquez en su despacho del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universitat de València. En el corredor del departamento podemos observar recortes de periódico con las entrevistas y noticias que ha protagonizado durante su carrera investigadora. En el interior del despacho se acumulan múltiples piezas llegadas desde una larga lista, imposible de recordar, de lugares de todo el mundo, que demuestra que la edad no es un impedimento cuando te gusta la investigación y tu objeto de estudio.
¿Por qué se decidió por la paleontología?
Ya desde muy pequeña me gustaba el mundo de las rocas. Recuerdo que una vez mi madre me cerró la puerta de casa mientras me decía que no quería limpiar más porque yo tenía toda la habitación llena de minerales, fósiles y rocas. De hecho, mis padres reservaron un dinero para que yo estudiara farmacia, que en aquella época se estilaba mucho en las mujeres, y con ese dinero yo fui a la facultad y acabé matriculándome en Geología en contra de todo el criterio familiar y de todo el mundo. Yo en ese momento no sabía las especialidades que me esperaban en este mundo y durante la carrera fui descubriendo la paleontología y otras disciplinas de las ciencias geológicas. Pero la verdad es que cuando era pequeña la biología no me interesaba mucho, me gustaba mucho coleccionar minerales pero nunca he coleccionado plantas o insectos, por ejemplo.
¿Cuáles han sido los momentos más importantes de su carrera en la paleontología?
Destaco dos momentos concretos. El primero de ellos es la lectura de mi tesis doctoral sobre el Triásico. En ese momento, España no contaba con paleontólogos que se dedicasen al estudio del Triásico, una situación que también se producía a escala global. Es un periodo geológico que parte de una extinción masiva y que finaliza con otra extinción masiva, y por tanto los fósiles son mucho menos abundantes que los del Jurásico y el Cretácico. Y en ese contexto presenté mi tesis doctoral con un criterio totalmente nuevo que pasaba por encima de los conocimientos clásicos. Fui a Alemania y al estudiar sus fósiles triásicos decidí que lo que se sabía en España era incorrecto, porque nuestro Triásico había sido estudiado desde la influencia alemana, pero allí me di cuenta de que los fósiles triásicos de Alemania presentaban menos afinidad con los ibéricos que los de otros lugares de Europa y del Mediterráneo como Bulgaria, Grecia, la República Checa o Israel. Lo que hice fue no fiarme de lo que estaba hecho y plantear un cambio. Al depositar mi tesis doctoral en Madrid, los profesores no valoraron el potencial paleontológico de mi tesis hasta que un investigador del Instituto Geológico de Israel la leyó y comprobó que aquella tesis solucionaba por completo una de las hipótesis en formación que él había estado trabajando, y que no había sido aceptada por falta de datos paleontológicos. La valoración de aquel investigador llegó al resto de profesores de la universidad y me acabaron otorgando el premio extraordinario. Y con esas ideas pude formar un equipo con gente de Madrid, Valencia, Barcelona y Granada. Otro gran momento fue la presentación de una comunicación en Alemania que suscitó mucha polémica porque iba contra el modelo alemán del Triásico y los investigadores alemanes terminaron discutiendo vehementemente entre ellos. Finalmente terminaron retirando cuatro comunicaciones en un congreso internacional que eran contrarias a mis ideas, y fue en parte porque profesores tan reconocidos como Adolf Seilacher defendieron mi propuesta.
¿Qué ha cambiado en la paleontología española en los últimos cuarenta años?
Cuando entramos en democracia, la paleontología española, al igual que otras ciencias o disciplinas, experimenta un incremento exponencial en diferentes aspectos como el número de paleontólogos españoles trabajando en las universidades e instituciones, o el interés que suscita en el ámbito académico. La paleontología española pasó de dedicarse al coleccionismo de piedras, fósiles y mariposas a tener un rango científico muy importante. La Sociedad Española de Paleontología (SEP) cumplió recientemente treinta años y lo celebramos con un día de homenaje que incluyó conferencias de destacados investigadores. A mí, como presidenta de la SEP, me pidieron que hablara del futuro de esta ciencia y me puse en contacto con las sociedades paleontológicas de un buen número de países. La realidad es que a escala global la paleontología está experimentando un gran crecimiento, aunque este crecimiento es asimétrico, porque países como China invierten muchos más recursos que nosotros, por ejemplo, y copan investigaciones e instituciones. Otro factor importante es el crecimiento de los museos de paleontología que hace que los niños y las niñas se interesen por los fósiles más allá de los dinosaurios.
Ha trabajado estrechamente con conodontes del Triásico. ¿Qué eran esos animales?
Empecé trabajando con moluscos, porque es lo que más suele abundar en los materiales triásicos, especialmente los bivalvos. El problema es que las rocas triásicas de la península ibérica se encuentran muy destrozadas debido a la tectónica y las orogenias, algo que también afecta a los macrofósiles y que dificulta la utilización de estos como fechadores de los materiales triásicos. Por lo tanto, para datar estas rocas utilizamos microfósiles como los conodontes. Estos animales eran similares a las lampreas. El animal conodontes era un cordado, que posiblemente era también una especie de vertebrado primitivo, que vivió durante todo el Paleozoico y superó la extinción del Permotrías, para acabar desapareciendo al final del Triásico. Pero lo que nosotros encontramos en las rocas no es el animal entero. Simplemente nos llega su aparato bucal, que no son dientes, pero sí sus equivalentes, de unas medidas únicamente observables con el microscopio electrónico de barrido que los hacen menos susceptibles a la deformación de las rocas.
¿Qué aplicaciones tienen los fósiles de conodontes?
Son organismos que experimentan una gran variación en períodos de tiempo relativamente cortos. Por tanto, nos sirven para datar con gran exactitud rocas de todo el mundo gracias a su distribución prácticamente global. La datación de rocas es el primer paso para establecer correlaciones paleobiogeográficas a partir de las cuales se puede obtener información de múltiples aspectos de los ecosistemas, como la posición geográfica de un área determinada, la línea de costa de una zona en un momento determinado, el clima existente o las posibles rutas de dispersión de los organismos. Gracias a los conodontes hemos podido datar todas las rocas triásicas de España, por ejemplo.
¿Qué nos dicen las rocas triásicas del País Valenciano sobre nuestro territorio?
En el momento inmediatamente anterior al Triásico, todas las rocas emergidas formaban parte de un único supercontinente llamado Pangea. Únicamente unas pocas partes de la placa ibérica se encontraban emergidas y lo que hoy es la Comunidad Valenciana quedaba sobre las aguas del Tetis. Es en el Triásico cuando empiezan a depositarse las rocas más antiguas que hoy conforman la superficie de nuestro territorio a partir de los materiales erosionados del margen oriental de la placa ibérica. Esos materiales –fundamentalmente arenas– conforman una roca muy característica de nuestro territorio, el gres rojo, que se localiza en el Triásico Inferior, también llamado Buntsandstein. Eran playas y dunas de hace 250 millones de años sobre las que posteriormente entró el Tethys y empezaron a depositarse los primeros carbonatos marinos de la Comunidad Valenciana, que conforman las rocas del Triásico Medio, o Muschelkalk. El castillo de Sagunto, por ejemplo, descansa sobre estas rocas, las primeras rocas marinas de la Comunidad Valenciana. Otra roca valenciana conocida son los yesos depositados en lagos del Triásico Superior, también llamado Keuper. Luego ya tenemos los materiales del resto de la era mesozoica y los de la cenozoica. Lo que mucha gente no sabe es que la Comunidad Valenciana comenzó a aparecer al comienzo del Triásico.
¿Qué otras ramas de la paleontología le interesan?
Durante mi carrera docente en el Departamento de Geología de esta universidad he impartido clase de muchas disciplinas de la paleontología. Fundamentalmente, me he dedicado a la paleozoología, gracias a la cual he podido tratar aspectos sobre todos los grupos de organismos del registro fósil, aunque acostumbro a centrarme en los invertebrados, ya que la paleontología de estos organismos es mi verdadera vocación. En todas mis clases también trato de introducir una visión histórica de la geología y la paleontología con el objetivo de que los alumnos sean conscientes del cambio en la percepción de los científicos sobre conceptos como la evolución o la edad de la Tierra. La paleobotánica también me interesa bastante.
¿Cuál es el mejor recuerdo de su época como presidenta de la SEP?
El hecho de haber sido elegida presidenta de esta organización fue un gran honor para mí porque significaba el reconocimiento y la confianza de mis compañeros. Además, he sido la primera y única mujer presidenta de la sociedad. Por tanto, no fue algo sencillo. Tuve muchas satisfacciones durante mi etapa en la presidencia, como el hecho de haber rejuvenecido una sociedad que estaba anticuada. La integración de la gente joven en las dinámicas de la SEP siempre fue una de mis prioridades, porque los jóvenes acostumbraban a trabajar más en el EJIP –Encuentro de Jóvenes Investigadores en Paleontología–. Antes los paleontólogos trabajaban de manera más independiente entre la SEP y el EJIP, pero ahora la colaboración es muy fluida y las dos organizaciones aportan y reciben potencial mutuamente. También conseguimos potenciar la revista de la SEP y que esta apareciera en diferentes índices de referencias y citas bibliográficas. El número de socios también ha aumentado y más anecdóticamente también me gusta recordar que mi mandato coincidió con el treinta aniversario de la SEP y creo que las celebraciones estuvieron a la altura de lo que se celebraba.
¿Hay machismo en la paleontología española?
No, el hecho de haber sido la primera y única mujer presidenta de la SEP hasta el momento creo que ha sido porque la geología y la paleontología siempre ha tenido más investigadores que investigadoras en todas las etapas académicas. Yo nunca he sufrido machismo por parte de mis compañeros. Evidentemente, el machismo existe pero no puedo decir que me haya afectado particularmente. Lo que sí es cierto es que las mujeres trabajamos mejor que los hombres a la hora de organizar, por eso nombré vicepresidenta a otra mujer.
El patrimonio paleontológico valenciano no está tan valorado como el de otras comunidades autónomas.
Yo personalmente no creo que esta situación sea preocupante. La Comunidad Valenciana no es la peor autonomía en cuanto a protección y divulgación del patrimonio paleontológico y, a veces, las legislaciones muy avanzadas pueden ocasionar problemas. Por ejemplo, la comunidad de Aragón tiene una legislación muy potente en cuanto a la geología y a la paleontología, pero esta regularización puede provocar que a veces surjan dificultades a la hora de investigar los fósiles o de acercar el patrimonio paleontológico a la población. La SEP intenta intervenir en las autonomías para colaborar en la buena conservación y divulgación del patrimonio paleontológico con una sección dedicada expresamente a estos temas. En la Comunidad Valenciana y en España, el principal problema es que la legislación mezcla el patrimonio natural con el patrimonio cultural. Y aquí se están llevando a cabo iniciativas importantes como la creación de la Red de Museos y Colecciones de Paleontología de la Comunidad Valenciana, que promete ser una referencia en la paleontología española. Lo que también tenemos que procurar es que haya comisiones de paleontólogos en los diferentes gobiernos. En Valencia lo que tenemos que hacer es seguir luchando y trabajando.
¿Cree que la percepción de la paleontología en la gente corriente ha cambiado desde sus inicios en la disciplina?
Totalmente. Por ejemplo, cuando yo comentaba que era geóloga, la gente me enviaba a Grecia y Roma a ver vasijas. Confundían la paleontología con la arqueología, y no solo la gente corriente, sino médicos e ingenieros también. A veces, alguien sabía que habían existido los dinosaurios, pero del resto de fósiles nadie sabía nada. A partir del estreno de Jurassic Park la gente empieza a enterarse de la existencia de los paleontólogos, aunque únicamente los paleontólogos de dinosaurios. Después aparece Atapuerca y la gente empieza a conocer a los paleoantropólogos. Falta por vender y divulgar que existen muchos tipos de fósiles más allá de los vertebrados. Los museos deben jugar un papel importante en la divulgación de todos los tipos de fósiles, como los invertebrados y las plantas. Lo cierto es que hoy en día prácticamente cualquier persona conoce la existencia de los paleontólogos.
¿La paleontología nos puede ayudar a superar los grandes retos del siglo xxi?
La paleontología nos puede ayudar a entender el cambio climático. Nos aporta datos sobre lo que puede pasar en el futuro. Por ejemplo, nos podría decir cómo afectaría una gran extinción en el planeta y los ecosistemas. Si no se conoce el pasado, no podemos entender el futuro. Lo que no se debe permitir es aportar información falsa y obtener réditos políticos o económicos de ella. Los estudios deben ser muy rigurosos. Los políticos deben ser saber que no es bueno contaminar y que se deben tomar determinadas medidas para tratar de evitar el cambio climático, pero no hay que creer que estamos capacitados para sobrevivir eternamente como especie.