La ciencia detrás del monstruo

Frankenstein, un diálogo entre la literatura i el conocimiento científico del siglo XIX

Ciencia y literatura han mantenido una estrecha relación durante años en su tarea por explicar el mundo. Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), la obra literaria escrita por Mary W. Shelley, es un buen ejemplo de este vínculo. En la novela se exploran en clave de relato de ficción cuestiones como la moral científica, la creación y destrucción de la vida o el descubrimiento de la electricidad como fluido vital.

Las brújulas fueron un elemento fundamental para el desarrollo de las expediciones científicas de la época. Arriba, brújula perteneciente al patrimonio recuperado por el Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia López Piñero./ Paula Navarro

En conmemoración del doscientos aniversario de la obra y con la intención de dar a conocer el nexo entre ambas disciplinas, el Instituto de Historia de la Medicina y de la Ciencia López Piñero (plaza de Cisneros, 4, Valencia) acoge la exposición «Frankenstein o el moderno Prometeo. Diálogos entre ciencia y literatura». La muestra estará abierta hasta el 23 de febrero de 2018.

El comisario de la exposición, Pedro Ruiz-Castell, explica que esta propuesta trata de poner de manifiesto cómo ambas ramas del conocimiento se han servido de inspiración. «La literatura ha bebido de la ciencia pero, además, ha servido como herramienta para impulsar el debate científico y trasladar a la opinión pública cuestiones controvertidas de esta disciplina», manifiesta.

Debates de ciencia en la ficción

La exposición repasa los diferentes debates científicos que se encontraban en auge en el momento en que la novela fue escrita y que están reflejados en la obra. El primero de los temas está relacionado con la conquista de nuevas tierras, en un tiempo en el cual la visión europea está en expansión. Las expediciones científicas, impulsadas por la necesidad de ir más allá de lo conocido, son cada vez más habituales. Una cuestión que en la obra de Mary Shelley se aborda con la expedición al polo norte de uno de los personajes y su anhelo por llegar donde nadie ha llegado y descubrir lo que nadie ha descubierto.

«La exposición repasa los diferentes debates científicos del momento en que la novela fue escrita y que están reflejados en la obra»

La cuestión anatómica también se convierte en materia de interés, sobre todo, a partir de la aparición de las primeras escuelas naturalistas. Aparece una renovada curiosidad por la disección. La oferta de cadáveres, sin embargo, es escasa y se desarrollan una serie de actividades «poco lícitas», remarca Pedro Ruiz, para poder hacerse con cadáveres. Una práctica a la que recurre el mismo Víctor Frankenstein en la novela para la creación de su criatura.

La posibilidad de generar y realizar experiencias con la electricidad fomentó el uso y la aplicación de nuevas prácticas científicas y médicas. Arriba, expresiones faciales por estimulación eléctrica del estudio de Guillaume Duchenne, Mécanisme de la Physionomie Humaine (1862). / Paula Navarro

El último de los debates que se plantea en la exposición y que muestra como la literatura recoge las innovadoras propuestas científicas y tecnológicas de la época es el de la electricidad como fluido vital. La posibilidad de generar y realizar experiencias con la electricidad fomentó el uso y aplicación de nuevas prácticas científicas y médicas. Giovanni Aldani, físico italiano, continuando las investigaciones de su tío Luigi Galvani, en aquellos días, experimentó con el galvanismo y sus posibles aplicaciones médicas en humanos y animales, observando como el fluido eléctrico activaba sus músculos. Una técnica a la cual se recurre en la obra para dar vida al monstruo de Frankenstein.

Literatura, impulso de nuevas líneas de investigación

Pedro Ruiz, además, insiste en que «la literatura realiza un papel central estimulando o avanzando posibles ideas que la investigación científica acabará desarrollando». El trabajo de Víctor Frankenstein, apunta, «requiere de un poco de imaginación». A principios del siglo XIX, cuando se escribe la obra, «la cuestión de los trasplantes de órganos», que se recogen en la narración para la creación de la criatura, «es inviable». En ese momento existen técnicas reconstructivas pero no será hasta el siglo XX, con el desarrollo de fármacos inmunosupresores, cuando los trasplantes se conviertan en una realidad.

Además, añade el comisario, «los trabajos de estimulación eléctrica que se citan en la historia facilitarán la aparición de técnicas relacionadas con la electricidad y acabarán convirtiendo esta forma de energía en una de las principales categorías auxiliares de la medicina».

Las lecturas de Frankenstein

De izquierda a derecha: Isabel Burdiel, Pedro Ruiz-Castell y Antonio Lazcano. /Paula Navarro

En el marco de esta exposición, el Instituto Interuniversitario López Piñero organizó el pasado 11 de diciembre un diálogo para analizar estas relaciones. Isabel Burdiel, catedrática de la Universitat de València y especialista en  historia y literatura así como editora de la versión crítica Frankenstein o el moderno Prometeo (Cátedra, 2005), y Antonio Lazcano, científico mexicano especializado en biología evolutiva y catedrático de de la Universidad Autónoma de México, debatieron sobre las diferentes lecturas de la novela.

Isabel Burdiel explicó que durante la edición crítica de la novela «intentó ver desde diferentes disciplinas de conocimiento cómo se había entendido Frankenstein». Pudo distinguir una lectura en clave doméstica y de género, otra política —que reflejaba las ansiedades de la época respecto a los cambios vividos con el estallido de la revolución— y una, finalmente, sobre la construcción de las identidades. Varias interpretaciones, «todas útiles», por el potencial mítico de la misma obra la cual «apela a lectores muy diferentes, con desasosiegos y terrores diversos, en momentos de conocimiento distintos».

«De la lectura científica de la obra se desprende el concepto de que no se necesita alma para explicar la vida»

Antonio Lazcano, por su parte, coincidió en la idea de que la obra «puede ser interpretada desde muchos puntos de vista». Sin embargo, destaca la lectura científica como «la más fascinante», puesto que de ella se desprende el concepto de que «no se necesita alma para explicar la vida». Para él, Frankenstein es el resultado de una serie de evidencias e investigaciones científicas que parten de los estudios de Giovanni Alfonso Borelli —quien mediante la aplicación de leyes física realizó una descripción del movimiento del cuerpo humano— y de los experimentos de Luigi Galvani, que demuestran que, a través de la electricidad, con una fuerza estrictamente física se puede generar movimiento en un cuerpo inerte. Bajo la óptica de Lazcano, pues, la mejor lectura de la obra de Frankenstein es «bajo la clave del proceso de secularización, una de las grandes creencias de la Ilustración».

Isabel Burdiel y Antonio Lazcano, además, abordaron otras cuestiones recogidas en la exposición como la autoría de la obra, la construcción de las identidades de los personajes, el romanticismo europeo y las diferencias entre las diversas manifestaciones artísticas con las cuales se ha representado la obra de Mary W. Shelley.

© Mètode 2017

Estudiant de periodisme a la Universitat de València.