Una lectura ambiental integral y con acento valenciano
La Fundación Scito celebró el congreso CCliVal, un espacio de debate de estrategias de mitigación y adaptación frente al cambio climático en el contexto valenciano
De la esfera científica se desprende un mensaje contundente: admitir un modelo de crecimiento económico dependiente de la quema de combustibles fósiles ha supuesto la modificación del balance energético terrestre y esto nos ha colocado en una situación de emergencia climática. Por lo tanto, es insoslayable una respuesta contundente y rápida. El reto, pues, es volver a definir y estructurar nuestro modelo de vida y construir nuevos paradigmas, esta vez basados en el evidente ecodependencia de la especie humana.
Para ello resulta necesaria una valoración ambiental de carácter integral, es decir, contemplando la dimensión ecológica, pero también la económica y la social. Si ponemos la lupa sobre el País Valenciano, además, vemos que este territorio presenta unas características geográficas que singularizan las necesidades a las que hay que prestar atención cuando elaboremos estrategias de actuación frente al cambio climático.
«El País Valenciano presenta unas características geográficas que singularizan las necesidades a las que hay que prestar atención cuando elaboremos estrategias de actuación frente al cambio climático»
Con la pretensión de sumar esfuerzos en esta dirección, del 19 al 22 de mayo se celebraba el congreso en línea CCliVal. El encuentro consistió en cuatro sesiones en las que se trataron algunos puntos clave en el desarrollo de estas estrategias: los impactos medioambientales, la gestión territorial, la educación ambiental y la percepción social de la crisis climática.
Las seis pruebas del crimen
Quien asistió a la primera de las cuatro sesiones del CCliVal pudo entender por qué los valencianos sabemos que también sufrimos las consecuencias del calentamiento global del planeta. Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, dibujó un panorama general con seis efectos principales que ya se están manifestando a consecuencia del proceso de calentamiento terrestre. El primero, el más intuitivo, es la subida de temperaturas medias, tanto las máximas como las mínimas.
Algunos de los elementos que hacen patente el fenómeno los exponía Jorge Tamayo, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en la Comunidad Valenciana. Un ejemplo esclarecedor es que asistimos a periodos de verano meteorológico cada vez más largos, de forma que hoy en día «disponemos de un mes más de verano de lo que teníamos hace unos cuarenta años», explicaba Tamayo, que añadía que esto comporta también una mayor frecuencia de noches tropicales, aquellas en que la temperatura no baja de los 20 °C.
«Asistimos a periodos de verano meteorológico cada vez más largos»
El segundo efecto destacado fue el aumento de la temperatura del mar. Una subida que incluso supera la de las masas de aire y que tiene una especial incidencia en la zona balear, donde se ha detectado «un incremento de 2 °C en los últimos cuarenta años registrados», explicaba Tamayo. Este incremento está relacionado con el tercero de los impactos: la cantidad y la estacionalidad de las precipitaciones. Tal como explicaba el delegado de la AEMET, el aumento de la temperatura marina significa una mayor disponibilidad de vapor de agua en la atmósfera y esto contribuye a la modificación de las tendencias de precipitación. Sin embargo, añadía, «se aprecia la disminución de las precipitaciones de nieve en el relieve valenciano», el cual está configurado por las montañas del sistema Ibérico y las sierras meridionales del sistema Bético
Olcina, que también es revisor del sexto Informe del IPCC (del inglés Intergovernmental Panel donde Climate Change), que se presentará oficialmente a partir de 2021, finalizaba con los dos efectos restantes, que suponen manifestaciones extremas del clima mediterráneo. Por un lado, el aumento del movimiento meridiano de las corrientes en chorro se traduce en un aumento de episodios de gota fría; por otro lado, se registran sequías de menor duración pero más intensas. En relación con este último impacto, el director de la Cátedra del Cambio Climático de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), Manuel Pulido, añadía que las perturbaciones en la frecuencia, duración y severidad de las sequías comportará un aumento en los conflictos del agua y diferentes efectos sobre la salud humana, la biodiversidad, los incendios forestales, la agricultura y la ganadería.
Dibujando un nuevo mapa con conciencia ambiental
Frente a problemas medioambientales como estos, algunos ponentes de la segunda sesión del CCliVal señalaban las acciones llevadas a cabo por parte de las administraciones públicas y de los sectores privados y las calificaban de determinantes. En este sentido, apuntaba Jorge Olcina, «en algunos territorios se está utilizando la crisis sanitaria como coartada para rebajar la vigencia de requerimientos de cumplimiento de normativas ambientales en aras de un crecimiento económico rápido». Una actitud «sin escrúpulos ambientalistas», según Joan Olmos, ingeniero de caminos y profesor de política territorial y urbanismo en la UPV, quien denunciaba las nefastas consecuencias «de señalar la protección del medio ambiente como un impedimento para el desarrollo económico» y aseguraba que a menudo se dedican esfuerzos a instalar en el debate público un falso dilema, el de que estas políticas no generan suficiente ocupación.
Para poner remedio, Olmos aseveraba que hay que apostar por la llamada «infraestructura verde». Según explicaba el experto, se trata de una aportación teórica y práctica a las políticas para la rehabilitación del territorio que introduce variables tan diversas como la producción de servicios ambientales o la cuestión visual en la salvaguardia de las preciadas y últimas ventanas al mar. Este tipo de infraestructura contempla elementos de carácter muy diverso como los humedales, los bosques o los parajes fluviales, entre otros, la finalidad última de los cuales es mantener la integridad de los ecosistemas.
«La infraestructura verde contempla elementos de carácter muy diverso como los humedales, los bosques o los parajes fluviales, la finalidad última de los cuales es mantener la integridad de los ecosistemas»
En cuanto a esta cuestión, Joaquim Farinós, director de la Cátedra de Cultura Territorial Valenciana, invitaba a entender cualquier región valenciana como un «punto de abastecimiento y distribución de mercancía y de servicio de interés general para garantizar la cohesión y la sostenibilidad», pero no «una mercancía en sí misma sobre la cual especular». Y esto, según el profesor, implica conseguir un uso sostenible del suelo; buscar soluciones basadas en la naturaleza; limitar el consumo de espacio rural con un control de usos del suelo, para una regeneración urbana y un crecimiento controlado; conseguir un balance cero para el año 2050; implementar unas adecuadas políticas territoriales y urbanas, y un eficiente uso de las herramientas técnicas e instrumentos de ordenación territorial.
La operación de ampliación de la zona norte del Puerto de Valencia protagonizó parte del debate entre los ponentes, que mostraban unánimemente una preocupación por las repercusiones ambientales de este proyecto. Alejandro Ramón Álvarez, concejal de Emergencia Climática del Ayuntamiento de Valencia, reclamaba la necesidad de una nueva evaluación ambiental, una cuestión sobre la que tanto Joan Olmos como Paula Tuzón, secretaria autonómica de Emergencia Climática y Transición Ecológica de la Generalitat Valenciana, opinaban asegurando que esta evaluación solo puede ser eficiente si disfruta de un carácter integral y garantista. En caso contrario «se esconden los costes reales y se exageran los beneficios», concluyó Olmos.
El cambio que no es climático
En cuanto al cambio climático, la forma más segura de prepararnos para mitigar sus efectos es conocer el problema y actuar en consecuencia. Para ello es imprescindible disponer de una educación ambiental dirigida a estos propósitos que genere una percepción social de los problemas ajustada a la realidad. De esto se habló en el tercer simposio del CCliVal.
Gema Alcañíz, jefa de Educación Ambiental de la empresa IMEDES, detallaba algunos errores conceptuales instalados en gran parte de la opinión pública en los que se relaciona cualquier proceso ocurrido en la atmósfera o en el medio ambiente con el cambio climático. Algunos de los ejemplos que proponía eran el agujero de la capa de ozono, la contaminación por plásticos o la atmosférica. Esta última muy presente recientemente por su reducción drástica y llamativa durante la cuarentena. Las consecuencias de estas confusiones no resultan inocuas en la conciencia ambiental porque, según Alcañíz, «cuando todo es cambio climático, nada es cambio climático» y este razonamiento, señalaban los expertos, acaba teniendo un efecto anestésico en cuanto a la lucha climática colectiva.
Por lo tanto, una de las conclusiones del simposio fue la importancia de entender correctamente cada proceso para saber qué acciones son las más eficientes y urgentes que hay que implementar para mitigar los efectos del cambio climático. En este sentido, Andreu Escrivà, técnico ambiental de la fundación municipal del Ayuntamiento de Valencia València Clima i Energia, mostraba de manera ordenada las acciones individuales recomendadas para reducir la huella de carbono. La más inminente es sustituir el uso del coche por transportes más sostenibles pero, tal como explicaba Serafín Huertas, técnico de educación ambiental en el Centro de Educación Ambiental de la Comunidad Valenciana, también hay otras menos intuitivas como hablar sobre cambio climático con familiares, amigos o conocidos.
Las encrucijadas de la agenda mediática
Maria Josep Picó, comunicadora ambiental de la Unidad de Cultura Científica de la Universitat Jaume I, definía en la cuarta sesión del CCliVal la compleja naturaleza de las noticias climáticas, una condición que presenta algunos retos y requiere una innovación constante en el mundo de la comunicación científica. El primero de estos, explicaba la periodista, es la complejidad y transversalidad del fenómeno del calentamiento global.
«Existen errores conceptuales en los que se relaciona cualquier proceso ocurrido en la atmósfera o en el medio ambiente con el cambio climático»
El segundo reto es enfrentarse a la influencia de la economía y a los valores de prestigio social de los que disfruta. En este sentido, Anna Mateu, jefe de redacción de la revista Mètode, apuntaba que en la cobertura mediática de episodios extremos, como es el caso del reciente temporal Gloria que tuvo lugar entre los días 20 y 23 de enero de 2020, habría que atender al debate de «cómo repensar este modelo económico basado en el turismo», puesto que estos episodios serán cada vez más frecuentes a causa al cambio climático. Mateu alertaba también de las consecuencias que puede suponer la disminución de noticias sobre cambio climático desde la llegada del coronavirus.
El tercer desafío planteado por Picó fue la recurrente polarización política de la cuestión climática. En relación con esto, Martí Domínguez, director de la revista Mètode, ilustraba con ejemplos las líneas argumentativas de algunos medios de comunicación de carácter conservador en los que se ningunea de forma sistemática el cambio climático. Por otro lado, Domínguez apuntaba que de los columnistas progresistas se desprende la consideración de que este tema es «un problema ya superado».
Por último, Kristin Suleng, directora del programa radiofónico Samaruc Digital de À Punt Mèdia, destacaba la necesaria implicación de los medios de comunicación públicos en la creación del valor ambiental y la cultura general sobre cambio climático. Suleng apelaba a la importancia de tener periodistas especializados que informen de la realidad más local de los impactos del cambio climático.