Pilar Perla Mateo (Zaragoza, 1968) dirige Tercer Milenio, el suplemento de ciencia y tecnología que edita el periódico Heraldo de Aragón desde hace veinte años, un aniversario nada desdeñable en los tiempos que corren actualmente para la prensa impresa. Vicepresidenta de la Asociación Española de Comunicación Científica, combina el periodismo con la docencia en diversas universidades. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su trayectoria en el ámbito del periodismo científico.
Tercer Milenio cumple veinte años. ¿Cómo ha logrado sobrevivir un suplemento científico durante tanto tiempo? En su momento, Tercer Milenio fue una iniciativa pionera como medio de difusión de la cultura científica y de la innovación que se ha demostrado que, además, tenía visión de futuro. Desde su mismo inicio, a la voluntad de Heraldo de apostar por tener entre sus contenidos ocho páginas semanales dedicadas a la ciencia y la tecnología se unió el patrocinio del Gobierno de Aragón. La constancia de esta fórmula a lo largo de estos veinte años es la explicación que hay detrás de su longevidad. Durante este tiempo, Tercer Milenio ha sabido fortalecerse tejiendo una red de colaboradores especializados. Otra clave de supervivencia es, por supuesto, adaptarse a cada momento manteniendo firme el rumbo.
¿Y cómo ha evolucionado el tratamiento de la información científica a lo largo de estos años? Desde el principio pusimos muy alto el listón de la calidad, con igual exigencia para ser eficaces al comunicarnos con el lector, es decir, claros y nunca aburridos, que para respetar el rigor científico y ser fiables. Esta actitud nos hizo ir ganando la confianza de la comunidad científica, que se convirtió en colaboradora directa del suplemento y aprendió a divulgar pensando en el lector. Me gusta decir que Tercer Milenio es un suplemento hecho para los lectores pero con los científicos. Con el tiempo, fuimos incorporando también enfoques aún más divulgativos, de la mano de un plantel de periodistas científicos y divulgadores con luz propia. En este camino, hemos ido encontrando nuestra voz, que son muchas voces, un sello único que se basa en la creatividad, con enfoques divulgativos que complementan la información científica que ya se da en otras páginas del periódico.
¿Cómo surgió la idea de hacer un suplemento científico? Heraldo había ido publicando durante los años anteriores a 1993 una serie de artículos sobre todos y cada uno de los grupos de investigación aragoneses. De ese acercamiento a la comunidad científica surgió la idea de hacer un suplemento, que nació ligado a un departamento universitario, el de Ingeniería de Diseño y Fabricación. A los pocos años, esa conexión se extendió a toda la comunidad científica, y no solo aragonesa, hemos tenido colaboradores de toda España y también desde otros países.
«Sigue habiendo desconfianza y desconocimiento de las dinámicas de trabajo de los medios»
Los científicos suelen quejarse de que los periodistas simplifican demasiado la información científica mientras que éstos se quejan de que los científicos no saben resumir ni de hablar de sus trabajos de manera atractiva. ¿Cómo se puede trabajar para vencer esa desconfianza mútua?¿Le costó mucho convencer a los científicos de la necesidad de dar a conocer al gran público sus investigaciones? Es un trabajo artesanal. Si ven que el periodista es tan exigente con el resultado de su trabajo como ellos con el suyo, te respetan y confían en el buen hacer. Saben que establecemos un diálogo con el objetivo común de que el lector se lea el artículo hasta el final (el científico tiende a pensar más en qué dirá el compañero del despacho de al lado). Cuando ya hemos trabajado juntos otras veces, me han llegado a decir: «Tú mandas». Eso no pasa el primer día… Por otro lado, en general, todo científico quiere dar a conocer su proyecto, su investigación, pero a veces les pedimos un contexto más amplio o queremos otro enfoque, eso les cuesta más. En otras ocasiones, hay que convencerles de que se puede divulgar su trabajo aunque aún no tengan ningún resultado publicado. Quizá más que nunca es necesario hacer visible su labor, transmitir la importancia de que las investigaciones necesitan años y medios para llegar a alguna parte.
¿Cree que en España los científicos ven la divulgación como algo necesario? Cada vez son más conscientes de que la sociedad solo puede valorar lo que conoce y que la vía son los medios de comunicación. Pero sigue habiendo desconfianza y desconocimiento de las dinámicas de trabajo de los medios. Les cuesta adaptar su lenguaje y ponerse en el lugar del lector. A todo eso se aprende. Hace unos años, la Universidad de La Rioja elaboró un Manual online de comunicación para investigadores, que coordiné, que trata de cubrir esa laguna. Además, no favorece el hecho de que no haya un reconocimiento curricular de la divulgación.
¿Quién exagera más a la hora de presentar los resultados de una investigación: los periodistas o los científicos? Dependerá del periodista y del científico. Especialmente cuando compite con la política o la economía, la noticia científica debe ser sensacional para encontrar hueco; por eso es tan importante contar con espacios propios para comunicar la ciencia. Sin duda, el periodista científico debe tener siempre alerta su espíritu crítico para valorar el alcance real de lo que se «vende» desde las fuentes. En general, me preocupa que, desde los medios y desde los gabinetes de prensa, dibujemos una imagen de la ciencia ligada únicamente al éxito. En realidad, la ciencia necesita buscar mucho hasta encontrar algo.
La grave crisis que sufre la prensa en papel ha provocado la reducción de las plantillas en las redacciones. ¿Cómo ha afectado esto a la información de carácter científico? La información de ciencia está sufriendo especialmente. La rentabilidad manda. Han desaparecido programas y suplementos, experimentados profesionales se ven en el paro, las colaboraciones han dejado de pagarse y las condiciones laborales empeoran. Cada vez hay más presión sobre los profesionales especializados que continúan en activo; mantener la calidad es un esfuerzo ímprobo. La información científica es un contenido delicado y exigente, que necesita unos tiempos de elaboración que no siempre entienden quienes deciden.
¿Cuáles son las características que debe tener un buen periodista científico?
El periodismo es un oficio y se aprende andando. Suscribo una frase que le oí hace tiempo a Alicia Rivera, periodista de El País: «No hace falta saber de todo, sino saber a quién preguntar». Una formación complementaria es deseable, pero lo fundamental es la actitud. Documentarse bien antes de preguntar para poner en contexto, relacionar, profundizar, hacer las preguntas que el ciudadano se haría y, un detalle importante, entender antes de contarlo. El periodista científico debe tener muy claro que está al servicio del público, no del científico. Y, siempre, tener la curiosidad «encendida».
También coordina el blog De cero a ciencia y mantiene perfil activo en Twitter. ¿Qué papel han jugado las redes sociales en la divulgación científica y cómo cree que va a ser este papel en los próximos años? Las redes sociales hacen que los medios puedan dialogar directamente con sus lectores, no solo escucharles, sino fomentar una actitud activa. Permiten además crear una comunidad de personas curiosas, que disfrutan con la divulgación científica y que la demandan. El público está en las redes, pero muy segmentado; en las redes sociales nos agrupamos por intereses comunes. El reto futuro será llegar -y conquistar- a quienes no están interesados por la ciencia. Por eso algo muy valioso que ofrecen los medios generalistas es ser la puerta de entrada para todo el mundo hacia todo tipo de temas, lo que deja margen al descubrimiento.
«Cuando compite con la política o la economía, la noticia científica debe ser sensacional para encontrar hueco»
Un puente de lecturas
¿Qué libros de ciencia suele leer? Disfruto con las obras de divulgación que entretejen la ciencia con todo lo demás, como La cuchara menguante, de Sam Kean, cuyo subtítulo es: Y otros relatos veraces de locura, amor y la historia del mundo a partir de la tabla periódica de los elementos; o Los caminos de la sal, de Pierre Lazslo.
¿Y qué obra de carácter literario recomendaría? Últimamente, me ha emocionado la lectura, el tacto y la contemplación de Del enebro, un oscuro cuento de los hermanos Grimm, en una delicada edición de Jeckyll & Jill ilustrada por Alejandra Acosta y prologada por Francisco Ferrer Lerín.