Entrevista a Elizabeth Rasekoala

Tejer la telaraña para cambiar mentalidades

Ingeniera química y presidenta de African Gong

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Elizabeth Rasekoala nació en Nigeria. Como ingeniera química trabajó en la industria del gas y del petróleo durante dos décadas en Europa, África y América. Durante esta experiencia, Elizabeth Rasekoala tomó conciencia de la perspectiva masculina, blanca y eurocéntrica que impregna el mundo de la ciencia. Fue el detonante para iniciar su implicación en favor de la inclusión que ha llevado a cabo desde tres frentes: la investigación, el liderazgo de organizaciones como African Gong (la Red Panafricana para la Popularización de la Ciencia y la Tecnología) –entre muchas otras iniciativas– y la asesoría de organismos internacionales como la ONU, la Comisión Europea o la Unión Africana. Por su lucha en favor de la diversidad, la inclusión sociocultural y de género en la divulgación, el aprendizaje y la práctica de la ciencia en África, ha sido galardonada con el Premio Nat 2019, otorgado por el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.

Usted trabaja para transmitir el conocimiento científico; pero, ¿a quién pertenece este conocimiento?

Si fijamos nuestra mirada en la época anterior a la esclavitud y el colonialismo, nos damos cuenta de que el saber estaba mucho más compartido que ahora. Los países islámicos impulsaban el progreso científico, como resultado de fusiones y migraciones. Y con su dispersión, el mundo entero se benefició de un saber que no estaba monetizado: no había patentes, ni derechos de autor, ni capital riesgo, ni empresas unicornio. El conocimiento científico estaba destinado al bien común, a empoderar la humanidad –dentro de la mentalidad global de la época, no solo de la africana–. Y el saber global –que había llegado de África a través del mundo islámico o de Asia, por el camino de las cruzadas– se fundió dentro del espacio europeo. Desgraciadamente, la tendencia llevó a la superioridad eurocéntrica actual, que nunca ha tenido la humildad de aceptar que buena parte del saber científico surgido en la Europa de la revolución científica era un conocimiento compartido. Por tanto, es un poco hipócrita por parte de los europeos haber desarrollado este tipo de amnesia intelectual y afirmar que el conocimiento científico es una ganancia exclusiva. Forma parte de la ilegitimidad de la empresa científica de nuestro tiempo, de la «corrupción» del sistema científico.

¿Qué otras corrupciones encuentra en el sistema científico?

La monetarización de la ganancia científica actual es otra forma de corrupción del sistema. No existía cuando el conocimiento fluía en todas las direcciones en una distribución amplia y compartida. No existía el elitismo actual. Ahora el conflicto de intereses comporta malas prácticas. Si quieres comprender cómo funciona el mundo, te responden: «No lo puedo compartir porque tengo una patente» o bien: «Me tienes que pagar el copyright». Por eso me gustó tanto conocer Toledo, por la riqueza del patrimonio que impregna la ciudad. Me resultaron inspiradoras la influencia morisca en la arquitectura, la ciencia, el saber; la riqueza de aquel periodo fruto de la fusión que se dio allí. En Toledo encontré las raíces del progreso científico europeo. Allí empezó el Renacimiento científico.

«No se trata solo de adaptar las prácticas de comunicación científica a los diferentes contextos de cada área del mundo, hace falta también adaptar los contenidos»

¿Cómo podemos transformar la sociedad actual desde esta conciencia centrada en Occidente hasta una dispersión global?

La palabra es transformar. Porque, en la globalización, el conocimiento se traslada como si fuera un paquete dentro del que se mantiene el saber desde este punto de vista eurocéntrico, cuando lo que haría falta es transformarlo para transmitir contenidos específicos a las diferentes partes del mundo. No solo se trata de adaptar las prácticas de comunicación científica a los diferentes contextos de cada área del mundo basándose en la sensibilidad, la cultura y los conjuntos mentales locales; también hay que adaptar los contenidos –la naturaleza de lo que comunicamos– según el destinatario. Es el reto más grande que tenemos para transformar las vidas, especialmente en África. Para los africanos saber de ciencia no es un lujo, ¡es cuestión de vida o muerte! Por eso es tan importante transmitir conocimiento científico. El tópico dice: «¡Ah! ¡En África las personas mueren de dolencias básicas que el mundo ha olvidado! Algo tendrán que ver los sistemas de salud pobres». Cuando, en realidad, muchas veces la mortalidad tiene que ver con la ignorancia y la carencia de conocimientos científicos básicos. No podemos encerrar el saber científico dentro de las elitistas torres de marfil. Tenemos que salir a reunirnos con el público y favorecerlos con este conocimiento, para que cambien hábitos y puedan tomar decisiones cotidianas informadas. No se pueden tomar decisiones informadas cuando el «paquete» que te llega sigue otro modelo. Por lo tanto, en África –donde las dolencias son una carga pesada– es fundamental transmitir conocimiento. Es el gran reto para que las personas se puedan proteger con buenos estilos de vida y hábitos saludables.

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Foto: Ana Ponce & Ivo Rovira

¿Qué trabajo hacen en African Gong para transmitir este conocimiento?

Primero, basarnos en la inclusión. El consejo ejecutivo está formado por ocho personas, y me satisface decir que con un buen equilibrio de género y de procedencia. Tenemos representantes de las cinco regiones del continente: septentrional, occidental, central, oriental y meridional. Después, trabajamos en tres niveles. El primero es buscar la implicación de los responsables políticos. Porque si no constas en un documento político, no existes; fuera de la red de los políticos no tienes financiación, ni recursos, ni apoyo del gobierno. El segundo nivel es analizar el desarrollo de programas y prácticas; tratamos de crear propuestas africanas innovadoras que no se limiten a replicar lo que se importa de Occidente, sino que transformamos la información reflejando el contexto, las realidades, la cultura y la sensibilidad de las personas del continente. El segundo nivel busca, pues, ayudar a pensar de manera innovadora para transformar lo que hay dentro de la caja africana. Por último, el tercer nivel es lo que denominamos «construcción de capacidades». Trabajamos con universidades e investigadores a los que ofrecemos cursos que les permitan promover la comunicación científica y el compromiso público. Básicamente damos a los científicos herramientas y conocimiento para mejorar la comunicación científica y la participación pública en un contexto africano con el objetivo de transformar el entorno.

«En African Gong buscamos crear propuestas africanas innovadoras que no se limiten a replicar lo que se importa de Occidente»

El marco fundamental en que trabajan es la inclusión. ¿Por dónde empiezan?

La inclusión empieza con un conjunto de prácticas que propician un cambio de mentalidad. Lo primero que hace falta es convencer a los científicos que tienen que rendir cuentas de lo que hacen. Al tener la licencia de la sociedad para hacer este trabajo privilegiado, hay que tener la humildad y la delicadeza de rendir cuentas. En este sentido, creo que hay un antes y un después de la crisis del ébola de 2014. En la Conferencia Africana sobre la crisis del ébola, en la que participaron varios países africanos, trabajaron juntos profesionales de la salud pública y especialistas en comunicación científica. El objetivo era inculcar prácticas de comunicación científica y de participación pública en las personas que trabajan en servicios de salud pública, para conseguir el compromiso social antes de que estalle una nueva crisis. Hasta entonces muchos sistemas de salud pública con recursos exiguos parecían ser reactivos a la crisis, más que proactivos para tratar de prevenir un pico de la epidemia. Así pues, el trabajo de las entidades intermediarias como la que dirijo es capacitar a los científicos para dirigirse a las comunidades o a las entidades que trabajan en el territorio, conocerlas y darse a conocer. Ganándose su confianza puedes decirles cosas muy difíciles, que pueden ser contradictorias con algunas de sus normas o prácticas culturales. Hay que buscar la forma afirmativa y transformadora. Es este el verdadero reto práctico que trabajamos con los profesionales de la salud pública. Pero no es nada fácil, puesto que también cargan con su bagaje y tienen establecidas sus formas de hacer, que no siempre son correctas. Y los comunicadores de ciencia tenemos también nuestras propias sombras. Así que procuramos trabajar juntos para aprender a hacer un trabajo mejor.

¿Cómo construyen las capacidades de los científicos?

Buena parte del trabajo que hacemos es organizar cursos para los investigadores africanos –o trabajadores del sistema de salud pública– para que tengan la confianza y el conocimiento para trasladarse al terreno a hacer comprender los hábitos cotidianos saludables. Cuando se sienten capaces, tienen la suficiente confianza como para participar en actos públicos con personas muy diversas. Si no se sienten cómodos participando con el público, tienden a evitar el trabajo más social. Así pues, damos herramientas a los trabajadores del sistema de salud que les generan confianza para que hagan mejor su trabajo. Quizás esté mejor en Europa, pero en África, en los estudios universitarios, de posgrado, másteres y doctorados, no hay nada que pueda denominarse «comunicación científica». Por lo tanto, un licenciado en ciencias o en ingeniería no ha aprendido cómo comunicar la ciencia que sabe. En African Gong intentamos llenar este vacío en cursos de tres días mientras hacen las maestrías o doctorados. Así, cuando reciben el título de doctor o de maestría, también conocen las herramientas para explicar lo que han aprendido.

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Foto: Ana Ponce & Ivo Rovira

¿Cómo consiguen implicar a todo el mundo de una institución?

Dejando de lado lo que yo denomino el «síndrome del proyecto». Hay que institucionalizar los objetivos, de forma que la responsabilidad no solo la lleve quien encabeza el centro. Bajo el director general también hay responsabilidad: todo el mundo de la institución es responsable. Y hace falta que todo el mundo se haga responsable de la inclusión en la medida que le corresponda: desde el conserje o la persona que lleva la tienda, pasando por el director, obviamente. [Lo dice convencida, golpeando la mesa con el índice]. Es un cambio de paradigma. La comunicación y la inclusión no son solo responsabilidad de algunos departamentos de los centros de ciencia, son un marco institucional. Tenéis un ejemplo interesante en un centro de ciencias en el Reino Unido. Incluyó en la hoja de trabajos de cada persona de la institución las recomendaciones del director general para la inclusión. Y dirigirse a todo el mundo se convirtió en una idea potente. Por tanto, al pasar del modelo de proyecto al modelo de institucionalización se genera un impulso diferente, toda otra dinámica dentro de la institución. La idea de fondo es sencilla: las personas no somos un «proyecto», ¡somos una cuestión institucional! Las mujeres no somos un problema a resolver, ¡no! Somos todo un tema institucional. Generalizando los objetivos, las mentalidades cambian y tratan de incluir a todos los segmentos de la sociedad.

¿Cómo se aseguran de que el conocimiento llegue a todos los segmentos sociales?

Una vez asumido que hay que difundir el conocimiento científico, capacitados los conocedores e implicada toda la institución para dirigirse a la sociedad, se desprende la siguiente pregunta: «¿Quién compone la sociedad?» «¿A quién dejo fuera?». No es lícito escoger: «Bien, este es el segmento de la sociedad del que quiero ser responsable». La sociedad la conforman todas las etnias y comunidades. Así, una vez engrasado el cableado mental sobre tu responsabilidad de rendir cuentas a todos los segmentos que componen la sociedad, el pensamiento te tiene que conducir a descomponerla, analizarla y entenderla. Hay que hacerse siempre el mismo conjunto de preguntas: «Si organizo un acontecimiento, ¿quién se apunta?» Una vez has delimitado quién está dentro, la siguiente pregunta es: «¿Quién no viene?». Durante el acontecimiento: «¿Quién conforma el público? ¿Quién habla y quién no habla? ¿Por qué?» Este «foco marco» se acaba convirtiendo en un hábito. Del mismo modo que los hábitos de exclusión son una forma de hacer, los hábitos de inclusión se pueden adquirir y aplicar de forma instintiva. Y también tenemos mucho cuidado con las lenguas. No queremos recrear lo que sucedió con el inglés en un continente donde se hablan tantos idiomas. De forma que nos aseguramos de que en los actos estén representados todos los idiomas africanos que haga falta y que no solo dominen los países africanos angloparlantes. Trabajamos con los países francófonos, lusófonos y árabes; que [junto con los anglófonos] representan las cuatro lenguas de trabajo comunes en África, sin olvidarnos de las lenguas africanas indígenas.

¿Cómo se aseguran de que no dejan a nadie atrás?

Una vez has establecido el programa y fijado los objetivos donde quieres llegar, hay que definir indicadores que reflejen la realidad, porque te darán la medida del lugar donde estás. Buscamos los «indicadores clave de rendimiento», que reflejan si la institución es inclusiva en cuestiones de género, de raza, de personas con discapacidad… en resumen, que participan los grupos objetivo del marco inclusivo. Y aquí no vale generalizar, hay que especializarse. Los indicadores clave de rendimiento definidos permiten medir si en el plazo definido se ha llegado al objetivo. Si, por ejemplo, nos proponemos que el 50 % de las personas que vienen a nuestro centro de ciencias tienen que provenir de una determinada comunidad u origen, los indicadores te ayudan a saber si vas bien. Si, por ejemplo, en cinco años la mitad del personal en todos los niveles tiene que ser femenino o de una determinada procedencia étnica, los indicadores ayudan. En un centro italiano se propusieron el objetivo de que el público que participaba en las actividades del centro de ciencia tenía que reflejar la distribución porcentual de las minorías que había en la ciudad, y con estas medidas trabajaron hasta que lo consiguieron.

¿Cómo puede la información científica llegar de forma eficaz a las zonas rurales?

Todas las comunidades tienen sus líderes, que en muchos casos dirigen organizaciones intermediarias. Nos conviene, sobre todo, tratar con las mujeres mayores, que son muy activas y respetadas en la comunidad: han construido su liderazgo y generan la confianza fundamental para trabajar. Tenemos que encontrarlas porque son la llave de paso a las comunidades, las necesitamos para que recomienden los cambios de hábito, especialmente de las madres.

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Foto: Ana Ponce & Ivo Rovira

¿Cuál es el mejor medio para llegar al máximo de personas posible?

Aunque todo el mundo tenga uno, tenemos que descartar los teléfonos móviles, porque en ese continente el acceso a internet es muy limitado: como las conexiones son deficientes, no todo el mundo puede acceder a la red. Comprobamos que dedicar esfuerzos a transmitir información por internet y redes sociales llegaba a una cantidad muy baja de personas. En cambio, cuando miramos los datos, la radio es la reina de África. Todo el mundo puede pagar una radio; incluso quien no tiene electricidad puede comprar pilas. Todos los estudios nos dicen que es el mejor medio para hacer comunicación de masas, especialmente en las zonas rurales. Otra ventaja de la radio es que puedes hablar en la lengua que quieras.

¿Cómo estructuran los programas de radio?

Tratamos de hacer lo que llamamos debates multidisciplinarios en los que participan un científico y los líderes de una comunidad, para tratar de sus problemas locales. El científico expone su perspectiva para empoderar a la comunidad en un aspecto concreto; ahora bien, tiene que ajustar el registro. Por ejemplo, si habla sobre cambio climático y se refiere al CO2, nadie de la comunidad lo entenderá. Pero sí que le pueden informar: «En tiempos de mi padre la temporada de lluvias solía durar tres meses, ahora solo dura uno». Tienen su perspectiva real del cambio climático: «En los días de mi abuelo no teníamos tantos mosquitos. Ahora encuentras mosquitos nueve meses al año». Es la manera de aproximarse. Se puede hablar de todo tipo de fenómenos científicos sin mencionar conceptos que no pueden comprender porque son demasiado abstractos. En las zonas rurales las personas están en contacto continuo con la naturaleza, no hay que hacer un discurso científico esotérico sobre las emisiones de CO2, sobre el Antropoceno… Discúlpeme, ¿quién sabe del Antropoceno en mi pueblo? Nadie. Pero sabemos que las lluvias no vienen y sabemos que hay más mosquitos. Son este tipo de debates los que acercan el científico a las personas que viven en el campo. Con la radio se puede hacer muy buen trabajo y a bajo coste. ¡Solo hay que ir al estudio y hablar! Y se puede hacer en lenguas indígenas.

«El científico tiene que ajustar el registro. Si habla sobre cambio climático y se refiere al CO2, nadie de la comunidad lo entenderá»

La radio es un medio muy interactivo.

¡Mucho! La radio permite recibir llamadas por teléfono. Puede que alguien no tenga dinero para llamar a un amigo, pero telefonea a la radio para dejar su comentario o dar su punto de vista. La radio ofrece a las personas una oportunidad real de participar de una forma que no permite ningún otro medio. Así, en las sesiones de capacitación animamos a los científicos a utilizar las estaciones locales de radio. Las estaciones comunitarias son muy accesibles, siempre buscan programas, siempre nos acogen. Y los programas de radio comunitarios son muy buenos para esta finalidad. Especialmente porque no se guían por dinero; [las emisoras] suelen estar conducidas por voluntarios, que son felices de obtener el contenido que les pueden proporcionar los científicos. La comunicación a través de la radio puede ser muy potente.

¿Cómo enfocaría usted el trabajo de las instituciones internacionales hacia la inclusión en la difusión del conocimiento?

Creo que lo mejor que pueden hacer las instituciones internacionales para trabajar juntos en la inclusión global es movilizar a sus miembros hacia decisiones inclusivas. Me parece muy difícil dejar que las personas o las instituciones locales puedan resolver solas sus programas de inclusión. Todos necesitamos de la solidaridad. De forma que el aspecto humano de las redes profesionales internacionales hace que las personas y las instituciones locales se sientan más seguras al compartir las dificultades y al plantear las ideas. Hace falta que las personas de las entidades supranacionales se movilicen, pensando en la calidad más que en la cantidad. Crea un buen grupo solidario y verás que vendrán, como pasó en los grupos profesionales de ECSITE [la Red Europea de Centros y Museos de Ciencia, en sus siglas en inglés]. Empezamos siendo solo una docena de instituciones y ahora cada año crece. Compartiendo el peso de la resolución de la transmisión del conocimiento científico en determinadas escalas, la movilización de organizaciones supranacionales aligera la carga. Por lo tanto, la solidaridad, la movilización, las coaliciones son muy importantes.

© Mètode 2019 - 103. Formas infinitas - Volumen 4 (2019)
Doctora en Biologíaa, redactora freelance (Barcelona).