Comunícame despacio, que tengo prisa

Los peligros de retransmitir la ciencia en vivo y en directo

La pandemia de COVID-19 no solo ha supuesto un desafío mayúsculo para la ciencia y para las sociedades de cualquier rincón del mundo, también ha sido un verdadero reto para el periodismo y la divulgación científica. En cuestión de semanas entre los fatídicos meses de febrero-marzo de 2020, la ciencia pasó de estar recluida en un discreto lugar secundario en los medios de comunicación a estar en primera plana de forma constante. La gran historia o noticia de este siglo XXI no ha sido, por ahora, económica, política o social, sino científica: un nuevo coronavirus que saltó a los humanos y que se ha extendido por el planeta, y que ha puesto patas arriba multitud de aspectos de nuestra vida tal y como conocíamos.

Esa inmensa atención mediática por la pandemia día sí y día también ha llevado a un fenómeno sin precedentes: la retransmisión de la ciencia en vivo y en directo. Como si de un importante partido de fútbol se tratase, los nuevos hallazgos científicos sobre el SARS-CoV-2 y las diferentes formas de tratarlo y prevenirlo se comunican minuto a minuto, con urgencia. De esta forma, los medios ya no se limitan a explicar los conocimientos asentados y confirmados de la ciencia, sino que también anuncian descubrimientos muy preliminares y poco robustos, con el gran riesgo de que parte de ellos terminasen rebatidos por evidencias más recientes.

Este fenómeno comunicativo, creado por el gran interés y la elevada demanda de la información pandémica más actualizada, contrasta de forma radical con los tiempos de la ciencia. Las investigaciones científicas son procesos irremediablemente lentos, hasta tal punto que pueden llevar a la desesperación cuando sus frutos pueden suponer la salvación de millones de personas inmersas en la mayor crisis sanitaria de los últimos tiempos. Además de su parsimonia, los resultados más novedosos que ofrece la ciencia están cargados de incertidumbre. Cada estudio tiene un enfoque, unos métodos y unas limitaciones y no es raro, en absoluto, que surjan investigaciones que, aparentemente, se contradigan entre sí.

«Esa inmensa atención mediática por la pandemia día sí y día también ha llevado a un fenómeno sin precedentes: la retransmisión de la ciencia en vivo y en directo»

La gran fortaleza de la ciencia no es su carácter infalible o su rapidez, sino su capacidad para aumentar nuestro conocimiento poco a poco, gracias a que se corrige a sí misma. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando se retransmite sin contexto cualquier nuevo resultado científico, hasta aquel que contradice otros hallazgos previos?

La impresión que puede dar, para no pocas personas ajenas a este «mundillo», es que la ciencia dice un día una cosa y otro día la contraria cuando, en realidad, su labor es más similar a completar poco a poco un puzle cuya imagen final desconocemos, con innumerables piezas. En ocasiones, las piezas que se colocan no son las adecuadas, pero cuando el rompecabezas se va completando, va quedando más claro cuál es el lugar de cada una de ellas.

Si algo nos ha mostrado claramente esta pandemia es que no han faltado ni faltarán piezas mal colocadas en el puzle: desde los primeros momentos, en los que la Organización Mundial de la Salud anunciaba que no había evidencias de que el nuevo coronavirus identificado se transmitiera de persona a persona, hasta esos meses en los que se discutía el controvertido papel de los aerosoles en la transmisión SARS-CoV-2, la utilidad de las mascarillas o la capacidad de las vacunas para prevenir las infecciones.

Ahora mismo, casi dos años desde el comienzo de la pandemia, la incertidumbre continúa en otras muchas cuestiones. Por ejemplo, el 8 de enero, las autoridades de Chipre anunciaban que habían detectado veinticinco casos de infección por una variante del SARS-CoV-2 resultado de la combinación de las variantes delta y ómicron. El 10 de enero, múltiples científicos indicaban que probablemente esto se debía a un error técnico de laboratorio.

«La gran fortaleza de la ciencia no es su carácter infalible o su rapidez, sino su capacidad para aumentar nuestro conocimiento poco a poco, gracias a que se corrige a sí misma»

En otro ámbito, como el de los populares tests de antígenos, múltiples investigaciones recientes indican que estos podrían ser más fiables si las muestras se tomasen en la garganta, en lugar de por la nariz. Sin embargo, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos tuvo que anunciar públicamente que los tests de antígenos diseñados para analizar muestras nasales debían seguir usándose de la misma manera. ¿La razón? Estos tests de autodiagnóstico se autorizaron en su momento mediante su uso convencional y las autoridades no cuentan todavía con datos por parte de los fabricantes que garanticen que tomar la muestra en la garganta sea un método apropiado o fiable. Es cuestión de tiempo que sepamos qué opción es mejor para tomar la muestra, pero la incertidumbre impera una vez más.

La retransmisión de la ciencia al minuto en pandemia nos muestra más claramente que nunca que la prudencia y el contexto son claves para comunicar estas y otras noticias y aportar así más claridad que confusión sobre los nuevos datos que van apareciendo. Parafraseando la sabiduría castellana: «Comunícame despacio, que tengo prisa».

© Mètode 2022

Doctora en Medicina Regenerativa y comunicadora (Madrid). Autora de Si escuece, cura (Cálamo, 2019).