Hubo un tiempo en que se confiaba en la veracidad de las noticias. Costaba imaginar que la desinformación deliberada se extendiera más allá de la propaganda o el sensacionalismo. Ahora nos hemos acostumbrado a los conceptos de noticias falsas y posverdad. En esencia, motivaciones turbias que afectan el rigor del mensaje. ¿Hallamos este fenómeno interferente en la literatura científica?
Observemos la irrupción del brote de coronavirus en China. La divulgación de información precisa y bien interpretada es clave en los primeros momentos de intervención en un brote emergente. En cuanto a datos importantes, la secuencia del genoma del coronavirus se hizo pública el 10 de enero de 2020, diez días después de la declaración del brote. Toda una demostración de eficacia y transparencia aplaudida por la comunidad científica, que pudo analizar los datos en tiempo real.
La disponibilidad de la secuencia del genoma en internet permitió, el diseño de los reactivos específicos para la detección del coronavirus de Wuhan. También, la comparación con otros genomas de coronavirus para esclarecer el origen probable del brote. Acertadamente, los expertos determinaron que los parientes más próximos al coronavirus emergente son coronavirus asociados a murciélagos. Por tanto, el origen del brote zoonótico emergente podría ser directo desde este huésped, o bien a través de otro animal huésped intermediario entre el murciélago y el humano.
Pero hacia mitad de enero, en diversos medios de comunicación aparece que, para contener el brote de coronavirus, las autoridades de la ciudad de Wuhan han prohibido la comercialización de especies salvajes vivas en los mercados, sobre todo serpientes. En periódicos, radios y teles de todo el mundo aparece la expresión «gripe de la serpiente» (snake flu) para referirse al brote. Que no es gripe está claro (solo se trata de una licencia). ¿Pero cómo ha llegado la serpiente hasta aquí?
Parece que la necesidad, la presión o la notoriedad para publicar está afectando el rigor de la investigación. La prensa se documentó correctamente. La sugerencia de que las serpientes podrían estar implicadas en el origen del brote se publicó en el Journal of Medical Virology, basándose en un análisis comparativo del uso de codones (tripletes de nucleótidos que determinan los aminoácidos de las proteínas) por parte del coronavirus de Wuhan y de potenciales huéspedes vertebrados. En otras circunstancias no creo que este artículo se hubiera publicado por pura inconsistencia de la metodología que lleva a la conclusión final y a las serpientes. Pero los editores, después de forzar una revisión exprés en 24 horas y ante la gravedad de la situación de la salud pública, valoraron que no publicarlo, mientras moría gente, podría considerarse un acto criminal.
«Parece que la necesidad, la presión o la notoriedad para publicar está afectando el rigor de la investigación sobre coronavirus de Wuahn»
La batalla contra este artículo se ha librado en la revista Nature, en prensa especializada en línea, y de forma apasionada y sensata, en el foro de discusión Virological.org, con análisis de datos, argumentos e indignación por parte de investigadores e investigadoras punteros en evolución y epidemiología molecular de virus.
Afortunadamente, esta pista improbable de las serpientes parece haberse diluido. El editor jefe de la revista invita a los disidentes a responder al artículo desde la publicación misma, convencido de que está abriendo un diálogo científico, pero sin ninguna intención de perder protagonismo.
Creo que, en este caso, un equipo improvisado de extinción de ciencia mediocre ha sido rápido y alerta. Y les queda trabajo, porque otros artículos científicos poco rigurosos continúan apareciendo. Corregir y desmentir consume recursos que pueden invertirse en ciencia responsable. No podemos perder la confianza depositada en esta.
Por cierto: no se han descrito, de momento, coronavirus en animales de sangre fría. Solo en mamíferos y aves. Y en el invierno boreal, las serpientes duermen.