El horizonte de la noche ha desaparecido frente al avance imparable de la contaminación lumínica de las ciudades. Para verlo, es necesario desplazarse a lugares privilegiados.
La contaminación lumínica de la calle no nos permite ver desde nuestra casa las maravillas del cielo nocturno.
En nuestro huerto nos libramos de la necesidad de vivir de las cosechas y podemos pensar solo en la satisfacción personal. Aun así, no nos libramos de un gran condicionante: el clima local y la variabilidad del tiempo que tanto determina nuestro éxito.
La constelación de Orión destaca en el cielo nocturno del invierno por sus tres estrellas brillantes y en línea. Al final del otoño la vimos, inmensa, saliendo por el horizonte este al caer la noche. Cuando se acabe el invierno la veremos bajar hacia el oeste en las primeras horas del atardecer. Nos ofrece una bella vista, pero la mitología nos cuenta una historia muy diferente.
«El interés por la explotación de los recursos de nuestro satélite se intensifica», lamenta Enric Marco. Y se pregunta: «Protestaremos para conservar este patrimonio cultural o, como siempre, nos quedaremos a la Luna de Valencia?»
Este artículo aborda los descubrimientos telescópicos de Galileo en el monográfico sobre el cuatrocientos aniversario del nacimiento de la astronomía moderna. Pese a que él no se consideraba a sí mismo como el inventor del telescopio, lo perfeccionó.