El 2020 fue uno de los tres años más cálidos desde que tenemos datos en los registros: la temperatura mundial estuvo 1,2 ºC por encima de los niveles preindustriales, muy cerca del límite de 1,5 ºC que se recomienda no superar desde el Acuerdo de París. De hecho, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial, cada vez hay más probabilidades de que superemos este umbral en los próximos cinco años. Y en algunas partes del planeta ya estamos por encima. Las consecuencias las observamos ya en nuestro entorno y tienen un impacto directo en la salud, la economía, la agricultura, el paisaje… En los últimos años hemos asistido, además, a una creciente concienciación social sobre la crisis climática que vivimos, canalizada especialmente a través de la gente joven y de movimientos como Fridays for Future, o activistas como Greta Thunberg o Disha Ravi.
Este nuevo monográfico de Mètode dedicado a la crisis climática, coordinado por la profesora María José Sanz y el profesor Sérgio Henrique Faria desde el Basque Centre for Climate Change, reúne a especialistas en cambio climático de diferentes ámbitos, que nos ofrecen una visión de conjunto a un problema que necesita respuestas múltiples y enfoques diversos. Los artículos nos muestran que el cambio climático afectará de diferente manera a la agricultura de la cuenca mediterránea, a los pueblos indígenas de los Andes o a las mujeres de Bangladesh.
Cuando se gestó la idea de este número, no nos podíamos imaginar todavía que el 2020 estaría marcado por una crisis sanitaria a causa de una pandemia mundial. Pero esta situación no ha alterado la urgencia de reflexionar sobre el cambio climático; en todo caso le ha añadido otra dimensión y nos ha mostrado que los problemas ambientales, económicos o de salud están interconectados y tienen puntos en común. La respuesta a este problema global tiene que venir de una coordinación entre política y ciudadanía, desde la concienciación y el compromiso, pero siempre de la mano de la ciencia. No en vano, el ámbito científico ha alertado del problema desde hace décadas. La ciencia ha hecho su tarea: ahora son los políticos quienes deberían actuar.
