Entrevista a José Ramón Alonso

«El cerebro es la estructura más compleja del universo»

Director del Laboratorio de Plasticidad Neuronal y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León

José Ramón Alonso

Maleta en mano y recién llegado de Salamanca nos recibe José Ramón Alonso, que ha asistido como ponente al II Congreso de Pensamiento Crítico y Divulgación Científica en la Universitat de València. Su charla quiere dar luz y visibilidad a los trastornos mentales, muchos de ellos curiosos y novedosos, pero también unos grandes desconocidos. Especializado en el estudio de la plasticidad del cerebro, el doctor Alonso, nos explica lo mucho que ha avanzado la ciencia en la detección de estos trastornos, pero también lo lejana que parece estar una posible cura. El doctor José Ramón Alonso estudió biología en la Universidad de Salamanca, actualmente ejerce como catedrático de Biología en esta misma universidad y confiesa que la docencia es el ámbito profesional que más satisfacciones le ha aportado. Además, dirige el Laboratorio de Plasticidad Neuronal y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León. Le entusiasma la complejidad del cerebro y por ello su investigación está encaminada a la capacidad que tiene este órgano para recuperarse de daños producidos por drogas o trastornos. Como bien dice el doctor Alonso, «en el cerebro residen nuestros recuerdos, nuestros pensamientos y sentimientos y nuestros sueños e ilusiones. Nosotros».

¿Cómo funciona el cerebro de alguien que tiene un trastorno mental?
El ámbito de las enfermedades que afectan al cerebro es enormemente diverso, es imposible dar una respuesta única. En algunos casos sabemos que hay problemas genéticos, problemas causados por lesiones, por tumores o por derrames cerebrales. Pero hay muchas posibilidades y a veces no sabemos por qué suceden determinados trastornos. Hay ocasiones en las que podemos ver con claridad diferencias entre un cerebro sano y otro enfermo. Por ejemplo, en una persona que padece alzhéimer, vemos que está perdiendo un montón de neuronas de forma difusa, mientras que una persona que padece párkinson también está perdiendo neuronas, pero de una forma localizada. Pero hay otros trastornos que no entendemos muy bien porqué están pasando. Por ejemplo, a mí me interesa mucho el autismo y me pregunto por qué los niños con autismo tienen estos cambios. Observamos que tienen más neuronas que los niños que no lo padecen y también hay factores genéticos implicados, pero realmente no sabemos por qué se muestran estos comportamientos.

«El cerebro es enormemente plástico, responde con gran facilidad a lo que ocurre alrededor, a lo que vive cada persona»

¿Qué tipos de trastornos mentales existen?
Se han hecho muchísimas clasificaciones, pero es algo muy complejo. Puedes clasificarlas según el momento en que aparecen, según los cambios que provocan, etc. También se ha hablado de grandes grupos como los trastornos del ánimo, las psicosis, las neurosis… Pero el número de trastornos que existen ha crecido tanto que los grupos son cada vez más numerosos. El cerebro es la estructura más compleja del universo: está formado por muchas estructuras muy distintas entre sí; y, al mismo tiempo, es enormemente plástico, responde con gran facilidad a lo que ocurre alrededor, a lo que vive cada persona. Por lo tanto, las listas no son cerradas, todas las clasificaciones son artificiales. Muchas veces encontramos trastornos que no encajan exactamente en ninguna de esas categorías. Al mismo tiempo estamos aprendiendo más en los últimos veinte años que en los veinte siglos anteriores. A esto hay que sumarle que cada uno de nosotros somos enormemente diversos, habría que definir primero qué es eso de ser «normales», porque últimamente hay una tendencia a la patologización. La tristeza es algo normal, pero si empieza a interferir en tu vida, deja de ser tan normal. Por ejemplo, si muere tu pareja, entendemos que lo patológico sería no sentir tristeza. Pero, ¿cuánto debe durar esa tristeza para ser normal? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Años? Depende de cada uno. Evidentemente, para quien su negocio es vender medicamentos contra la tristeza, a partir de los tres días de que se te muera alguien, ya necesitas un tratamiento. Claramente, no es así.

José Ramón Alonso

Foto: Nuria Server

¿Qué factores están implicados o tienen un papel destacado en la aparición o en el desarrollo de trastornos mentales?
En algunos casos hay una causa genética evidente, vemos claramente que se transmite entre miembros de una misma familia. Pero es algo mucho más delicado. Por ejemplo, si un padre es alcohólico, el hijo tiene más posibilidades de serlo porque ha crecido en un entorno en el que los problemas se solucionaban con una botella. Eso le habrá marcado en una época en la que su cerebro era enormemente receptivo y enormemente plástico. Por tanto, es muy difícil diferenciar en los seres humanos qué parte es genética y qué parte es educativo-cultural. Lo que se hace es comparar los gemelos monocigóticos, los que son idénticos, con los gemelos dicigóticos, los que han nacido el mismo día, pero que son como dos hermanos normales. En teoría, están expuestos al mismo ambiente, viven en la misma casa, tienen las mismas cosas, comen las mismas cosas, se les trata igual, etc. Pero solo son aproximaciones, hay muchas cosas que quedan todavía por dilucidar.

¿Es posible que el cerebro se recupere tras sufrir un trastorno mental?
Yo trabajo en la plasticidad neuronal, que es la capacidad flexible o plástica que tiene el cerebro para reorganizarse y cambiar. Algunas de estas modificaciones pueden ocurrir a nivel genético, lo que se conoce como epigenética, y consiste en que los genes cambian en función de las experiencias ambientales. Por ejemplo, durante el ciclo menstrual de las mujeres hay cambios en sus neuronas, sus cerebros cambian cada semana. Hay algunos pacientes que sufren ictus y que, al principio, son incapaces de hablar, pero poco a poco van mejorando; eso es fruto de la capacidad plástica de nuestro cerebro. Nosotros estudiamos las células madre en el cerebro, e intentamos ver si son capaces de solucionar o reconstruir los circuitos del cerebro que tienen problemas. Por un lado, las posibilidades de éxito en estas prácticas son muchos mayores de las que creíamos hace unos años, pero por otro, seguimos con dificultades para corregir el cerebro cuando ha habido un trastorno. La respuesta es una mezcla de prudencia y de esperanza, es posible lograrlo, pero todavía no tenemos los conocimientos suficientes. Hace unos años la leucemia era una condena de muerte, ahora hay muchísimas probabilidades de superarla. Hemos mejorado mucho, pero la tarea es de una complejidad enorme.

«El sueño es encontrar marcadores fiables y estables que nos permitan hacer un diagnóstico de los trastornos mentales nítido, claro y exacto»

¿Qué impacto tienen los trastornos mentales en nuestra sociedad?
Es muy duro, tienen un coste personal, social, económico y familiar terrible. Hay que decirlo así, y es cierto que de esto no se habla en los medios de comunicación. En España se suicidan unas diez personas al día, y eso no sale. Es brutal. Estamos todos atemorizados por la violencia doméstica y constantemente recordamos a la gente que hay un teléfono de ayuda ante la violencia machista. No lo estoy comparando, pero si alguien está teniendo pensamientos suicidas, ¿a qué teléfono debe llamar? El suicidio es un problema mental, es alguien que piensa que es mejor no seguir vivo, que cree que su familia estará mejor sin él, algo que es un error. Y esto lo ocultamos, no hablamos de ello. Sobre las enfermedades mentales hay un fuerte estigma social, aunque hemos mejorado con el tiempo. Antes, si alguien tenía un hijo con un problema mental, lo escondía y lo encerraba en casa. Eso ha cambiado, pero nos queda un gran camino por recorrer.

¿Cuáles han sido los progresos en neurociencia de los últimos años que han ayudado al avance en la detección de estos trastornos?
Hay grandes esfuerzos en conseguir biomarcadores. Muchas veces el diagnóstico es difícil porque se basa en observaciones del comportamiento y todos los seres humanos tenemos días buenos y días malos. El sueño es encontrar marcadores fiables y estables que nos permitan hacer un diagnóstico nítido, claro y exacto. Por ejemplo, el autismo es uno de esos trastornos que se basa en el comportamiento de los niños. En el último mes se han publicado tres trabajos sobre este tema: uno se fijaba en que los ventrículos cerebrales de los niños con autismo eran más grandes que los de los niños normales, otro se fijaba en el tamaño de algunas zonas, sobre todo la sustancia blanca, y el tercero lo detectaba en muestras de sangre. Lo bueno es que estos estudios aciertan en niños que todavía no tienen ningún síntoma, niños de seis meses, cuando normalmente se diagnostica, en el mejor de los casos, a los dos años. Esto nos abre todo un mundo de posibilidades para tratar este trastorno más pronto, en un momento en el que los cerebros son mucho más plásticos. Sin embargo, tiene problemas: por cada niño que acertamos, hay tres más que dan un falso positivo. Hay que mejorar, pero este ha sido un avance de este año espectacular porque empezamos a tener una base en la que apoyarnos que suena muy bien.

«Ver todos estos trastornos nos hace plantearnos cómo funciona el cerebro en condiciones normales»

¿Cómo afecta padecer un trastorno mental?
Los trastornos afectan de una manera terrible. En muchos casos no tienen cura, son incapacitantes, no permiten tener un trabajo, una pareja o una vida independiente. Afectan de una forma terrible al que lo padece y a todos los que le quieren. Por eso, es importante remarcar que se está avanzando a distintos niveles. A nivel de investigación, tenemos fármacos que no van contra el trastorno, sino contra los efectos laterales. Si la situación genera ansiedad, existen los ansiolíticos; si genera depresión, existen los antidepresivos; si genera problemas de sueño, existen pastillas para dormir. No solucionan el problema, pero sí hacen que la vida sea un poco más llevadera. El coste personal de estos trastornos es un horror, pero por eso mismo merece la pena investigar.

¿Cómo ha ayudado el estudio de los trastornos mentales en los avances sobre lo que conocemos de nuestro sistema nervioso y nuestro cerebro?
Galeno, un médico romano que trabajaba con los gladiadores, decía que las heridas que veía en una época en la que no se podían hacer disecciones, eran ventanas al cuerpo. Yo creo que ahora sucede algo parecido, ver todos estos trastornos nos hace plantearnos cómo funciona el cerebro en condiciones normales. En muchas ocasiones hemos conseguido poner estas experiencias dolorosas, los trastornos, al servicio de la gente. Por ejemplo, hubo una persona que sufría epilepsias y que no respondía a los tratamientos. Se le sometió a una intervención quirúrgica y le quitaron varias partes del cerebro; desde entonces nunca pudo recordar nada nuevo. Muchísimo de lo que sabemos hoy en día sobre la memoria se lo debemos a él. Esta técnica no se siguió utilizando porque no es aceptable, pero en ese momento se hizo porque creían que era lo mejor que se podía hacer por esa persona. Por eso creo que es injusto juzgar a las técnica de hace décadas con los criterios actuales. Según los criterios de 2017, la lobotomía es una atrocidad, pero según los criterios de la época, fue un avance espectacular que mereció el Premio Nobel.

José Ramón Alonso

Foto: Nuria Server

¿Qué consecuencias psíquicas y físicas puede tener una persona que tiene, o ha tenido, un trastorno mental?
Hay trastornos que se curan y que no tienen ninguna consecuencia. Cuando alguien sufre una depresión, puede curarse y volver a tener una vida normal. Su única consecuencia será convertirse en una persona más sabia, sabrá qué es lo realmente importante en la vida y quién estuvo a su lado. En estos casos el trastorno puede tener una curación completa. Hay otros casos en lo que puede quedar algún tipo de secuela, y otros que son crónicos y que no tienen una cura efectiva. Por ejemplo, los trastornos neurodegenerativos, como el párkinson, son muy complicados de tratar y eso nos produce impotencia. Yo creo en la prudencia, para no caer en manos de desalmados que nos venden curas mágicas que son mentira, pero también esperanza porque hay un ejército de investigadores intentando conseguir soluciones.

Hay mucho desconocimiento en la sociedad sobre estos trastornos, ¿cuál cree que es el motivo?
Tiene mucha importancia el estigma que pesa sobre ellas, son enfermedades que no tratamos igual que otras y que las ocultamos. Además, no hay noticias milagrosas, no sale de un día para otro una noticia que dice: «Hemos curado el párkinson». Hemos mejorado mucho, pero no tenemos la noticia que marque un antes y un después. También creo que nos sentimos demasiado frágiles, sabemos demasiado poco como para explicarlo. Esto hace que sea un tema que no nos hace sentir cómodos.  A pesar de que yo creo que ocurren cosas interesantísimas que se deberían contar. Hace poco leí sobre un tratamiento para la esquizofrenia que consistía en hacer un retrato robot de la voz que la persona escucha en su interior y sustituirla progresivamente por la voz del terapeuta, ¡eso me encanta! ¿Por qué no lo contamos? Parece que los pequeños avances no le interesan a nadie. Vamos ganando pequeñas batallas, esta es nuestra guerra.

«Los trastornos mentales no pueden solucionarse de un plumazo, tenemos que ir paso a paso, y esos pequeños pasos al final son grandes cambios»

¿Qué líneas de investigación se están llevando a cabo en la búsqueda de alguna solución para prevenir la aparición de estos trastornos?
Por una parte, están las terapias génicas en las que se intentan entender las bases genéticas para poder manipularlas. Por otra parte, está el ámbito farmacológico, en el que está intentando conseguir mejores medicamentos y tratamientos más efectivos. Yo trabajo con las terapias celulares, investigamos si se pueden utilizar células madre para solucionar algún trastorno del cerebro. Pero también se está avanzando en otros aspectos más sociales o psicológicos que considero importantísimos. A veces parece que el único objetivo es curarlo, ojalá sea así, pero mientras debemos investigar para poder proporcionar a los pacientes una mejor calidad de vida: vidas más largas, más felices y más ricas. Los trastornos mentales no pueden solucionarse de un plumazo, tenemos que ir paso a paso, y esos pequeños pasos al final son grandes cambios. La ciencia es poner ladrillo a ladrillo para construir la gran muralla.

© Mètode 2017

Estudiante de periodismo de la Universitat de València.