Capitolina Díaz: «En el ámbito científico no nos libramos de la brecha salarial»

Socióloga y presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas

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Doctora en Sociología por la Universidad de Londres, Capitolina Díaz es una mujer con una importante trayectoria académica y profesional. Directora de la Unidad de Mujeres y Ciencia o directora general para la Igualdad en el Empleo son algunos de los cargos que ha desarrollado en el pasado para el Ministerio de Educación y Ciencia y el Ministerio de Igualdad. Actualmente es presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) y es profesora de sociología en la Universidad de Valencia, donde es coordinadora, junto con un compañero del departamento de Sociología y Antropología Social, del Proyecto Europeo de Investigación sobre la brecha salarial y la brecha en trabajo doméstico entre mujeres y hombres. Un rato en su despacho nos revela rápidamente una detallada y nítida fotografía sobre la desigualdad de género en el mundo científico.

¿Por qué es importante investigar desde una perspectiva de género?
Se podría decir que investigar desde una perspectiva de género significa investigar de una manera menos tuerta. La investigación convencional, supuestamente neutral, es una investigación a la que le falta un ojo, en el sentido de que sólo se fija en la mitad de la población, y además incurre en un especie de pecado de soberbia al imaginar que lo que se observa para la población masculina sirve exactamente igual para la población femenina, aunque que no necesariamente es así. Hay que tener en cuenta que somos poblaciones diferentes en muchos sentidos: por razones biológicas, por razones sociales y por la combinación de ambas. Por tanto, un mismo elemento puede generar impactos diferenciados para cada una de ellas. Como ejemplos se me ocurre la investigación médica o farmacológica, la organización del tráfico en las ciudades o el diseño de las viviendas.

¿Qué problemas se encuentran para investigar en esta línea?
En sociología, un problema importante es la carencia de muestras que diferencien entre mujeres y hombres. Por ejemplo, en el Centro de Investigaciones Sociológicas, que es un centro financiado públicamente para la investigación sociológica en España, la mayoría de investigaciones con una antigüedad de veinte años no cuentan con este tipo de información. Así, si queremos hacer un análisis histórico, a partir de un determinado momento no disponemos de datos. A partir de la decisión del Consejo de Ministros del 8 de marzo de 2005 y posteriores leyes orgánicas, se establece que todos los datos que se extraen con financiación pública deben estar desagregados por sexo. Aun así, todavía se siguen financiando investigaciones en las que no se controla el equilibrio entre sexos en la muestra, ni la desagregación de datos por sexo.

Usted utiliza un concepto de elaboración propia, el de «histéresis social de género». ¿Qué significa?
El concepto de histéresis se utiliza en física para referirse a materiales que si son sometidos a unas determinadas condiciones, generalmente de presión, sufren una deformación y que, cuando se elimina esa presión, actúan como si aún la soportaran, continúan deformados. Lo que yo planteo para la dimensión social es que se sufre una especie de histéresis social de género, en el sentido de que durante siglos la humanidad se ha acostumbrado a ver que las mujeres únicamente ocupaban espacios en la vida privada y de poco nivel, con escasas mujeres que destacaran en ámbitos políticos o científicos, más allá de algunas excepciones. Incluso se ha llegado a pensar durante siglos que las mujeres no servían para desarrollar determinadas tareas. Pero actualmente encontramos más mujeres que hombres en las universidades, y con un rendimiento superior al de los hombres. Podemos encontrar mujeres en todos los ámbitos de la ciencia, descendiendo a volcanes, sumergiéndose en los océanos, en la Antártida, realizando cualquier tipo de profesión con un requerimiento altísimo de especialización, y sin embargo todavía se sigue pensando que los hombres son mejores o más adecuados para ciertas cuestiones en torno al pensamiento y que gozan de una capacidad cognitiva más potente que las mujeres. Esta creo que es una especie de deformación en nuestra manera de percibir el mundo que todavía se mantiene hoy, y se mantiene también en la ciencia.

¿Cómo afecta la desigualdad de género al mundo científico y académico?
Desde el acceso a la universidad ya tenemos un cierto sexismo en la elección de carreras. Más adelante, aunque no es muy perceptible, durante el proceso que va hasta el doctorado las mujeres obtienen mejores resultados que los hombres, y actualmente, podemos decir que el 50% de las lecturas de tesis doctorales están hechas por mujeres. Pero a partir de este punto empiezan a perder peso, y son expulsadas progresivamente del sistema académico-científico. El porcentaje de catedráticas en España no llega al 20%. En el CSIC, las profesoras de investigación llegan hasta el 22%, unos niveles muy parecidos a los de las medias europeas. Por supuesto, la presencia de mujeres en los cargos de poder en las universidades es escasísima. Hoy en día, sólo tenemos una mujer rectora, en la Universidad de Granada. Es tan grave el asunto que el 20 de junio se presentará en Bruselas una asociación de mujeres rectoras europeas, con la intención de dar visibilidad a esta escasa presencia de las mujeres en los organismos que dirigen la docencia universitaria y la investigación. La situación es muy similar en los centros de investigación, donde menos de un 15% son dirigidos por mujeres. En cuanto al mundo de la empresa, en España encontramos un 33% de los cargos en I+D ocupados por mujeres, cifras superiores a la media europea. Sin embargo, encontramos muy pocas mujeres en la cúspide de las empresas de base científica y tecnológica y, además, en estas empresas se ha observado que la brecha salarial entre mujeres y hombres es altísima.

Respecto a la relación entre género y promoción científico-académica, encontramos conceptos como el de «techo de cristal» o «tubería agujereada». ¿A qué se refieren?
La metáfora de la tubería agujereada se utiliza para referirse al hecho de que, a pesar de que a la universidad se accede de manera igualitaria o incluso con un número mayor de mujeres, a medida que se avanza en la carrera universitaria y profesional su presencia va disminuyendo. Las mujeres se van perdiendo, van cayendo por los agujeros a medida que aumenta la altura de la tubería. El concepto de techo de vidrio también hace referencia a este fenómeno. Las mujeres progresamos en la escuela primaria y secundaria, accedemos a las titulaciones que deseamos y las superamos más exitosamente que los hombres. Los premios nacionales de fin de carrera que destacan a las personas con mejores expedientes se han concedido sobre todo a mujeres en los últimos años. Pero a partir de ese momento, cuando se ha de acceder a un organismo público de investigación o en la universidad, las mujeres comienzan a desaparecer, y a medida que subimos escalafones se reduce drásticamente su presencia. Es decir, encontramos un techo invisible, por eso le llamamos «de cristal», que a pesar de ser invisible es muy duro, como un cristal blindado.

¿En qué consiste el llamado «síndrome de la impostora o del impostor»?
Se ha acuñado esta expresión para designar una especie de temor que abruma a algunas personas que llegan a una posición alta. Les hace sentir que tal vez no deberían ocupar este lugar, que no tienen méritos suficientes para estar allí. Llegan a temer que en cualquier momento ocurra algo que ponga en evidencia que son de menor nivel del requerido. Este síndrome lo suelen sufrir sobre todo las mujeres, porque a diferencia de los hombres desde pequeñas no han sido educadas para pensar: «niña, tú lo vales, tú puedes conseguir cualquier meta». Ha tenido que venir una marca de cosméticos para que alguien dijera eso de «Porque yo lo valgo». De esta manera es muy complicado. Las mujeres trabajan muy duro para conseguir sus objetivos, pero no van recibiendo aplausos por el camino. Así, cuando se encuentran en lugares elevados pueden llegar a dudar si realmente valen, sobre todo si tenemos en cuenta que otras personas –generalmente hombres– que se creen con méritos sobrados los disputan este sitio.

¿Realmente podemos hablar de plena libertad de elección de itinerario formativo? ¿De qué manera condicionan las expectativas y estereotipos de género esta elección?
Las personas estamos muy condicionadas por el entorno en el que vivimos, y las expectativas para las niñas y los niños suelen ser bastante diferentes. Los modelos que ven en casa a medida que van creciendo, los juguetes diferenciados, la mayoría de cuentos o los programas infantiles de televisión son algunos de los factores que van indicando cuál es el rol masculino y cuál es el rol femenino, y de qué manera profesionalizarse. Entonces, como en tantas otras cosas, estamos muy condicionados a la hora de elegir una profesión.

capitolina-diaz-intMiguel Lorenzo

Actualmente está realizando investigaciones sobre la brecha salarial. ¿Se libra de este tipo de discriminación el ámbito científico-académico?
En estos momentos, desde el grupo de ciencia y género del departamento de Sociología estamos realizando una investigación sobre la brecha salarial en la Universitat de València, integrada en el segundo plan de igualdad de nuestra universidad. Todavía no tenemos datos suficientes para poder extraer conclusiones al respecto. Sin embargo, acabo de ver, en primicia, la investigación realizada por unas colegas de la Universidad del País Vasco y la discriminación salarial entre mujeres y hombres resulta muy visible, en todos los niveles académicos e incluso entre departamentos. La investigación que hace un par de años realizaron las colegas de la Universidad de Santiago de Compostela dio resultados similares, como también es el caso de una investigación pionera en este campo en las universidades austriacas. Así que no, no nos libramos.

Las políticas de conciliación se presentan como instrumentos para superar la discriminación de género, aunque algunas autoras dudan de sus logros y afirman que la conciliación en España está encaminada más hacia el aumento de la actividad laboral femenina que a combatir la división sexual del trabajo. ¿Qué opina?
Estoy a favor de las políticas de conciliación para mujeres y para hombres. El sistema económico que tenemos sigue más los dictados del mundo financiero que los dictados del bienestar de la sociedad. Que se apliquen medidas que permitan a las personas conciliar el período productivo con el resto de actividades de su vida es algo a lo que deberíamos comprometernos toda la gente, especialmente los gobiernos y autoridades. La vida no es sólo la vida productiva. Así, los horarios deberían ser más intensivos en los periodos en los que la gente puede tener, más fácilmente, personas dependientes a su cargo. Pero, al mismo tiempo, se debería contar con un tipo de política específica dirigida a animar a los hombres a la corresponsabilidad en el cuidado y las tareas domésticas, de tal forma que esta idea se establezca en la sociedad. Hace algunos años, un hombre podía vanagloriarse en público de haberle roto la cara a su novia y no ocurría nada, incluso algunos le animaban. Aunque seguimos teniendo un notable feminicidio, duda que actualmente esto se pueda hacer, cualquiera reprocharía la conducta a alguien que dijera algo parecido. En este sentido, espero que sea posible llegar a un tipo de sociedad donde la corresponsabilidad de los hombres facilite que se le pueda reprobar la conducta a quien no lo sea.

¿Qué papel deberían desarrollar los medios de comunicación para superar esta situación de desigualdad de género?
Los medios de comunicación deben mirarse mucho a sí mismos, y ver si están representando de manera apropiada y ajustada la realidad, la sociedad en que se encuentran inmersos. Creo que los medios de comunicación son algunos de los más afectados por la histéresis social de género. Una buena parte de las personas a las que va dirigida la información que producen los medios son mujeres, pero les llega una información que no refleja su situación real. De alguna manera, podríamos decir que los medios de comunicación actúan como una especie de espejo deformado, que devuelven una imagen de las mujeres poco ajustada a la realidad. Que no haya ningún gran periódico de este país que haya sido dirigido por una mujer podría explicar algo al respecto.

David González. Graduado en Sociología y estudiante del Máster Universitario en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica de la Universitat de València.
© Mètode 2016

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Graduado en Sociología y estudiante del Máster Universitario en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica de la Universitat de València.