Laureles

laureles

© Gaspar Jaén i Urban

Aunque habitualmente suelen ser como arbustos, los dos llorets –así los llamábamos, llorets– que teníamos en el huerto, dispuestos simétricamente, uno a cada lado del jardín, eran tan antiguos y se habían regado tanto que habían alcanzado un porte poco común, enorme, como de árbol, hasta el punto de que el tronco superaba el medio metro de diámetro. En los otoños sin lluvias, después de la sequía del verano, las hojas lanceoladas, endurecidas, perennes y aromáticas, de un color verde oscuro, y las pequeñas bayas negrassecubrían con una miseria blancuzca que las dejaba sucias y pegajosas –sobre todo por el revés–, y mi madre las tenía que lavar bien lavadas para poderlas utilizar en la cocina.

Un año, una ventada rompió parte de la copa frondosa del laurel de levante, pero limpiamos el destrozo con el hacha y las ramas jóvenes brotaron con nuevo vigor, verdes y ufanas. De la extensa y profunda raigambre, repartida por el jardín, nacían numerosas matas nuevas que, de vez en cuando, quitábamos con cuidado para regalar a las amistades. Y alrededor del tronco principal crecía del suelo una multitud de hijuelos de un verde claro, reluciente, ternísimo, que mi padre solía arrancar de raíz con el azadón, pero que yo preferí dejar crecer hasta una altura de dos palmos para recortarlos de forma continuada y formar una cerca de tacto suave.

«De la extensa y profunda raigambre, repartida por el jardín, nacían numerosas matas nuevas de laureles que, de vez en cuando, quitábamos con cuidado para regalar a las amistades»

Cuando arrasaron el jardín tampoco respetaron aquellos troncos gigantescos y centenarios que, extirpados por las máquinas, se llevaron al vertedero los camiones del municipio. Que perviva, al menos, el recuerdo de aquellos días antiguos, cuando –como hacía Adonis, el poeta siríaco, con sus versos– recortábamos diestramente los brotes nuevos para acelerar la circulación de la savia, facilitar la apoteosis del verdor y buscar el anhelado prodigio: que las hojas del laurel se trasformasen de nuevo en la suave cabellera de Dafne.

© Mètode 2012 - 72. Botánica estimada - Invierno 2011/12

Escritor y poeta. Profesor del Departamento de Expresión gráfica y Cartografía de la Universidad de Alicante