Entrevista a Salvador Macip

«El progreso del transhumanismo es imparable»

Médico, divulgador y escritor

Salvador Macip (Blanes, 1970) estudió Medicina en la Universitat de Barcelona, donde también se doctoró en Genética Molecular y Fisiología Humana. Desde finales de 1998 hasta principios de 2008 trabajó en el hospital Mount Sinai de Nueva York haciendo investigación oncológica. A partir de ese año, continuó sus investigaciones en la Universidad de Leicester (Reino Unido), donde dirige un grupo de investigación sobre el cáncer y el envejecimiento. Es también profesor en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Además de trabajar en los campos de la investigación y la docencia, es divulgador científico y ha escrito diversas novelas.

 Macip ha coordinado el monográfico del número 111 de la revista Mètode, que trata desde diversas perspectivas el transhumanismo. El médico y escritor ve en este tema «el debate más trascendente de nuestra historia».

 Salvador Macip ofrece el próximo jueves, 16 de diciembre a las 18h, la conferencia «Com seran els humans del futur? Promeses i riscos del transhumanisme» en el Aula Magna del Centre Cultural la Nau de la Universitat de València. Durante la conferencia, que presenta Martí Domínguez, se abordarán los temas tratados en el monográfico. La actividad, enmarcada dentro del ciclo «¡Hablemos de ciencia!», está organizada por Mètode y la Escuela Europea de Pensamiento Lluís Vives. La entrada es gratuita con inscripción previa en este enlace.

Cuando hablamos de transhumanismo, ¿a qué nos referimos?

Transhumanismo y posthumanismo son palabras que a veces se utilizan indistintamente. Hay dos maneras de describirlo, pero el transhumanismo es sobre todo un movimiento científico, filosófico, político y social que explora y habla de cómo tiene que ser el hombre del futuro, es decir, propone utilizar todas las herramientas que la ciencia nos pone a nuestro alcance para modificar a los humanos, para mejorar de alguna manera la especie humana. Implicaría la combinación de genética, robótica… cualquier ciencia que nos haga llegar más allá de lo que la naturaleza nos permite. Si lo miramos por el lado filosófico, propone ayudar a la evolución, ser nosotros mismos los que demos el siguiente paso evolutivo y así llegar a los posthumanos. Los posthumanos serían la nueva versión de especie humana modificada no a través de milenios de evolución, sino a través de la acción científica en nuestros cuerpos.

¿Cómo serían estos humanos del futuro?

Aquí entra todo el abanico de posibilidades. Hay muchas variantes, desde los transhumanistas más radicales, que proponen hibridaciones entre máquinas y humanos, los ciborgs. Proponen hacer todo lo que haga falta para conseguir llegar a esta nueva etapa de la humanidad. El otro extremo son los bioconservadores, que piensan que es mejor dejar que la evolución siga su curso. Dentro de este espectro yo tengo un punto de vista quizás un poco polémico, pero creo que la medicina ya es transhumanista. A partir del momento en el que inventamos una ciencia para alargar nuestra vida, eso ya va en contra de la evolución, de aquello que la naturaleza tenía previsto para nosotros. De hecho, si comparas a los primeros humanos con los humanos de ahora ya hay una diferencia importante, ya somos prácticamente dos especies diferentes. Desde el punto de vista de los primeros humanos, nosotros ya somos posthumanos, porque vivimos tres veces más, tenemos la capacidad intelectual más desarrollada, tenemos una salud muy diferente, somos más altos, más fuertes… debido a unas mejoras que hemos conseguido a lo largo del tiempo y que ya nos sitúan a otro nivel. Por lo tanto, para mí el camino hacia el transhumanismo y los posthumanos lo empezamos desde el primer momento, lo que pasa es que ahora estamos proponiendo cambios más radicales. Los cambios que hemos visto hasta ahora son relativamente lentos, han ido evolucionando durante siglos. Ahora estamos proponiendo utilizar las herramientas disponibles para ser capaces de hacer cambios radicales en muy poco tiempo. El camino del transhumanismo lo hemos ido explorando desde hace tiempo, pero ahora es cuando realmente estamos abriendo nuevas posibilidades.

 ¿Cuáles diría que son los principales obstáculos que nos separan de este futuro transhumanista?

Hay dos tipos de obstáculos: los técnicos y los éticos. Los técnicos los estamos superando conforme pasan los años. Hace diez años no era técnicamente posible manipular genéticamente embriones humanos, ahora ya se ha demostrado que se puede hacer, vamos cruzando barreras. Ahora, por ejemplo, ya hay personas que se pueden considerar cíborgs; podemos implantar partes mecánicas en nuestros cuerpos, pero esto aún está en fases iniciales.Las fronteras técnicas las vamos superando, pero al otro lado están las fronteras morales o éticas, y aquí es donde hay más discusión.

«Desde el punto de vista de los primeros humanos, nosotros ya somos posthumanos»

¿Hasta qué punto, moralmente, tendríamos que permitir modificar embriones, por ejemplo? Porque una cosa es modificarnos a nosotros y otra, modificar a nuestros hijos sin que ellos puedan decidirlo. No solo se trata de nuestros hijos, porque si los modificamos genéticamente, ellos y todos sus descendientes tendrán estas modificaciones. Estamos hablando de cambios muy importantes que afectan a mucha gente. Estos son temas muy complicados que tenemos que ir abordando. Creo que el progreso del transhumanismo es imparable, la ciencia no se detendrá, pero qué parte de los avances aplicaremos dependerá mucho de lo que discutamos y de aquello en lo que nos pongamos de acuerdo. Lo que definirá cómo será el transhumanismo, más que la ciencia, que avanza muy rápido, será cómo decidamos aplicar esta ciencia desde el punto de vista legal y moral.

¿Cuáles piensa que deben ser los límites éticos del transhumanismo?

Hay una barrera importante, o al menos para mí, que es entre la cura y la mejora. Hacer cambios para prevenir enfermedades es una cosa, hacerlos para mejorarnos es otra, porque aquí entra la definición de lo que quiera decir «mejorarse». Y mejorarse pueden ser cosas tan absurdas como hacer que seamos todos rubios, o que tengamos todos los ojos azules. En cada momento, en cada sociedad, mejorar puede significar una cosa diferente. Esto es muy peligroso, por eso se debe definir exactamente qué estamos intentando conseguir. Pero podemos modificarnos para conseguir, por ejemplo, ser resistentes al cáncer. Esto ya se ha probado con ratones, no es ciencia ficción. Si pudiéramos hacer esto con todos los niños antes de nacer, seguramente no lo veríamos mal. Yo creería más en aplicar el transhumanismo en función de mejorar la calidad de vida y evitar enfermedades antes que en permitir ciertas modificaciones que podrían ser algo caprichosas e ir en función de las corrientes culturales del momento. Pero encontrar dónde está la barrera entre estas dos cosas no es tan fácil, porque es algo difusa. Tendremos que hablar mucho de esto. Estamos al principio de todo, y aún nos queda mucho trabajo para discutir qué vale la pena hacer, qué no vale la pena, qué límites tendríamos que poner. Creo que aún no estamos, ni mucho menos, en un punto en el que hayamos discutido lo suficiente como para haber decidido qué cambios nos interesan y cuáles no.

 ¿El transhumanismo podría aumentar las desigualdades entre países ricos y pobres, así como entre los segmentos más ricos y más pobres de un mismo país?

Sí, este es un problema que siempre hemos tenido en cualquier avance científico: siempre lo tienen antes unos ciertos países o personas. Esto es un peligro, porque podría crear unas distancias sociales más grandes, exagerar las diferencias ya existentes. Esto ha pasado siempre en la historia de la medicina. En el caso de la COVID-19, ha sido así. Si está pasando ahora con la vacuna del Coronavirus, pasará con cualquier avance que hagamos en el transhumanismo. Por lo tanto, nos tenemos que preparar para esto, porque una cosa son las diferenias que genera no tener un fármaco contra una enfermedad infecciosa y otra cosa son las diferencias que podría generar la modificación genética. Podríamos generar una humanidad de dos velocidades, podríamos llegar a ser dos especies tan diferentes como los neandertales y el Homo sapiens. Este es uno de los riesgos más importantes que tienen los avances: cuanto más radicales sean, más riesgo hay de esta separación entre ricos y pobres.

Muchos transhumanistas ven el envejecimiento como una enfermedad que se puede tratar, incluso superar. Como especialista en envejecimiento, ¿hasta qué punto piensa que se podría tratar para retrasarlo con buen estado físico y mental? 

El envejecimiento, desde el punto de vista biológico, es un misterio muy interesante, un proceso que genera unas dudas muy complejas de responder. Intentar tratar el envejecimiento cambia la manera de acercarnos a la enfermedad. Hasta ahora, para enfermedades como el cáncer se busca un tratamiento. Si se frena el envejecimiento, lo que se hace es bajar las posibilidades de que esta enfermedad suceda. Es decir, no estás tratando el cáncer, pero lo reducirías mucho si ralentizaras el envejecimiento. Por lo tanto, ver el envejecimiento como una enfermedad nos permite diseñar tratamientos y a la vez reducir otras enfermedades que dependen de él. En este sentido, creo que es interesante considerar el envejecimiento como una cosa que no tiene que pasar necesariamente, o que se puede frenar, en parte. Pero también abre la puerta a muchos problemas sociales: si aumentamos la esperanza de vida, podríamos tener aún más desigualdades, con personas en países ricos muriendo cerca de los doscientos años de edad y personas en países pobres con una esperanza de vida de cuarenta o cincuenta años. Lo que nos planteamos los que trabajamos el envejecimiento, más que alargar la vida, es alargar la calidad de vida, porque durante el último siglo hemos ido aumentado la esperanza de vida, pero no las condiciones de salud; las últimas décadas de vida se pasan con problemas de salud. Podemos cambiar esto, encontrar una manera de hacer que todo el tiempo que vivimos lo vivamos al máximo. No viviríamos necesariamente más tiempo, pero viviríamos mejor. Llegar a la inmortalidad es uno de los sueños de algunos transhumanistas, pero creo que mucho antes de eso veremos cambios puede que no tan radicales pero que tendrán un impacto en la calidad de vida.

La ciencia ficción ha tratado en muchas ocasiones el transhumanismo. ¿Dónde está la línea que separa transhumanismo y ciencia ficción?

Creo que ciencia y arte son dos aspectos comunicados, porque el arte se inspira en la ciencia pero la ciencia también se inspira en el arte. Lo que muchos autores de ciencia ficción han puesto sobre la mesa desde hace décadas en lo que parecía simplemente un ejercicio de ficción ha sido también un ejercicio de anticipación. Esto nos ha permitido que llevemos ya un tiempo hablando de algunos temas importantes, sobre todo desde el punto de vista ético. La frontera entre ficción y realidad en el transhumanismo es móvil, se desplaza continuamente. Hace un tiempo todo era ciencia ficción, podíamos hacer muy pocas cosas. Ahora, la ciencia está ofreciendo la posibilidad de convertir en realidad mucha de esas historias que tradicionalmente han abordado los artistas. Por lo tanto, creo que es importante no hacer distinciones que separen tanto ciencias y artes, porque se pueden comunicar y beneficiar la una de la otra. Los científicos necesitamos esta parte de imaginación, ya que cuando buscamos hacer un avance debemos pensar qué queremos hacer y hacia dónde queremos ir, y muchas veces eso ya ha sido creado por la gente del mundo de las ciencias y el arte. Comunicar estos dos mundos y que no haya una frontera clara entre ciencia y ciencia ficción, que pueda haber un diálogo, es positivo tanto como para la literatura y el arte como para la ciencia y la sociedad en general.

© Mètode 2021
Graduada en Periodismo por la Universitat de València.